Un grupo de biólogos se ha mostrado capaz de inducir la recuperación de extremidades en algunos animales que pueden regenerar órganos, pero solo cuando son jóvenes y pierden esta aptitud con la edad. Dentro de los experimentos realizados, a más de un centenar de ejemplares de ranas de uñas africanas les volvieron a crecer las patas traseras cuando ya eran adultas.

La regeneración fue posible gracias a un cóctel de cinco medicamentos aplicado por medio de un pequeño biorreactor de silicona, que los investigadores fijaron sobre cada herida de la parte amputada. La composición incluía ingredientes que inhiben la producción de colágeno (que causa cicatrices), estimulan la fibra nerviosa, el crecimiento de los vasos sanguíneos y los músculos, que controlan la inflamación. El método fue desarrollado por los fisiólogos Michael Levin y Nirosha Murugan, que, junto a otros ocho investigadores, resumieron los resultados de su uso en las ranas en un artículo publicado el 26 de enero en la revista Science Advances.

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Los autores proyectan los resultados de su trabajo a los humanos, teniendo en cuenta que solo en Estados Unidos, donde trabajan, se estima un aumento considerablemente de los casos de pérdida de extremidades en los próximos 30 años: hay previsiones de que afectará a 3,6 millones de personas para el 2050, ante todo los diabéticos, veteranos de guerra, supervivientes de traumatismos y enfermos de arterias periféricas que tendrán alguna amputación.

A pesar de los importantes avances tecnológicos, los médicos carecen todavía de herramientas y métodos para que se recupere un brazo o un pie, o que se revierta la pérdida de tejido en personas.

En los comentarios del autor principal del estudio, Michael Levin, que recoge NBC News, admite que las patas “no eran perfectas cosméticamente”, pero sí funcionales. Además, estas patas regeneradas no tenían las mismas correas en la piel que las amputadas, ni los dedos largos, característicos de la citada especie.

Levin no sabe si esos ‘desperfectos’ se deben a que el cóctel elaborado no era completamente correcto o porque no esperaron lo suficiente para que se desarrollaran. El experimento duró 18 meses, mientras que la expectativa de vida de la rana de uñas africana ronda de 25 a 30 años en cautiverio. Además, hubo cierta variabilidad: algunos animales respondieron muy bien al tratamiento, mientras que otros no tanto.

Sin embargo, el investigador se muestra optimista respecto al futuro uso de esta tecnología en los hospitales para recuperar extremidades de personas con amputaciones. “Si sabemos cómo estimular las células, entonces deberíamos ser capaces de construir lo que queremos que construyan”, concluyó.

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