Con un grado de conciencia política vetusta, el presidente Andrés Manuel López Obrador continúa su marcha por las calles de la Ciudad de México para llegar al Zócalo de la capital del país.

En México se ve que en el país se tienden las bases de otro régimen autoritario, presidencialista y la consolidación de un partido corporativo, como lo está siendo el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).

Bajo el esquema populista y paternalista, Andrés Manuel, el hombre que caminó 18 años para lograr ser presidente de México, hoy regresa a las trastornadoras marchas que desde antaño encabezó para criticar y oponerse a los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y de su antecesor Enrique Peña.

Para algunos académicos “Esas respuestas presidenciales suceden en una coyuntura muy particular, pero casi todas son movilizaciones que se convocan ante una crisis o ante múltiples crisis”, explica Rodolfo Gamiño, historiador y docente de la Universidad Iberoamericana.

La institucionalización del acarreo (traslado de personas en camiones; reparto de comida –tortas, refrescos, fruta–; de dinero; de gorras, playeras, matracas y banderas; promesas de pavimentar calles, etcétera), recobran vida en la cultura política de una nación donde en cuatro años de gobierno lopezobradorista hay 4 millones de pobres más, y donde la violencia, la inseguridad y la corrupción gubernamental crecen sin medida, ni rubor.

En el gobierno del expriísta López Obrador, la pobreza sigue administrándose y su partido ha sido incapaz de movilizar a la base social de México. A decir de Gamiño, AMLO ha reinstaurado el presidencialismo como instrumento de unificación. “Lo que ha caracterizado su presidencia es el mensaje de: ‘Ante las crisis, estoy yo; yo soy el centro’. Es la respuesta al hecho de que no ha logrado concretar un consenso social en México”.

Las críticas de sus opositores en la ‘benditas redes sociales’ -como él en algún momento las calificó- no dejan de señalar los incumplimientos, la corrupción, el nepotismo y la  ineficacia de su gobierno, entre las que destaca la del productor y comunicador Víctor Trujillo, quien también caracteriza a Brozo, que en su Twitter escribió: “Tantas promesas de certidumbre y cambio en tantas plazas, tantas arengas en contra de los poderosos y sus perversas taras, para terminar encabezando un gobierno que simula, intimida y paga por ocho horas de ovaciones a domicilio.”

Para la senadora Lilly Téllez, una de las críticas más fuertes al régimen actual, la marcha de este domingo “Es la cúspide del culto a la personalidad”, mientras que el exdiputado Fernando Belaunzarán acusó que “nunca jamás se había acarreado tanta gente para un evento de megalomanía presidencial”. En tanto, el empresario Claudio X. González, promotor del frente opositor “Unidos”, acusó de clasista el acarreo de personas. 

“Nada más clasista, racista y narcisista que abusar de la dignidad de personas necesitadas de todo el país acarreándolos a marchar para sobar el ego del autócrata”, criticó.

A casi noventa años después de la ‘Marcha del Progreso’, -un concepto adoptado por las naciones en el siglo pasado- encabezada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1935 para romper con los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana, López Obrador sigue convocando a la división, mientras disfruta una marcha donde su rostro, los peluches, las cartulinas y las vivas sólo dicen ¡Que viva el presidente! ¡Que viva él!, nadie más, eso sí, usando las guayaberas -camisas de Yucatán- que impuso el expresidente Luis Echeverría Álvarez en los años setentas.

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