Jesús Lezama

Ojalá, por nuestros hijos y nietos, algún día repitamos aquel Discurso exhortatorio de Carlos Fuentes, colofón de su libro de cuentos Cuerpos y ofrendas: “Escúchame, deja de bailar; no te agites; ¿cuál es tu mal, muchacho?; ¿qué te preocupa?; reúne a tus amigos; pídeles que se callen; ¡qué ruido espantoso!; diles que dejen sus pífanos y gaitas y tambores y me escuchen bien: el mundo está ordenado y bien ordenado; nos costó mucho salir de las tinieblas; ustedes no saben lo que era aquello: la oscuridad, muchachos, la barbarie, sí, los ejércitos del saqueo; la sangre,  el crimen y la ignorancia. Salimos con gran esfuerzo de ese infierno; más de una vez desfallecimos; más de una vez la espada del godo, el incendio del mogol y la caballada del humo derrumbaron nuestras construcciones como si fuesen de arena; castillos de naipes. Pero miren ahora: organizamos un espacio y creamos un orden estable”. Ojalá, algún día, cuando un futuro promisorio nos alcance, podamos repetir este discurso, por el bien de todos, y ellos, los tenebrosos nos escuchen desde las mazmorras.

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