México ha sido y es la cuna de grandes artistas de muchos campos y la ópera es uno de ellos, sin embargo, poco se conoce sobre el desarrollo de esta disciplina artística a la que muchos mexicanos dedicaron su vida pero sin poder conseguir un reconocimiento para la ópera hecha en el país.
Después de la llegada de los españoles a territorio mexicano en 1519, las costumbres y la cultura prehispánica se vio relegada a un segundo plano y en los siguientes siglos, según expertos consultados por Efe, el interés por lo extranjero empañó la creación mexicana.
En concreto, en el campo operístico, la tradición italiana y luego otras, como la francesa, fueron preferidas incluso por mandatarios mexicanos que descalificaron la música hecha en México y por mexicanos, algo que, además, causó que una gran parte de las partituras y libretos desapareciera y, por supuesto, que apenas hayan podido sonar en las salas de conciertos.
“Nosotros no conservamos nuestros vestigios porque hubo una invasión y se cortaron todas estas manifestaciones artísticas. La imposición de la cultura europea es absoluta y total pero, sin embargo, la tendencia a la música queda”, explicó Enid Negrete, doctora en artes escénicas y directora del diplomado en ópera mexicana.
Resuenan nombres como Manuel de Sumaya, Cenobio Paniagua o Luis Baca, compositores que crearon operas con elementos prehispánicos (aunque la mayoría al estilo italiano ante el aplastamiento de la cultura previa a la llegada de los españoles) pero que nunca llegaron a tener el reconocimiento merecido.
Y aparece Aniceto Ortega (1825-1875), médico de profesión, cuya ópera “Guatimotzin” sobre Cuauhtémoc, el último emperador resulta emblemática para los estudiosos como Samuel Maynez, músico y periodista mexicano, quien contó a Efe que esta obra incluía sonidos que Ortega comprendía como prehispánicos y también instrumentos de esta época.
Pequeños pasos
A pesar de la imposición de la música europea, son muchos los investigadores que se dedicaron a indagar sobre la ópera mexicana pero el problema, de acuerdo a ambos expertos, es que este conocimiento rara vez puede llegar al grueso de la población.
“No se tiene el contacto con la gente que este interesada en esto y son raras las veces que se pueda difundir este contenido, pero es el patrimonio de todos los mexicanos”, expresó Negrete.
Por su parte, Maynez consideró que tendría que haber políticas educativas enfocadas a que la sociedad comprendiese el poder de la cultura.
Aún así, se mostró pesimista y dijo a día de hoy los políticos mexicanos “desechan todo lo que suene a alta cultura sin darse cuenta que la opera ayuda para todo, desde al aprendizaje hasta al arraigo ciudadano”.
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Sin embargo, cada uno desde su trinchera, Negrete y Maynez dedican esfuerzos para llevar a los mexicanos “lo que es suyo” y ejercen múltiples labores de difusión.
Negrete se encuentra actualmente dirigiendo el diplomado de ópera mexicana en línea en la Escuela Superior de Música Fausto de Andrés Aguirre de la Universidad de Cholula, en el estado de Puebla.
Con una parte teórica y otra práctica y dirigido tanto para músicos como para cualquier persona con interés en el tema, el objetivo del diplomado es poner en valor la tradición operística mexicana.
El sueño de Negrete seria que cada curso terminase con un montaje musical que se pudiera mover por los estados de México para hacer cercano a los mexicanos el patrimonio artístico que les pertenece.
Maynez presentó el pasado año una adaptación de la ópera “Motecuhzoma II” de Antonio Vivaldi en el Zócalo capitalino, la plaza más emblemática del país, con la intención de darle rigor histórico a esta ópera y ofrecérsela a los mexicanos gratuitamente.
Además, a finales de 2020 presentará otra ópera sobre el emperador Cuitláhuac, “Señor de Iztapalapa”, en distintos puntos de Ciudad de México tras una petición de la alcaldía de Iztapalapa, una de las zonas más empobrecidas de la capital.
Para ambos, lo más importante en torno a la ópera mexicana es que se comprenda que es patrimonio de los mexicanos y que ya no es tiempo para seguir imponiendo la cultura europea ni de dejar la ópera para unos cuantos afortunados.
“A lo largo de nuestra historia, siempre tan compleja, la única cosa que siempre ha sido cierta es que este increíble país siempre ha sido un país de creadores, con españoles o sin ellos, y también a veces a pesar de los gobiernos. La ópera pertenece a los músicos y al público que la disfruta”, terminó Negrete.