“¡Así como maté a mi mejor amigo por el bien de Roma, volveré el puñal contra mí mismo, cuando mi patria estime necesaria mi muerte!” y también “En Roma no hay hombre más noble que Antonio. El pobre, tiene los ojos rojos como el fuego, de tanto llorar”, son dos frases literarias de William Shakespeare, contenidas en su obra dedicada a la caída del emperador Julio César. La primera, atribuida a Marco Junio Bruto Cepión, el senador que fue parte de una conspiración que mató al dictador romano durante los célebres idus de marzo del año 44 aC.
De esos hechos nació la famosa frase que se ha utilizado en el mundo occidental para ejemplificar las traiciones más abyectas: “¿Tú también, Bruto?”
La obra de Shakespeare y la historia de Julio César sirven para tratar de referir lo que acontece actualmente en las alturas del poder veracruzano y su repercusión en las esferas del poder presidencial.
En las semanas recientes se ha incrementado la rumorología jarocha, y bien localizada, sobre la próxima salida –anticipada- del gobernador Cuitláhuac García, aduciendo ineficiencias de mando y de ejercicio, que dicen los mensajeros, tienen “sumamente molesto a AMLO”.
Y para fortalecer esa idea loca y localista, hacen mención hasta de encumbrados nombres de morenistas muy bien posicionados, algunos de ellos, que nada tienen que ver con esas ocurrencias o mensajes, a veces adjudicados a “gente importante de la Ciudad de México”.
Y después de analizar tales ensoñaciones del rito de Onán, es oportuno mencionar las diversas implicaciones o escenarios posibles en torno a la realidad, que no a los deseos insatisfechos que reflejan esos sueños.
Si en este momento tuviera que irse el gobernador, varios de los que se mencionan para sustituirlo, no podrían beneficiarse con la designación, porque la Constitución local no se los permite. Habría que modificarla, primero. Además, tendría que convocarse a nuevas elecciones, lo que es improbable.
Por tanto, no es creíble que el presidente de la república, por más molesto que estuviese, decidiera, en este momento, hacer un cambio de jinete en plena carrera. Más bien son intentos desestabilizadores que afectan en lo local y que seguramente causan risa en Palacio Nacional.
Pero lo que no divierte al mandatario federal son las dos conspiraciones que puede haber detectado en Veracruz. La primera, y más importante, la que se echó a andar hace pocos meses para desacreditarlo como Jefe de Gobierno y para desacreditar al gobernador veracruzano y al morenismo en su conjunto. Dicen que la encabeza Miguel Ángel Yunes Linares.
La otra conspiración, esta menor y lánguidamente guinda, la debe estar alimentando alguna pálida y ambiciosa sombra que no entiende el tema de los tiempos y de los designios inescrutables del que manda en México.
Y el ejecutivo federal debe tener ya todos los nombres de las cabezas implicadas en esos movimientos. Y se ve que sabe cómo ejercer el poder en esos casos que requieren meticulosidad, arte y definición.
A Andrés Manuel López Obrador, como el poderoso líder nacional que es en este momento, con la alta aceptación social con la que cuenta, y con el personalísimo estilo que muestra para ejercer el mando, no se le puede llegar a decir lo que tiene o no tiene que hacer. Muchos aún no lo entienden.
Si a López Obrador le parece que su discípulo veracruzano no está haciendo bien las cosas, ya verá por su cuenta y riesgo, el momento adecuado para enviarle un misil apocalíptico que lo destruya, antes de que Cuitláhuac se convierta en búmeran que se le revierta al jefe y le ocasione serios daños a la nave nodriza que comanda. Recuérdese que Veracruz es el tercer padrón electoral del país.
AMLO lo podría hacer, a su modo, con sus modos y a sus tiempos. Que no quepa duda. Por ahora, el presidente de la república prepara su primer informe de gobierno, y es cierto, los resultados que no cuajan, requieren algunas pistas y unos cuantos circos. Nada Más. No se valen las confusiones.
La manipulación es un fenómeno inevitablemente social, más vale no apartarse del recto sentido.