Un preocupado articulista de El Financiero hizo notar ayer que los más de un millón cien mil empleos perdidos durante este año en México a causa del coronavirus, son equivalentes a la población total del estado de Tlaxcala. José Alberto Castro, quien es uno de los jefes nacionales de la COPARMEX tituló esa leída colaboración con el provocador encabezado de “México pierde a Tlaxcala”.
Ha sido tan crítica la extinción de empleos en todo el país durante los cinco meses previos, que esta pérdida de puestos de trabajo significa desaparecerlos a razón de 310 por cada hora transcurrida. Una verdadera tragedia en la economía, que nos conduce a una etapa de pauperización de la sociedad, que comienza a manifestarse en la falta de liquidez financiera y en el descenso en la adquisición de satisfactores necesarios para el sustento y desarrollo de las familias.
Pero el grueso de la población parece no percibir el tamaño de la crisis y el problema que se viene encima. Cuando menos en Veracruz así se percibe. Porque una de las grandes preocupaciones sociales que muestra la población joven y vieja, es la relacionada con el acceso a las bebidas alcohólicas y a las consabidas reuniones de amigos y fiestas caseras, que las normas de contención epidemiológica obligan. Por ese motivo, se espera con impaciente avidez la autorización de los alcaldes para extender los permisos de venta de licores en los supermercados y expendios, aunque sea una o dos horas diarias más. El pueblo sabio y jacarandoso quiere pachanga y etílico olvido de la realidad.
Por eso una de las grandes noticias del año en Veracruz, viralizada por tirios y troyanos, es ese difundido video del fin de semana que muestra a un sudoroso Cuitláhuac García, con la vaina de la moruna al cinto, blandiendo el filoso metal y chapeando la invasión de maleza en una empinada ladera, concretamente en las áreas verdes del distribuidor vial de Las Trancas en Xalapa. Puede afirmarse que el fragoroso chapeo del gobernador, casi, casi, se transformó en una de las acciones de beneficio social que incluirá en su segundo informe de gobierno.
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Otra de las grandes acciones gubernamentales, pero esta correspondiente al gobierno federal, es la sugerencia o instrucción que comunicó ayer el presidente López Obrador en su fructífera conferencia mañanera: que se difunda por televisión y redes sociales el video de Emilio Lozoya entregado a la Fiscalía General de la República, donde el exdirector de PEMEX vomita y “prueba” toda la corrupción cometida por Enrique Peña Nieto, Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón, Miguel Osorio y toda la Nomenklatura Prianista del odiado periodo neoliberal mexicano.
Y mientras ello podría ocurrir en horarios estelares, la acción bien podría acompañarse de la transmisión del minuto de silencio durante agosto, que el jefe de estado ordenó realizar a la burocracia federal, en honor de los miles de caídos por la pandemia de Covid-19.
Graves problemas nacionales que pocos deben ver y que deben difuminarse con el cristal guinda morenista en las vías adecuadas. Las prioridades de la locura en las alturas, es lo que hay.