Pocos indicios hay en el país de que las cosas vayan a mejorar. Y pocos son los que se atreven a hacer inversiones productivas para reactivar la economía. Ante ese escenario oscuro vale la pena reflexionar en las posibilidades de rescatar a Veracruz después de la debacle política y económica que ha sufrido en esta segunda década del siglo XXI. 

Primero, habrá que meditar en que un poco más de dos millones cien mil personas están recibiendo apoyos de los programas federales y que la entidad ocupa el sexto lugar como receptora de remesas desde Norteamérica, además de que la producción agropecuaria se ha podido mantener en los cinco primeros lugares nacionales. 

Fuera de esas tres fuerzas o potencialidades—una de carácter público y dos del sector privado—que a veces entran en vulnerabilidades o debilidades, el turismo estatal anda por los suelos, igual que la generación y conservación del empleo en diversos sectores de la planta productiva (construcción y manufactura). Lo peor de todo es que el gobernador y casi todo su gabinete andan en la estratósfera en lo que se refiere a realidades y resultados.

Si se opta por la esperanza, habrá que dar seguimiento a tres noticias de este mes de diciembre: una contradictoria, la cancelación obradorista del suministro de gas a la principal planta de etileno en la zona de Coatzacoalcos, que dejará a miles sin trabajo formal debido a las malolientes cañerías del caso Lozoya-Odebrecht. 

Otra información del día de ayer, esta positiva, el anuncio de un programa turístico de la iniciativa privada denominado “México por tierra”, que pretende incentivar el turismo por carretera hacia varios polos de interés turístico.

Y otra noticia muy relacionada con las posibilidades de la anterior, el anuncio de Cuitláhuac García de que el gobierno federal suministrará entre 300 y 500 millones de pesos para arreglos de caminos afectados por lluvias en el sur de Veracruz.

Los dos anuncios que pueden disminuir la parálisis tienen un riesgo inmenso. Veracruz tiene a un gobernador dado a flotar en el aire, en la autocomplacencia y con más eficacia en hacer anuncios y gastar los recursos que en brindar resultados. 

Basta recordar los 7000 kilómetros de caminos que ofreció en el debate rumbo a la gubernatura. Y hasta ahora nadie sabe dónde quedaron aquellos ofrecimientos en la conferencia mañanera de López Obrador en febrero de 2019, cuando dijo que se realizarían obras de reparación de caminos, principalmente los que conducen al norte de Veracruz.

Al día de hoy esperamos que el gobierno de AMLO haga realidad la terminación total de todos los tramos pendientes de la autopista Cardel-Tuxpan-Tampico y de la repavimentación de la carretera federal Tuxpan-Tantoyuca-Tampico. 

Alguna vez el presidente López Obrador le dijo alguna a Cuitláhuac: “Vete a Oaxaca para que aprendas a hacer caminos. Y te aviso que vas atrasado; allá están por inaugurar obras”. 

Luego entonces, esa iniciativa de hacer turismo por carretera, choca brutalmente con la realidad veracruzana, plagada de malos caminos y con frecuentes delitos y crímenes contra transportistas y turistas, comenzando con la autopista tramo Puebla-Veracruz, o la autopista La Tinaja-Coatzacoalcos, que resultan ser ejes troncales en cualquier programa de desarrollo turístico o comercial del oriente de México.  

Promover el turismo a través de viajes en coche ayudará a los pueblos mágicos, a las zonas de playa, ciudades y sitios arqueológicos a que recuperen puestos de trabajo. Sin embargo, harán falta rutas amigables con caminos en óptimas condiciones para transitar y que puedan brindar comodidad, seguridad y tranquilidad a los paseantes.

Si Cuitláhuac García quiere que los mexicanos se movilicen y hagan turismo carretero por Veracruz, primero necesita entregar los resultados que de él espera la sociedad. Porque de promesas y anuncios están repletas las historias de perdedores y fracasados.

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