Es sábado por la tarde, hace un día precioso y estás disfrutando de la compañía de tu familia en el campo; de pronto, vibra el móvil, y ahí está, el correo del jefe. ¿Cuál es tu reacción? Seguro que cada uno tiene la suya, pero también es seguro que quedará en ti, en el mejor de los casos, la semilla de tener algo pendiente.
Y puede que ese correo del jefe no tenga malicia, sino que simplemente quiere quitarse cosas de encima y te lo envía para que lo revises el lunes. Sin embargo, sus consecuencias son devastadoras, y esto es lo que ha demostrado un estudio llevado a cabo por la universidad Virginia Tech.
“Killing me softly”, o la destrucción de los emails a deshoras
William Becker, coautor del citado estudio, no ha dudado en bautizarlo como “Matándote suavemente: las comunicaciones electrónicas con los empleados y el impacto en su bienestar”. Y es que el citado estudio ha demostrado que esas comunicaciones fuera del horario de trabajo pueden ser devastadoras para la salud mental, y atentos a esto, no solo la del empleado: también la de su entorno más directo.
Más de 400 trabajadores en distintos sectores los que han sido objeto de estudio para llegar a una interesante conclusión: no es el hecho en sí de recibir un correo a deshoras, lo más demoledor es la expectativa a una respuesta.
Esto es, imagina que tu jefe te envía ese correo en pleno fin de semana y tú, fiel a tus principios, decides no leerlo ¿Que proceso mental se desencadena en ti? Es una simiente que te va corroyendo poco a poco. ¿Qué me querría decir? Y si lo has leído… ¿Debería responderle ya?
A esto se refiere Becker como “expectativa” y que desencadena un efecto muy pernicioso en tu salud mental, ya que no llegas a desconectar del todo, y la de tu entorno más directo, que percibe tu tensión de forma instantánea.
El trabajo de campo no duda en apuntar con su dedo acusador a la tecnología y los dispositivos electrónicos como responsables de una “epidemia de estrés y ansiedad” (palabras textuales), que afecta a un número creciente de trabajadores.
“Las fronteras entre la vida personal y laboral son cada vez más difusas”, explica el estudio en sus conclusiones, “y los trabajadores se ven obligados a franquearlas, en contra de su voluntad, debido a la expectativa de una respuesta”.
Aquí nos encontramos ante dos situaciones: la peor de todas, la del jefe que ignora tu derecho a desconectar y te llama, exigiendo, a cualquier hora del día de la semana; la segunda, también muy dañina y que ha dejado patente el estudio, la del jefe que envía el correo igualmente a deshoras, pero asumiendo que es posible que no se responda hasta el inicio de la jornada laboral.
El estudio deja patente que, en este segundo caso, el daño se produce en el mismo momento del envío, salvo que el trabajador sea un superhumano capaz de desconectar por completo, mente y alma, en sus momentos de asueto. Para el resto de los mortales, la pelota estará en su tejado y con ella el temor a ser considerado como un empleado poco responsable.
¿La solución? Cortar el problema en origen e impedir que el jefe envíe emails o WhatsApps en horario de descanso, una quimera que parece poco alcanzable, al menos en los tiempos que estamos viviendo.