Por no ser esporádica o escasa, los mexicanos deberíamos meditar sobre la opinión de intelectuales, de políticos, activistas sociales y periodistas mexicanos, en el sentido de que la sucesión presidencial de AMLO en 2024 será una de las más complicadas y peligrosas de la historia.
Por desgracia para la población, a lo largo del régimen lopezobradorista se han ido presentando diversos signos negativos, que una vez unidos y entrelazados, plantean escenarios ominosos para el proceso democrático que concluirá a mediados de ese año.
Los escenarios que se dibujan para los meses que le faltan a esta administración de gobierno, auguran desastre económico, inflación creciente, desempleo, pobreza, corrupción al alza y mayor desintegración familiar.
Estos fenómenos crecen a niveles alarmantes por el menosprecio a los sectores productivos, por la estrategia de polarización social instrumentada desde rincones oscuros del régimen, por la ineficacia de los diferentes cuerpos de seguridad pública del país y por el fortalecimiento de los grupos de la delincuencia organizada, que día a día ganan posiciones de poder político, económico y social y territorios urbanos y rurales del país.
La falla operativa y la temprana decadencia de la política instrumentada desde palacio nacional, es enfrentada de modo autoritario por López Obrador, mediante desaforados y consistentes intentos enfocados a la subordinación desvergonzada de los otros dos poderes de la Unión, consiguiendo que poco a poco estos pierdan independencia ante el poder ejecutivo.
Desde la cúpula también hay un sistemático maltrato a la Constitución Política y a toda la reglamentación jurídica con el fin de facilitar todas las decisiones administrativas y financieras que tienen que ver con el programa de gobierno y la ejecución de las grandes obras de infraestructura y los proyectos principales de la 4T.
Por todo ello la crítica generalizada de la oposición se mantiene constante en prácticamente todas las áreas de la vida nacional. El presidente tiene una estrategia distractora para disminuirla, pero esa mecánica ha sido descubierta y burlada por los oyentes con estudios, y que produce mayor inconformidad en aquellos que escudriñan la función pública. Como respuesta, las organizaciones independientes y los partidos políticos opuestos al régimen se organizan para presentar un frente común y organizado para la elección federal venidera.
Sin embargo, hay focos rojos que no dejan de parpadear: aumento de delincuencia, impunidad para criminales, corrupción imparable en todos los órdenes de gobierno, desorden o negligencia en las dependencias encargadas de la seguridad, desapariciones y asesinatos sin solución o castigo.
Políticos, activistas, ambientalistas, periodistas y opositores asesinados o perseguidos por todo el país en números inéditos, se utilizan como “malos ejemplos” para avisar, con la bala o el garrote, que el poder no se consiguió con Morena para soltarlo fácil o cabalmente con apego a las leyes.
Desastre, fatalidad y tragedia se asoman en el horizonte político de México. El último sábado de septiembre la senadora Lilly Téllez anunció, desde la Sultana del Norte, el inicio de su gira nacional -en un desayuno en el club social ‘Casino Monterrey’, que reunió a los más importantes empresarios y políticos de aquella zona- para buscar la presidencia de México o, cuando menos, contribuir a que el régimen de mentiras de López Obrador y Morena no siga provocando más daño a la nación. La semana pasada ella denunció dos veces amenazas de muerte llegadas desde las redes sociales.
Chico Ché y La Crisis suena con canciones jocosas en las conferencias mañaneras del palacio nacional, mientras el gran jefe de jefes y su crisis, compone y disemina cuentos diarios del “notable” éxito de su gestión. Desde el pulido piso del auditorio, sus seguidores le aplauden sugestionados a tope, pero si la Guacamaya devora a la serpiente, a dónde vamos a parar.