En Veracruz es necesario que los ayuntamientos y el gobierno del estado se empiecen a aplicar en todo lo que se refiere a la obra pública. Solo de esa manera podrán contribuir a que el país crezca en los porcentajes ofrecidos por el presidente López Obrador en el Plan Nacional de Desarrollo.

Por otro lado, solamente de esa manera lograrán mejorar la percepción de ineficacia que sobre ellos tiene un preocupante porcentaje de la población, que ya no cree en promesas de cambio y en rollos florecientes y transformadores.

Con lenguaje simple y sin tecnicismos, sin argumentos de ahorro que muchas veces encierran criminales subejercicios, es preciso que los gobernantes y responsables de las instituciones financieras y presupuestales, así como las áreas ejecutoras, dejen la etapa de aprendizaje y se pongan a trabajar en serio.

Los antecedentes cercanos de construcción de infraestructura en el estado no son halagüeños, solo basta recordar una gran obra detenida por corrupción, ineficiencia y pésimas negociaciones sociales, la autopista Laguna Verde-San Rafael, que supuestamente debió haber sido inaugurada el año anterior. Otro caso es la autopista Tuxpan-Tampico, de la que poco se saben sus avances.

Tampoco en estos cinco meses de gestión cuitlahuista se han visto suficientes licitaciones públicas para la construcción de obra importante a cargo de la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP). Y si nos vamos a los ayuntamientos, por citar el caso de Xalapa, en este municipio se han conocido más las noticias de devolución de fondos no ejercidos, que las referencias de obras significativas, mayores al fácil reencarpetado o pavimentación de cuadras de 100 a 200 metros. 

El florecimiento de la capital del estado solo existe en la imaginación del alcalde y en su deslucido pasquín de ocho páginas que imprimen mes a mes a precio de oro y con el mayor descaro.

Sería conveniente que el gobernador realizara una reunión con su equipo y con los alcaldes veracruzanos para darles a conocer los objetivos principales del Plan, determinados en gran medida por la personalísima pluma del ejecutivo federal, y que son los de crear empleo suficiente para los jóvenes de México, erradicar el hambre y la pobreza, la recuperación del 20 por ciento del poder adquisitivo y alcanzar en el último año de gobierno una tasa de crecimiento del 6%.

Estos propósitos de primer mundo se harán efectivos solo con funcionarios de primer mundo. Y será indispensable que el mandatario nacional ponga a trabajar a todos ellos, o en su defecto, que vaya facilitándoles una bicicleta para que empiecen a activarse, como lo propone en el Plan.

La obra pública tiene un efecto multiplicador en la economía, considerando que se requiere el suministro de insumos diversos, mano de obra, arrendamiento de maquinaria pesada, acarreo de materiales y además sirve para fomentar temporalmente las economías regionales, durante el desarrollo de las obras.

En Veracruz las cámaras empresariales han tenido que despedir a trabajadores de la industria de la construcción ante la evidente disminución de la obra pública en los últimos cinco años. 

Es momento de ya ponerse a trabajar.

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