Hay una característica común en las últimas administraciones estatales. Incluyendo al actual gobierno, sus titulares -de tres diferentes partidos políticos- han abusado del fácil e irresponsable recurso de culpar al antecesor o a los antecesores inmediatos. Pero más que diferencias, lo que esas actitudes de culpar a otros han mostrado, son similitudes en las formas, en las deficiencias y en lo que la propia sociedad ha llegado a externar sobre estos personajes.
Si se analiza con detenimiento lo ocurrido la semana pasada en Veracruz, durante el periodo de festejos del día del niño y de preparativos del día de la madre, se llegará a ese tipo de conclusiones.
El 30 de abril en la región indígena de Zongolica, después de enterarse que el DIF estatal no haría ningún tipo de festejos a los infantes, los veracruzanos conocieron la noticia de que más de mil trescientos niños y adultos habían sido intoxicados con un indeterminado número de pasteles repartidos por una fundación altruista. Cientos de imágenes corrieron por redes sociales, mostrando las camas de hospital repletas de menores de edad que así pasaron esa celebración.
Horas después de esas intoxicaciones, el portal político La Silla Rota publicó una nota sobre leches contaminadas que el gobierno yunista distribuyó a diversos municipios dentro de miles de despensas de un programa social que gastó cantidades millonarias. El portal informativo de la Ciudad de México informó que la empresa proveedora continuaba participando en licitaciones correspondientes a este año 2019 en áreas relacionadas con actividades asistenciales.
Poca o nula reacción gubernamental ha habido a estas graves anomalías que afectan a niños de escasos recursos. Y como en administraciones anteriores, se recuerdan informaciones sobre grandes fallas y grandes negocios que por lo que se ve, no se pueden erradicar, ni siquiera en sectores o dependencias que atienden a la infancia.
En torno al papel del gobierno cuitlahuista o de sus funcionarios, es urgente exigir a la contralora general una intervención más firme y contundente, una actitud más allá de sus gustadas actuaciones efectistas, después de pasar al salón de belleza, que ella difunde con singular frecuencia.
Leslie Garibo Puga se ha tomado la foto coqueta y precisa, para comprobar que es leal y efectiva comparsa. Recordemos sus promesas de intervención, que hasta ahora quedaron en emotivas declaraciones: la señora dijo que investigaría las irregularidades yunistas, los variados casos de nepotismo actuales, los despidos injustificados de personal, los cientos de aviadores, el manoseado tema de las videocámaras ciegas y, recientemente, la adquisición de las patrullas que recuerdan aquella canción del primer millón, por no mencionar sus demás incumplidos compromisos.
El gobierno de Cuitláhuac García necesita dar un giro al timón. Debe comunicar más y mejor. Es bueno que ya tenga su ley de comunicación, sería preferible que diseñara una mejor política de comunicación social donde no solo den diagnósticos, avisos o promesas, sino también resultados. Y aquí surgen tres interrogantes: ¿Sabe que su Plan Veracruzano se está difundiendo por redes sociales? ¿Qué es lo que va a contener su primer informe de gobierno? ¿O solo será una crónica de las incompetencias del gabinete?
La gente podría pensar que, así como sucedió con Duarte y con Yunes, también con Cuitláhuac hay colaboradores que no se alimentaron con leche buena, o que eso demuestran.
Y como ocurrió con esos gobernantes, también en este sexenio hay exceso de mala leche.
El gobernador debiera reflexionar que al final del día, leche mala o mala leche, no es más que veneno puro.