Miguel Ángel Yunes Linares y sus hijos reconocen que su único bastión es la zona metropolitana de Veracruz-Boca del Río. Los demás territorios con influencia panista se desmoronan poco a poco con los pleitos partidarios y políticos entre Pepe Mancha y el Chapito Avilés, gananciosos líderes del norte veracruzano. Entienden que en otras regiones casi no ondean banderas azules.

Los Yunes del estero saben que la importancia estratégica en sus dominios está determinada por el multimillonario poder económico del nuevo puerto de Veracruz y todo su desarrollo inmobiliario, industrial y comercial aparejado. Un valioso diamante que mueve cuatro de cada diez pesos que se invierten anualmente en el estado.

Salvo extraordinarias excepciones, y por naturaleza humana, el poder se desea no únicamente por obtener el reconocimiento social, sino también por la posibilidad de incrementar fortunas. Basta recordar la ingeniosa frase que suelen repetir aquellos que incursionan en la política: “A mí, pónganme donde hay. De lo demás, yo me encargo”.

El grupo familiar comandado por Yunes Linares, cuenta con alfiles como la senadora Indira Rosales y con aliados o simpatizantes en diversas latitudes. Uno de ellos, criticado por gente de la ciudad de Veracruz, supuestamente es Marlon Ramírez, el nuevo encargado del PRI estatal, a quien las tribus priistas diseminadas dejaron encaramar al máximo cargo. La excepción ha sido el alcalde de Boca del Río, Alonso Morielli, quien en diciembre sacó del patronato del Foro Boca a Miguel Ángel Yunes Márquez, enviando señales de desmarque a sus mentores y ofrecer a los morenistas su boqueño capital político.

Por estas razones y porque quizá le asiente bien el humor porteño, el gobernador Cuitláhuac es visitante frecuente en fin de semana y apoyador entusiasta de fiestas como el “turístico” festival de la salsa en Boca del Río. También se ha dejado ver con ánimo futbolístico los sábados del equipo Veracruz en el estadio Pirata Fuente.

Puede afirmarse que la arena política estatal se encuentra en el puerto de Veracruz. Lo que sucede allí resuena por todos lados. El fin de semana el alcalde Fernando Yunes Márquez publicó en redes una fotografía desayunando con su padre y como envalentonado reto sabatino, casi dijo: “Me gusta correr, no ando corriendo…aquí estoy”.

Horas más tarde, el gobernador García Jiménez dio el banderazo de una obra de pavimentación de 27 millones de pesos, a realizarse en la colonia López Mateos de esa ciudad. 

Y de inmediato surgieron preguntas donde resaltan dos guindados personajes. Es tanta la influencia de Francisco Bravo, el director del instituto veracruzano del deporte, como insisten los jarochos. O es una obra con fines electoreros y para empezar a liquidar los añejos adeudos del gobierno con el actual diputado federal morenista, el próspero constructor Ricardo Exsome. 

Salvo los 200 millones de pesos que se construyen en Poza Rica y Coatzintla, ni siquiera en la capital del estado se había anunciado una obra cuitlahuista de inversión tan significativa. Acaso es esa obra en el municipio a cargo de Fernando Yunes Márquez, la primera reacción y la punta de lanza para iniciar las hostilidades políticas de cara a las elecciones del 2021. 

El reto de Fernando, expresado con el peculiar estilo de su progenitor, no debía quedarse sin respuesta. Y la tuvo el mismo sábado por la tarde. “La 4T está en marcha”, tuiteó el gobernador. Y cuidado, dicen los enterados, a Cuitláhuac le podría ir bien el clima jarocho.

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