A principios de la década de los noventa el escritor Mario Vargas Llosa vino a una reunión de intelectuales en el Distrito Federal. Frente a Octavio Paz y al historiador Enrique Krauze en un programa que se televisó y difundió, el que llegaría a ser el primer Premio Nobel peruano dijo una de sus verdades que incordió a las autoridades nacionales: “México es la dictadura perfecta”.

El literato explicaba así el poder del PRI y los numerosos años que había logrado mantenerse como partido hegemónico dentro de una aparente democracia y estabilidad política. El tema sigue vivo en este país cada vez que se habla de control del gobierno y de la manera “pacífica” como flota y se sostiene nuestro sistema político. 

Y esto sale a colación a partir de la inauguración que ayer hizo el presidente López Obrador de la pista de aterrizaje de la base militar del aeropuerto internacional Felipe Ángeles en Santa Lucía, que sustituyó al cancelado proyecto aeroportuario de Texcoco. Por la mañana en compañía de autoridades militares y civiles el ejecutivo federal aterrizó en el primer vuelo de un avión de la Fuerza Aérea Mexicana.

Esta es la primera obra importante de su sexenio. Antes había inaugurado un camino de concreto, un hospital de especialidades y un muelle de contenedores en diversas poblaciones oaxaqueñas.

Pero la enorme pista militar en Santa Lucía, representa un logro significativo que se hace posible gracias al esfuerzo y la capacidad de la secretaría de la defensa nacional y de la milicia mexicana.

Y ese poder de los militares evoca los inicios del siglo XX con la Revolución Mexicana, cuando los generales triunfantes impulsaron gobiernos como el de Venustiano Carranza y el de Álvaro Obregón pero es hasta el de Plutarco Elías Calles, cuando se orienta la política del país a una “verdadera vida institucional”, y, de acuerdo a sus intereses, la condición histórica de “país de un hombre” al de “nación de instituciones y de leyes”. Así es como crea, en paralelo, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) que después se transformaría en el Revolucionario Institucional (PRI), una incongruencia léxica e ideológica ya que no revolucionaba las instituciones sino alineaba los intereses de los grupos del poder político y económico de México. Los mandatarios siguientes contaron con la protección y participación del ejército y la marina para afianzar el sistema de partido único. Cuando tiempo después hubo guerrilla, la aplacó la milicia. Cuando vino la insurrección estudiantil del 68, fueron los militares los que resolvieron como saben hacerlo. 

Desde siempre, ellos y los empresarios de la televisión han estado del lado del que gobierna. O el que gobierna ha estado del lado de ellos. No ha habido de otra. 

Cuando a López Obrador se le complicó la gobernabilidad, decidió involucrar al ejército y la marina en todo. Cuando el PRI estuvo, fue uno con los militares. Ahora los militares son uno con MORENA, con AMLO y con la 4T. Los militares siempre irán con el partido en el poder.

Puede afirmarse que continúa la dictadura perfecta que nos descubrió el Nobel peruano. Siempre con los militares al frente, haciendo el uno-dos con el mandatario y su partido. Estados Unidos detuvo a uno de sus grandes jerarcas. López Obrador fue por él, le limpió el expediente, y ahora es eficaz asesor en el nuevo gobierno. Esa es la fuerza real y contundente del ejército mexicano.

Los militares entraron a la construcción del aeropuerto en Santa Lucía, entraron al tren maya, entraron a las aduanas, al tema de las vacunas, y estarán en todo lo que haga falta para conservar la estabilidad política. 

Los simpatizantes de AMLO, que antes criticaron ferozmente al ejército, ahora no se dan cuenta que la milicia cogobierna con López Obrador. Juntos actúan o dejan de actuar contra las bandas de narcotráfico y demás delincuentes. Juntos construyen el desarrollo al estilo 4T. Por eso los incrementos presupuestales del gobierno han sido estratosféricos para el sistema castrense. Y la constitución -otrora Carta Magna- la interpretan acopladamente a su gusto y necesidades.

Ayer viajaron juntos, manifestaron la sagrada unidad patriótica y al final compartieron el desayuno en las nuevas instalaciones de Santa Lucía. La dictadura perfecta la ejerce el ejército y la consiente el mandatario nacional. Con sus otros datos, pero “dentro de la ley” la del más fuerte.

Con esa potencia, se seguirá abusando de la mentira para rifar un avión sin avión, vacunando sin vacunas o inaugurando una pista sin aeropuerto.

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