Wolf Ruvinskis fue un deportista que se consolidó como uno de los villanos más representativos en la Época de oro del cine mexicano. Lo mismo actuaba con Tin-Tan en personajes de matices cómicos que, con Pedro Infante en papeles de más carácter, pero nunca llegó a tener protagónico y fue, sin embargo, un destacado actor de reparto gracias a su físico.

Cómo podía pasar desapercibido ese hombre de 1.80 metros, con marcado acento argentino, cuya meta era llegar a Estados Unidos pero que se ganaba la vida como cargador de bultos en el mercado de La Merced, barrio donde llegaron varios inmigrantes como él a encontrar refugio, trabajo, comida, familia y calor humano.

Irónicamente, el incidente lo acercó hacia algo que siempre anheló, salir de la pobreza en la que vivió desde la infancia: su familia huyó de la persecución nazi de Letonia y se refugió en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, pero en el país sudamericano vivió en un internado por tres años por decisión de su madre, mientras ella buscaba la forma de subsistir.

Pero en México le rompieron la nariz durante un pleito callejero y su destino cambió al visitar al médico Bolaños, quien atendía a los deportistas de la lucha libre. Cuando Ruvinskis llegó para que lo curara, el doctor quedó impactado por su imponente corpulencia y lo convenció de probar suerte como luchador. Meses después debutó en la Arena Coliseo frente a Bobby Bonales, fue tal el éxito y la aceptación del público que decidió abandonar el sueño estadounidense y hacer carrera.

“Cuando vine se me quedó viendo el matchmaker Lomelí. Me dijo: ‘tú tienes un físico muy bonito, la gente va a estar contigo en forma inmediata. Pero si eres rudo la gente se va a enojar y va a llenar la arena. Entonces el público me decía de todo, ‘¡desgraciado, miserable, judío, ruso, vete a tu casa!’. Traicionaba al público, traicionaba a todos. Fui rudo por conveniencia, porque conquistaba al público (contra mí) y obligaba al promotor a programarme”, contó en una entrevista con La Jornada.

Su fama en la lucha libre lo convirtió en superestrella de este deporte. Formó con la Tonina Jakson la pareja infernal, y se enfrentó a leyendas como El Santo (a quien derrotó en el ring y con quien alternó en varias películas), Gory Guerrero, Tarzán López, Enrique Llanes, Blue Demon, Black Shadow, El Médico Asesino y El Lobo Negro. Continuó su carrera hasta finales de los años sesenta.

Mientras sumaba éxitos a su profesión como luchador, también probó suerte en la actuación. En 1948 debutó en teatro en la obra Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, producida por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), acompañado de María Douglas y dirigido por Seki Sano, director japonés a quien se le atribuye la transformación del teatro mexicano. Sin embargo, Salvador Novo, director del instituto, lo acusó de acoso sexual, poniendo fin a su carrera teatral.

Un año después, la oportunidad actoral volvió a abrirse y se colocó en el filme No me defiendas compadre al lado de Germán Valdés, Tin-Tan. En su primera escena, Wolf lleva a cenar a Leticia Palma a un restaurante donde sirve como mesero Tin-Tan, que con sus torpezas provoca una batalla campal.

Poco después Ruvinskis protagonizó una de las primeras películas de lucha libre, La bestia magnífica, junto a Crox Alvarado y Miroslava, luego tuvo papeles en La última lucha, Los tigres del ring, El luchador fenómeno y Asesinos S.A., junto a Adalberto Martínez. Resortes. También fue la estrella indiscutible de la serie Neutrón junto a Julio Alemán.

Fue inolvidable como el petulante boxeador “Bobby Galeana” en Pepe el Toro de Ismael Rodríguez, donde mata en el ring al mejor amigo de Pedro Infante, “Lalo Gallardo”.

En su trayectoria se cuentan unas 100 películas. Incluso logró una nominación al Ariel como Mejor actor de reparto por Juego limpio en 1995.

Fue presidente de la Comisión de Lucha Libre Profesional del Distrito Federal, cuando el gobierno capitalino decidió separarla del boxeo, en enero de 1994. “Dos veces me llamaron y las dos las rechacé. La tercera ocasión dijeron una frase que llamó mucho mi atención: ‘con su nombre y prestigio usted puede dignificar la lucha libre’. En ese instante sabía que tenía que aceptar. Soñé con esa palabra, dignificar. Para mí la lucha libre es un deporte noble y los luchadores y el público deben tratarlo con respeto y excelencia”.

Como de niño tuvo carencias, entre ellas la educación, en sus tiempos libres gustaba de leer, acudir al cine, al teatro, pero sobre todo a escribir cuentos, casi todos con un final inesperado, según contó su hija el día de su muerte. De niño no tuvo la posibilidad de prepararse, y por eso de adulto siempre estudió y buscó la paz en el psicoanálisis.

Cuando vivió en Colombia, a dónde llegó en una parada mientras soñaba con llegar a Estados Unidos, conoció a Beatriz Pérez, con quien tuvo una hija, Elsa. Posteriormente se casó con la bailarina de ballet clásico Armida Herrera, con la cual tuvo dos hijos, Miriam y José, pero el matrimonio se disolvió. En México conoció a Hylda Otylle Castillero Gilhwaxnovetzky, que sería su tercera esposa y con la que se casó por el civil y por el rito judío, tuvieron un hijo, y tiempo después se divorciaron.

Wolf nunca volvió a casarse, aunque mantuvo relaciones con varias mujeres, entre ellas Lilia Michel.

Aunque muchas veces se dice “desafortunado en el amor, afortunado en el juego”, tampoco fue así para el luchador, pues su fortuna conseguida en el cine, los restaurantes y la casa de cambio de la que era dueño fueron embargadas por problemas legales.

Wolf Ruvinskis falleció el 9 de noviembre de 1999 víctima de un paro cardiaco después de haber permanecido varios días internado en un hospital de Ciudad de México.

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