Las corrientes de convección generadas por el núcleo caliente de la Tierra suelen señalarse como las responsables del movimiento de continentes y placas tectónicas, que forman partes de la corteza terrestre, o litosfera. Sin embargo, muchos geofísicos han puesto en duda la hipótesis de que el efecto de ese calor y su distribución variable produjera bastante energía como para mover la capa exterior del planeta.
Un equipo de tres investigadores miró al cielo en busca de una explicación al fenómeno y presume haberla encontrado en la interacción de las fuerzas gravitatorias del Sol, la Luna y la propia Tierra.
La clave de su hipótesis, expuesta este 27 de enero en la revista GSA Special Papers (de la Sociedad Geológica de EE.UU.), es el denominado ‘baricentro’, el foco de las masas en un sistema de cuerpos en órbita. Está desequilibrado, según el estudio, y la ‘culpa’ es de la deriva lunar, la misma que provoca las mareas.
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El alargamiento de la órbita lunar y una excursión radial mensual del baricentro de aproximadamente 1.000 kilómetros son dos fenómenos vinculados y se deben a la atracción gravitatoria del Sol sobre la Luna, que tiene un valor 2,2 veces mayor que la terrestre sobre su propio satélite natural. Las temperaturas en las capas superiores del planeta son el resultado de la fuga de calor radiogénico desde el interior hacia el espacio, pero una combinación de aceleración e inercia tiene mucho más efecto sobre los movimientos en la litosfera.
El desequilibrio genera tensiones, que las “cálidas, gruesas y fuertes capas interiores del planeta pueden soportar”, mientras que “la litosfera fina, fría y quebradiza responde fracturándose”, según explicó la primera autora del estudio, Anne Hofmeister, geofísica de la Universidad de Washington en San Luis. Sin la Luna y las oscilaciones que provoca entre el baricentro y el centro físico de la Tierra, no veríamos esta actividad de las placas que observamos.
En este sentido, dice Hofmeister y recoge un comunicado universitario, nuestra Luna es “excepcionalmente grande” y su tamaño y la distancia concreta del Sol “son esenciales”.
Para validar esta idea, los investigadores aplicaron sus cálculos a varios planetas rocosos del Sistema Solar y sus lunas, ninguno de los cuales ha tenido actividad tectónica confirmada hasta la fecha.
El estudio muestra que la presencia y longevidad del volcanismo y del tectonismo dependen de una combinación concreta del tamaño de la luna, la orientación orbital de esta y la proximidad al sol.