Después de seis semanas protagonizando el juicio más mediático de los últimos tiempos, Johnny Depp (58) y Amber Heard (36) esperan una sentencia. Los siete miembros del jurado popular (dos mujeres y cinco hombres) se reunieron el pasado viernes tras los alegatos finales, pero no llegaron a un veredicto unánime. Nadie sabe lo que pueden tardar en hacerlo, después de todo necesitan llegar a una conclusión conjunta: si hubo difamación por parte de la actriz en su artículo publicado en 2018 en The Washington Post o no. Pero, sin dudas, podría ser hoy martes 31 de mayo o cualquiera de los próximos días.
A lo largo de todo el proceso, ambos actores nos hicieron testigos de una relación tóxica plagada de versiones opuestas, incluyendo acusaciones mutuas de abuso y violencia. Cada uno expuso haber sido víctima de la difamación del otro, sufriendo contratiempos profesionales y perjudicando sus carreras. Sin embargo, pase lo que pase, considero que este juicio ha cometido un error enorme.
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No hace falta estar siguiendo el caso a rajatabla para saber que la expectación por conocer la sentencia es máxima. Las redes llevan mes y medio comentando el juicio, mientras los medios especializados nos volcamos a seguir sus extensas jornadas (a veces muy aburridas) en busca de la última noticia. Sin ir más lejos, el juzgado de FairFax habría decidido repartir 100 pulseras cada día a los primeros de la fila para dar acceso a la lectura del fallo. Según El País, las colas son enormes con acampadas en las puertas del recinto.
No obstante, gane quien gane, ya no habrá marcha atrás. Si bien estamos ante un enfrentamiento civil en términos jurídicos sin penas criminales ni nada por el estilo, ambos se enfrentan a una condena a largo plazo que va más allá de los millones de dólares que tenga que pagar el perdedor (Depp demandó por $50 millones, mientras Heard presentó una contrademanda que duplicó la cuantía). Hablo del recuerdo del mundo. Y es que en este proceso los hemos visto aireando detalles de una relación tóxica y oscura, donde habrían convivido con supuestas peleas físicas y verbales, degradación, celos, traumas íntimos del pasado, presuntos abusos sexuales, destrozo de hogares y un sinfín de drogas y alcohol. Los vimos a ellos mismos contándolo, pero también los oímos en audios que no terminaban de dejar a ninguno bien parado.
Y esto únicamente tuvo lugar porque la jueza Penney Azcarate aceptó que el juicio fuese televisado antes de comenzar el juicio. Heard no quería que se emitiera y sus abogados intentaron impedirlo alegando al interés mediático de las campañas anti-Amber. Sin embargo, la defensa de Depp aceptó la televisación citando que si la actriz ya había supuestamente arruinado la reputación de su ex marido en la prensa, entonces el juicio no debería ocultarse. Al final, ante la atención y peticiones de medios que el juzgado estaba recibiendo, la jueza sopesó el caos que podía montarse afuera de la salas con periodistas agolpados intentando conseguir la última noticia y decidió aceptar la emisión.
A través de dos cámaras posicionadas dentro de la sala pudimos ver a Depp saludando a sus fans a diario, reírse ante algunas declaraciones graciosas, no mirar a Amber Heard durante su testimonio pero sí tener buena relación con sus abogados, sobre todo con Camille Vásquez. Con la televisación en directo se abrió la puerta a la especulación pública, al libre albedrío de comentarios y opiniones. Si por comentar, hasta surgieron vídeos burlones y rumores que hablaban de noviazgo entre la abogada y el actor. Se prestó atención con lupa al enfrentamiento entre la abogada y Amber Heard durante el contrainterrogatorio, tomando partido como si fuera un partido de fútbol. Y solo porque el mundo tenía acceso constante a todo lo que sucedía en la sala. Hubo lugar también para la parodia y las bromas vertidas por los fans de Johnny Depp que tienen a Amber Heard metida entre ceja y ceja.
Por ejemplo, para que se hagan una idea, el canal de YouTube Law & Order, que emitió el proceso al completo cada día, acumuló hasta 1.247.163 de espectadores durante la transmisión en directo del primer día del testimonio de Depp.
Sin embargo, con esta emisión diaria el mundo tuvo acceso a la intimidad de una relación evidentemente tóxica entre dos actores de Hollywood. Actores que se acusan mutuamente de difamación pero que, para llegar hasta la sentencia, han aireado todo tipo de historias extremas arrebatándoles del foco estelar, intocable y superficial de Hollywood que algún día brilló sobre ellos.
Gane quien gane, la victoria se antoja igual de oscura, porque el mundo tuvo acceso a toda la historia. Y entre el favoritismo de los fans de Depp y el circo mediático, se terminó frivolizando sobre abusos de violencia de género, sobre las señales de una relación tóxica y hasta burlándose de una mujer que dice ser víctima. El hecho de televisar el juicio terminó despojándolos de los últimos harapos de estrella que les quedaban, desnudando sus facetas más vulnerables, oscuras e íntimas ante el mundo entero. Y ese mundo los usó como método de distracción y herramienta de entretenimiento de turno.
Ahora, con la televisación diaria y el seguimiento mediático provocado, el juicio quedará en la memoria del mundo. Esas historias de abusos y violencia permanecerán en el aire con todos los detalles que ellos mismos plasmaron, y no en base a “lo que dice la prensa”. Y por eso, pase lo que pase, ya no hay vuelta atrás para ninguno de los dos.