Las bandas criminales imponen su ley en los más populares centros turísticos de México, desde las costas del Caribe, en la zona sureste, hasta los paraísos del Pacífico, donde los frecuentes tiroteos, asesinatos y atentados han ahuyentado a los visitantes nacionales y foráneos.

El incendio el pasado fin de semana en una discoteca de Acapulco, frecuentada en el pasado por figuras célebres de Hollywood y por personalidades de la farándula local puso en evidencia que la ola de violencia que sacude al país desde hace casi 15 años y arroja unos 335 mil muertos, ha hecho de estos destinos sus lugares favoritos.

La ciudad sureña bañada por las aguas cálidas del Pacífico, que presume de tener la “bahía más hermosa del mundo”, en competencia con Río de Janeiro, Brasil, se ha convertido en una verdadera pesadilla para el turismo al grado que los extranjeros han dejado de acudir en masa a esa urbe y solo los más temerarios se atreven a hacerlo.

El pasado 23 de abril, hombres armados incendiaron siete locales en tres mercados de la ciudad, incluido el conocido Mercado de Artesanías Parazal, muy frecuentado por los paseantes.

Inclusive en la cotizada Zona Diamante, donde se encuentran los más lujosos albergues, suele ser escenario frecuente de tiroteos y el pasado 21 de marzo un turista fue asesinado en el Bulevar de las Naciones.

Detrás de Acapulco, estado de Guerrero, Cancún y Playa del Carmen, en la Riviera Maya, estado de Quintana Roo, frontera con Belice, figuran en el “Top Ten” de las zonas turísticas más peligrosas del país.

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Entre marzo y junio se contabilizan siete personas asesinadas en Quintana Roo, principalmente en Cancún y Tulum, cerca de la Riviera Maya, según el reporte de las autoridades.

El 25 de junio, en las playas Paraíso y la Esperanza, en el Parque Nacional Tulum, cuatro hombres fueron asesinados por desconocidos.

El 12 de octubre del 2020, dos cuerpos sin vida con el tiro de gracia, asesinados con armas de alto poder, maniatados, y con huellas de tortura, fueron arrojados en las calles del centro de Playa del Carmen.

Desde el 2017, esa concurrida urbe de Quintana Roo, visitada sobre todo por turistas europeos y sudamericanos, pero también estadounidenses, es castigado por el flagelo del crimen.

En enero de ese año, en la popular discoteca Blue Parrot, en plena zona turística, se produjo otro ataque que arrojó seis muertos y una quincena de heridos durante un festival de música electrónica, debido a una disputa entre traficantes por la venta de drogas.

Dos años después, en enero de 2019, siete personas murieron en un bar de esta joya turística luego que dos hombres armados dispararon hacia los parroquianos, aunque el gobierno se apresuró a aclarar que entre los fallecidos no había ningún turista pues ocurrió en la zona periférica de Playa del Carmen.

Otra ciudad veraniega en las costas del Pacífico, Puerto Vallarta, Jalisco, fue escenario en diciembre de 2020 del asesinato del ex gobernador Aristóteles Sandoval, de 46 años, mientras departía en un restaurante de la zona turística.

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En julio de 2020, 20 jóvenes empresarios fueron secuestrados por elementos del Cártel de Jalisco Nuevo Generación cuando realizaban la ruta de aventura conocida como Vallartazo, a bordo de motocicletas, uno de los cuales murió.

En abril pasado el gobierno de Estados Unidos pidió a sus ciudadanos abstenerse de visitar 5 estados de México por el aumento en la espiral de violencia, entre los que figura Guerrero y Sinaloa, que son eminentemente turísticos.

El gobierno estadounidense aconsejó a los visitantes no “viajar o trasladarse entre ciudades durante la noche, no tomar taxis en la calle y optar por servicios de base segura o de aplicaciones como Uber”.

Asimismo, recomendó utilizar las carreteras de peaje siempre que sea posible y evitar conducir solo y de noche, así como tener cuidado cuando visite bares, clubes nocturnos o casinos.

A pesar de todos estos hechos, el presidente Andrés Manuel López Obrador niega o evade, en sus discursos matutinos, la veracidad de una triste realidad en México.

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