La antología de un poeta es regularmente una selección de textos al gusto del que la elabora. Pero en la obra del mexicano Jorge Lobillo, el lector encontrará ideas, emociones o elementos universales que tomará para sí. Son mensajes que le salen del corazón, de la nostalgia vieja y nueva y siempre desde los secretos caminos interiores que él quiere compartir.
Lobillo nació en 1943 en Xalapa, Veracruz, pero su poesía ha trascendido a otras latitudes. Es un notable traductor y su obra poética ha sido llevada a varios idiomas.Admira a Constantino Cavafis, a Josefa Murillo y a diversos autores. En sus inicios, Elías Nandino le reconoció como un buen poeta, pero le pidió total entrega a la poesía. Lédo Ivo dijo que Jorge Lobillo es un poeta del espanto y de la inocencia que interroga la verdad y la mentira del mundo.
De su libro Informe de la Casa son estos tres poemas:
Y sin estas palabras
He bebido tu nombre ya tarde. Extraña, frustrada complacencia. Por ti, por tu pelo, por tus manos, esta hora me devuelve a los espejos. y aborrezco mi piel, mi rostro sumido en la más áspera tortura del aire. Yo habría amado la gravedad de tus equilibradas palabras. Mandado al carajo a todos los poemas. Encontrado el momento fijo a la pista dinámica del conocimiento. Frente a ti, siempre de pie tú como un sedativo vertical. Compartido la desnudez de mi respiro sobre todo ahora que en otro lado poderoso el mar se complace contigo. Esta tarde, ya tarde tu tacto son los senderos del acierto. El mío una constelación futura en medio de mi sangre acorralada. Ocurre entonces que aliento y ciudad se me malogran en el hombro de todos. Y mi estirpe precisa, mi conciencia de ojos en disputa, se recoge. Qué lástima que no nos encontráramos bajo otro cuerpo, en otro tiempo, y sin estas palabras.
Capitulación
Gracias, amor, por esta certidumbre que a todo lleva e ilumina el día, gracias también por la impensada cumbre adonde condujiste la alegría. Gracias te doy por la amorosa lumbre de tu sexo y su afán de rebeldía; gracias igual por esta servidumbre de mi exaltado cuerpo y su energía. Te agradezco el adiós que me dijiste, orillándome al mando de la suerte en este áspero mar azul y triste: cautivo celo de volver a verte tu presente en la luz que siempre diste. Gracias, amor; amor hasta la muerte.
Los trenes
Aquellos trenes que la madrugada desliza entre durmientes y espirales, hartos de sed y rostros comprimidos, ¿hacia dónde señalan su ternura? Pasan ante la cara y el destino, desolados, pero también prudentes. Lejos de entero sueño y toda pena, decisivos se van cuando regresan… Yo soy aquí. El duermevela mío es un estarme yendo apresurado bajo brutal estancia de una sombra que no se adhiere al mar ni se retrasa. Por eso mismo muero… Y equivalgo al fugaz viaje solo de los trenes.