La historia de los cuatro hermanos indígenas que estuvieron 40 días perdidos en la selva colombiana después de sobrevivir a un accidente aéreo llenó las cabeceras mundiales durante días y sus misterios son abordados ahora por el periodista Daniel Coronell en el libro “Los niños del Amazonas”.
Como periodista de investigación, uno de los más reconocidos de Colombia, a Coronell le costaba creer que a los menores los hubiera atrapado un duende o que un indígena mayor -tras tomar yagé (ayahuasca)- luchara para que los liberara. Le costaba dejar de lado su raciocinio y ponerse en la piel de quienes los rescataron.
“Es un tejido de narraciones que lo obligan a uno a ceder en la razón y en las posibilidades de verificación, pero a la vez es un hecho que los militares quizás mejor entrenados en el mundo en labores de jungla no pudieron con lo que pudo un curandero indígena bajo la influencia del yagé”, explica Coronell, presidente de Noticias Univision, en una entrevista con EFE desde Miami (EE.UU.).
En “Los niños del Amazonas” (Aguilar), el periodista reconstruye esos frenéticos 40 días desde que una avioneta se estrelló en una selva inexplorada el 1 de mayo de este año hasta que los hallaron. Colaboración inédita
Él mismo se confiesa pesimista; dudaba que estuvieran vivos, pero la búsqueda la lideró un experto piloto de guerra, el general Pedro Sánchez, comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, quien entendió que para que la “Operación Esperanza” tuviera éxito tenía que escuchar a los indígenas.
Esa “causa común” era algo “totalmente novedoso”, explica Coronell, porque los indígenas siempre habían visto con desconfianza a los militares. Y también fue una puesta en valor de los conocimientos de los pueblos de la selva.
El otro protagonista del libro es José Rubio Calderón, del resguardo de Araracuara, de donde son los menores, y que fue quien los ubicó gracias al yagé y a su relación con la naturaleza.
“Ese señor me pareció realmente inspirador porque (…) lo que yo encuentro es una enorme coherencia interna en su discurso (…) es una persona portadora de una sabiduría oral milenaria”, explica el periodista, que hace un recorrido por la cultura de los uitoto, sobreviventes del genocidio del caucho. La falsa alarma
Coronell llegó a la historia de rebote. Era presidente de la revista Cambio cuando el mandatario colombiano, Gustavo Petro, anunció el 17 de mayo que habían encontrado a los niños.
En este medio dudaban de la noticia, pues las Fuerzas Militares (FF.MM.) no tenían confirmación, y pidieron ayuda a Coronell, quien tiene contacto directo con Petro, para confirmarlo.
“Presidente, buenas tardes. Quiero contarle que una fuente habitualmente confiable de las FF.MM. me dice que no tiene información sobre el rescate de los niños de la avioneta. ¿Es posible que esté equivocado? ¿Usted me podría orientar para buscar la información?”, le escribió.
No se lo desmintió, pero Coronell no tenía la confirmación y luego los hechos le darían la razón. “Cada vez es más dudoso lo que diga un presidente”, afirma, “el periodismo no se trata de tener fuentes confiables, porque ninguna podemos considerarla tal; ni Su Santidad el papa, ni el rey, ni el policía, ni el presidente; tenemos que poner todo en duda, pero al mismo tiempo tener la inocencia de mirar con ojos frescos las situaciones nuevas”. Las lecciones del Amazonas
En una de las ocasiones en que Coronell se reunió con Petro, cuando ya los niños habían sido encontrados, le preguntó del caso y el mandatario le contó que vio natural el uso el yagé en la búsqueda; incluso reconoció que él lo usó dos veces cuando joven.
En la última ingesta se vio a sí mismo en un atentado y desde entonces este exguerrillero que ha vivido amenazado casi toda su vida tiene “algo en su mente que le dice que va a morir en un atentado”.
En la primera, Petro se vio echando raíces y abrazando una montaña, lo que le dio una visión de que su labor era cuidar la naturaleza.
“Gustavo Petro es un presidente que se merece muchas de las críticas que afronta por la forma particular en que está ejerciendo su Gobierno, pero hay algo en lo que él tiene razón: ¿por qué el mundo no considera cambiar deuda externa de estos países a cambio del cuidado de la cuenca amazónica vital para toda la humanidad? ¿Por qué no hay un sentido de solidaridad grande hacia lo que significa cuidar el pulmón del mundo?”, se pregunta Coronell.
Y quizás esta historia, llena aún de misterio y misticismo, pueda traer atención a la selva que atrapó a cuatro niños y que es capaz de expresar malestares.
“Es una responsabilidad de los países pobres, de los países amazónicos, conservar el Amazonas, ¿por qué les exige tanto el mundo mientras que les da tan poco?”, se pregunta Coronell y afirma: “A veces dejamos la responsabilidad de la supervivencia a los más débiles”, a estas comunidades indígenas de las que salieron Lesly, Soleiny, Tien Noriel y la bebé Cristin.
Estos cuatro niños, que se refugiaban en la selva de las palizas que su padre y padrastro daba a su difunta madre, ahora están protegidos por el Estado pero Coronell, como todo el mundo, tiene un deseo: “ojalá la vida les entregue la oportunidad de ser felices como se lo merecen”.