Desde el surgimiento de la especie humana hasta la actualidad, el arte rupestre ha permitido a hombres y mujeres del mundo plasmar en imágenes sus cosmovisiones, a la par que les ha facilitado el registro de eventos naturales, astronómicos y otros aspectos de su vida cotidiana, señaló Pilar Casado López, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Al impartir remotamente la conferencia Caminando junto al arte rupestre. Del primer arte de la humanidad a la gráfica rupestre en México, como parte del ciclo “La arqueología hoy”, coordinado en El Colegio Nacional por el arqueólogo Leonardo López Luján, la especialista en patrimonio rupestre señaló que, a nivel mundial, los fechamientos de esta gráfica sobre roca son una herramienta para analizar los procesos de poblamiento por parte del Homo sapiens.
En este sentido, dijo, existen sitios como la cueva de La Pasiega, en Cantabria, España, cuyos fechamientos, realizados mediante uranio-torio, han brindado una antigüedad que se remonta a 64 mil 800 años antes del presente, lo que mantiene un intenso debate científico porque tal temporalidad es casi 20 mil años anterior a la llegada del humano moderno al continente europeo, hace 40 mil años.
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“Las fechas en La Pasiega son tan antiguas que entran en lo denominado mundo neandertal, lo que querría decir que también esta especie habrían tenido esta capacidad artística”.
La autora de El arte rupestre en México (1990) anotó que la gráfica rupestre es un modo de reconocer el avance tecnológico de la humanidad: “por ejemplo, en Noruega hay petrograbados cuya antigüedad se remontan a hace 8 mil años, las cuales aluden a hombres navegando en balsas, o en lugares como la cueva de Val Camónica, en Italia, con representaciones de combatientes usando espadas y cascos”.
En el caso del territorio mexicano, dijo, los abrigos rocosos permitieron a las comunidades dejar testimonios de sucesos trascendentales en la historia, como el inicio de la conquista española, como lo evidencian las pinturas rupestres de la comunidad de El Boyé, en Huichapan, Hidalgo, donde los otomíes de antaño dejaron plasmado un teocalli (templo), aludiendo a la antigua dominación mexica del área, y debajo de este, más tarde, añadieron un dibujo representando un templo católico.
“Posteriormente, cuando en los siglos XVII y XVIII declinaron las poblaciones de cazadores-recolectores, se continuó con la tradición de consignar sucesos importantes mediante el arte rupestre”, puntualizó Casado López, al mostrar una imagen de la cueva de la Rinconada, en Coahuila, donde una inscripción del siglo XVIII detalla lo ocurrido en 1784 o 1786, cuando en la sierra de la Rinconada, militares, nombrados como Menchaca, Cortés y Pacheco, y diversas tropas “atacaron una numerosa gandulada de indios, matando tres y dejando muchos heridos, y quitaron toda la caballada, la mulada y el pillaje”.
Réplicas y conservación de pinturas rupestres
Durante el inicio y el cierre de su conferencia, la arqueóloga mostró diversas imágenes de las cuevas de Altamira, en España, y Lascaux, en Francia, quizá, los dos sitios rupestres más famosos a nivel mundial, pero que están cerrados al público.
Lo anterior, dijo, se debe a que desde sus descubrimientos en 1868 y 1940, respectivamente, ambas cuevas fueron visitadas de forma masiva, exponiéndolas a numerosos daños antropogénicos, razón por la cual España y Francia cuentan, cada uno, con un museo que replica cada una de las cuevas y sus pinturas rupestres, los que permite mantener las originales con mínimo contacto humano, limitado solo a los científicos que las estudian y las preservan.
Para evitar llegar a esos últimos recursos de la conservación, concluyó la especialista, se deben desarrollar tareas de registro, investigación y protección técnica y legal, en constante apoyo con las comunidades aledañas a los sitios, “ya que solo así se podrá dar a conocer y fomentar el apego a los contextos patrimoniales”.
Cabe mencionar que como parte de la conferencia virtual, Pilar Casado López y Leonardo López Luján externaron sus condolencias por el reciente fallecimiento del arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, quien fuera coordinador nacional de Arqueología del INAH, y una de las mentes más preclaras de su disciplina.