El 21 de mayo pasado, Antonio Guterres, el secretario general de la ONU, dijo que hasta esa fecha sólo se habían entregado a los países 65 de los 170 millones de vacunas correspondientes al mecanismo COVAX, el esfuerzo global para suministrar vacunas contra el Covid-19 a cuando menos el 20% de la población mundial.

El funcionario de origen portugués explicó que esa demora obedecía a tres factores: el nacionalismo de las vacunas, las limitantes para la producción y la falta de financiación. Pero esa no era la única mala noticia. En esa misma fecha la Organización Mundial de la Salud avisaba que la mortalidad por esa causa era de hasta tres veces, las cifras reportadas por los responsables de las instituciones, calculando en ese tiempo que los fallecimientos podrían alcanzar los 10 millones de casos en todo el planeta.

En estos primeros días de agosto, los números actuales arrojan datos bastante sombríos, ya que se tienen 199 millones de afectados y 4.2 millones de decesos oficiales, la mayoría en los continentes americano y europeo. 

Observando la terrible numeralia de la situación, no queda más que recordar aquellos aciagos pronósticos de principios de 2020 que hicieron algunos analistas y estudiosos de la contingencia viral descubierta a finales del año 2019 en China, los que vaticinaron un escenario catastrófico al paso de los meses, que podría acercarse a lo más parecido a los daños que ocasionaría una tercera guerra mundial, esta sin balas, pero con similar cantidad de muertes y pérdidas socioeconómicas.

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Y por desgracia los daños económicos impulsarán más muertes en las diversas causas contabilizadas, sean debidas a otras enfermedades, accidentes, desnutrición, guerras regionales, recesión o criminalidad. Por ejemplo, en Argentina se ha dado a conocer que el país está llegando a niveles de pobreza similares a los que tenía hace 100 años. En México, el INEGI acaba de informar que en 2020 hubo más de 201 mil muertes por la epidemia, un 35% más que las 148, 629 reportadas por la secretaría de salud federal, ya que esta institución solo registra las defunciones ocurridas en hospitales.

El repunte del coronavirus, identificado como la tercera y cuarta olas en distintos países, produce estimaciones diversas sobre el pico de contagios. En México, el de la variante delta llegará en este mes de agosto. Los semáforos en naranja y rojo impiden o desalientan las actividades productivas y presenciales, ocasionando mayores pérdidas económicas y, por consiguiente, dificultando las expectativas económicas requeridas para una mejor atención a la salud nacional. Por otro lado, la población joven y la población económicamente activa tienden a relajar las medidas de sana distancia y contención indispensables en el peor momento por contagios multitudinarios.

Las cifras que comienzan a evidenciarse por la pandemia, recuerdan las bajas humanas de militares y civiles durante las más desastrosas guerras del siglo XX: los 15 millones de muertos de la guerra civil rusa, iniciada en 1917; los 60 millones de bajas humanas de la primera guerra mundial concluida en 1918 y los 83 millones de muertes de la segunda guerra mundial entre los años de 1939 y 1945. 

Por las pérdidas humanas y económicas que arrastra la pandemia de Covid-19, que nadie sabe cuándo terminará, este hecho bien podría marcar la historia del mundo y compararse con una tercera guerra mundial sin balas, pero con incalculables daños difíciles de olvidar.

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