Para celebrar los 45 años del conjunto de son jarocho Mono Blanco, a ritmo de guitarras y jaranas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, se presentó el libro El renacimiento del son jarocho y el grupo Mono Blanco (1977 – 2000), del investigador Bernardo García Díaz, una edición que da cuenta de cinco décadas del resurgimiento de este género musical que ha trascendido las fronteras de México.

En un acto organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Mèxico y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), la sesión contó con la participación de la directora general del Instituto, Lucina Jiménez López; el autor del texto, Bernardo García; la investigadora Ishtar Carmona, y el conjunto encabezado por Gilberto Gutiérrez Silva, que interpretó algunas de sus más conocidas piezas de son jarocho como El mundo se va a acabar y Chuchumbé.

En la sesión, la titular del Inbal, Lucina Jiménez, destacó la celebración de dos obras trascendentes: el libro, un trabajo digno de reconocimiento, de admiración “que nos puede servir de material orientador porque recoge y problematiza el tema y nos regala al mismo tiempo ese espíritu de fiesta”, y “el trabajo tan comprometido y apasionado, alegre y divertido, que ha realizado el conjunto Mono Blanco”.

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Al agradecer ambos hechos, Lucina Jiménez acompañó un largo aplauso para el conjunto musical, a quien le hizo una propuesta: que la celebración de los 45 años de Mono Blanco se extienda con una exposición que explore el camino recorrido en esas cinco décadas, pero también que pueda desarrollar un proyecto musical con alguna de las agrupaciones artísticas del Instituto y así enriquecer la programación del Inbal, lo cual fue aplaudido por el público.

El renacimiento del son jarocho y el grupo Mono Blanco (1977 – 2000), de Bernardo García Díaz, reconstruye el proceso de reanimación de la música tradicional y de la fiesta comunitaria del fandango que tuvo lugar en el último cuarto del siglo pasado: el movimiento jaranero.

Editado por la Universidad Veracruzana, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Instituto Veracruzano de la Cultura y la editorial Mar Adentro, el libro consta de 560 páginas que contienen nueve capítulos, además de un epílogo y un dossier de más de 250 fotos, producto también de una ardua investigación iconográfica.

La directora general del Inbal consideró que el texto es una polifonía de voces, testimonios y enfoques que van más allá del son jarocho. Se trata –dijo— de una obra trascendente que será un referente fundamental de cómo estudiar, documentar, hacer crónica, problematizar un tema; que va más allá de un género musical hacia un profundo movimiento cultural, comunitario, político, que toma partido y posición frente a lo que significa una forma de vida y una cultura local en un sentido absolutamente radical.

“Nos permite el libro entender que son las colectividades las que construyen, porque Mono Blanco es en sí una colectividad y una experiencia que el autor desmenuza y coloca en su contexto de temporalidad: Mono Blanco nace desterritorializado en la Ciudad de México hace 45 años, en otro territorio que no era el Sotavento, pero nace con una influencia intercultural y logra generar una semilla a propósito de algo que el autor del libro reconoce como ese amor, ese apego a los afectos, al afecto que significa la pertenencia, el saber de dónde vienes, de saber qué es lo que ordena tu vida”.

Entonces, destacó Lucina Jiménez, con su labor Mono Blanco genera un campo florido que va más allá de hacer que las comunidades, las familias, los habitantes de todo el Sotavento recuperen una poética, una capacidad de construcción de una lírica sabia, fabricar sus instrumentos, volver a la recuperación el tablado y, con ello, además construye territorios más amplios para la expresión cultural.

Por otro lado, la titular del Inbal destacó que el volumen refleja también el reconocimiento testimoniado del papel de las mujeres como claves para el desarrollo de la fiesta del fandango, la formación de los niños, la organización y, en sí, la irrupción de movimientos de mujeres que componen e interpretan sones, hacen rima y todo lo que implica el circuito que conforma el movimiento del son jarocho convertido en fiesta.

Además, refirió, en las 560 páginas del libro se hace un reconocimiento del vínculo profundo de las familias, cómo fueron trabajando, manteniendo aún en los momentos de mayor crisis y deterioro los proceso, y cómo fueron desarrollando esos lugares de resistencia. En ese entorno, Mono Blanco representa ese núcleo de actividad que recupera dos vínculos: el cultural y el generacional que permiten esa posibilidad de diálogo intergeneracional que alimenta hoy al son jarocho.

En su momento, el autor del libro El renacimiento del son jarocho y el grupo Mono Blanco (1977 – 2000), Bernardo García Díaz, se dijo orgullosos de estar en el máximo recinto del país, el Palacio de Bellas Artes, y agradeció “a la vida” permitirle hacer este libro: “Aunque no soy experto en el tema, me pareció fascinante la revitalización del son jarocho, porque es una de las cosas más valiosas que han pasado en este país, a nivel cultural y nacional, y porque ahora tiene una repercusión internacional.

Se trata, afirmó, de una buena noticia, luego de tanta incertidumbre en el mundo: “El libro es una buena noticia porque se trata de una hermosa música que languidecía en otros años y a partir de los años setenta se ha revitalizado en un movimiento colectivo en el que participaron músicos e instituciones como Radio Educación, compañías disqueras, promotores culturales, etcétera”.

El libro reúne también a los integrantes de Mono Blanco en sus diferentes momentos y contiene una amplia iconografía, una especie de salón de la fama del son jarocho, además es un repaso de todos aquellos que han participado en el movimiento, viejos y actuales, y todas las acciones que se desarrollaron a su alrededor.

Luego explicó: El son de repente se extendió en los últimos 40 años por todo el país y traspasó las fronteras para repercutir en ciudades de Estados Unidos como Los Ángeles, San Francisco y Nueva York con festivales constantes y permanentes, y por supuesto dio el brinco hacia Europa.

Por su parte, la investigadora Ishtar Carmona consideró que ya hacía falta una monografía del resurgimiento en los años setenta del son jarocho, pero no a manera de enciclopedia, sino que fuera un recuento crítico, pero emotivo, de lo significó este movimiento que rescató una práctica popular, histórica, de memorias identitarias.

“No tengo duda en afirmar, como lo he hecho a lo largo de 20 años de investigación sobre el movimiento jaranero, que el conjunto Mono Blanco ha abierto una brecha no solamente en reactivar esas memorias populares, sino también esas prácticas que hoy nombramos con cierta normalidad”.

Y agregó: “Me sorprende cómo Bernardo García en su libro es capaz de ordenar las diferentes estampas, escenarios, los niveles cronológicos, y armar el edificio de una narrativa tan compleja como lo es el movimiento jaranero de los setentas para acá. En el libro no falta el nombre de ningún personaje que haya sido importante para el movimiento y rinde un justo homenaje a ese motor que impulsa el movimiento jaranero y que se llama Mono Blanco”.

En la presentación del libro estuvieron el fundador y director, así como los integrantes de la agrupación Mono Blanco: Gilberto Gutiérrez Silva, Gisela Farías Luna, Juan Campechano Yan, Octavio Vega Hernández, Iván Fernández Farías y Emiliano Gutiérrez Farías.

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