El nombre del escritor japonés Haruki Murakami figura cada año -y desde hace muchos- entre los candidatos al Premio Nobel de Literatura. Y pese a que no haya sido elegido por la Academia Sueca, el jurado del Premio Princesa de Asturias sí valoró su trayectoria literaria y le concedió el pasado 2003 el premio Princesa de Asturias de las Letras. Este 12 de enero cumplió 75 años, y ¡con nueva novela bajo el brazo¡.

Si preguntamos al público que nos diga un título de Murakami, la mayoría nos dirá Tokio Blues, novela con la que a finales de los ochenta, un joven y desconocido escritor japonés Harini Murakami obtuvo su primer y sonoro éxito en el mercado internacional. 

Desde entonces, el escritor japonés más famoso del planeta  -y eterno candidato al Nobel- que abarca diferentes géneros: novela, ensayo, o relato corto, ha llegado a varias generaciones de lectores de muy distintas procedencias, pasando en apenas dos décadas de ser autor de culto a autor de ‘best seller’, superventas de calidad, si, pero best seller al fin y al cabo. 

Como lo definió el jurado del premio Princesa de Asturias, Murakami destaca por «la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental con una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo”.

El jurado lo destacó como un “autor de culto y de masas”, alternancia que resulta bastante inusual. Un escritor inquietante. En sus historias pueden encontrarse referencias de todo tipo, a la tradición occidental como Dostoievski, Fitzgerald o Orwell a manifestaciones de la cultura popular, como la música, el cine o las series de televisión, que le acercan al gran público.

 El tono intimista, en ocasiones surrealista y con rasgos de inverosimilitud y humor, no evita, que se enfrente «a los más graves problemas sociales y a la lucha por la defensa de los valores humanos esenciales, insistiendo en el ansia de amor y en el sentimiento de soledad de sus personajes, que sobreviven entre lo real y lo onírico, entre la certeza y la incertidumbre constantes».

Hijo de dos profesores de literatura, nació en Tokio el 12 de enero de 1949. En 1975 se graduó en Literatura, Música e Interpretación. Apasionado de la literatura norteamericana y de la música anglosajona, regentó en su juventud un local de jazz  al tiempo que traducía al japonés a Truman Capote, Scott Fitzgerald, J.D. Salinger o John Irving.

Su trayectoria literaria comienza en 1979, cuando publica su primera novela, ‘Escucha la canción del viento’, por la que obtuvo el Gunzou Literature Prize para escritores japoneses noveles y dio origen a la conocida como Trilogía de la rata, que seguiría con ‘Pinball,1973’ (1980), dándose a conocer con ‘La caza del carnero salvaje’ (1982), por la que fue galardonado con el Premio Noma para nuevos escritores, a la que siguió tres años después, ‘El fin del mundo y el fin de las maravillas’.

Pero el éxito le llegó de la noche a la mañana en 1987, con de ‘Norwegian Wood’ -versión original de la ya mencionada Tokio Blues-, obra que sale precisamente a partir del título de una canción de Los Beatles, una novela que le dio repercusión internacional, se tradujo a más de 40 idiomas y hasta tuvo una adaptación cinematográfica. Le siguieron ‘Dance, Dance, Dance’ (1988), ‘Al sur de la frontera, al oeste del sol’ (1992), ‘Crónica del pájaro que da cuerda al mundo’ (1994), ‘Underground’ (1997); ‘Sputnik, mi amor’ (1999), ‘Kafka en la orilla’ (2002), o ‘After dark’ (2004)  títulos que no hicieron más que consagrarle -y encasillarle- como el mejor escritor de best sellers.

Murakami es también conocido por su afición al maratón, deporte que practica con asiduidad y experiencias que dieron para el conocido ensayo: ‘De qué hablo cuando hablo de correr’ (2007) donde una vez más demuestra cómo con una redacción sencilla, sintética y cinematográfica se puede contar la vida cotidiana, elevándola a ese imperturbable duelo de contrarios entre realidad y ficción con lo que lleva cautivando más de cuatro décadas a millones de lectores.

Entre sus títulos más leídos destaca la trilogía 1Q84 (2009-2010), tres tomos publicados en homenajea a la gran obra Orwell ‘1984’, uno de los autores a los que más admira Murakami. Con ‘Los años de peregrinación del chico sin color’ (2013) vendió más de un millón de copias en Japón. Al año siguiente apareció ‘Los hombres sin mujeres’ seis relatos de historias sencillas en torno a hombres que -como adelanta el título- acaban de perder a las mujeres que amaban, a la que siguieron ‘El elefante desaparece’ (2016), ‘La muerte del comendador’ (2017) o ‘Primera persona del singular’ en 2020.

Autor muy querido, de esos que crean adicción como la música favorita, aunque el Nobel se le resiste entre sus galardones figura el Premio Yomiuri (Japón, 1996), el Premio Mundial de Fantasía (EEUU, 2006), el Asahi Prize (Japón, 2006), el Franz Kafka (República Checa, 2006), el Premio Jerusalén (Israel, 2009), o el Hans Christian Andersen de Literatura (Dinamarca, 2016).

Solitario, reservado y extremadamente tímido

Haruki Murakami encarna el prototipo de escritor solitario y reservado; se considera extremadamente tímido y siempre subraya que le incomoda hablar de sí mismo, de su vida privada. Pero no de cosas concretas. En el ensayo ‘De qué hablo cuando hablo de escribir’ (2018) reflexiona sobre la literatura, la imaginación, los premios literarios y confiesa, por ejemplo, que cuando comenzó a escribir le bloqueaba la responsabilidad de redactar en un idioma que conocía perfectamente y por tanto le exigía un nivel culto, elevado, ante lo que se le ocurrió, a modo de reto, hacerlo en inglés, lengua que no dominaba y que le llevó a escribir con frases simples y palabras básicas, dando así con lo que sería una de las claves de su éxito.

El resultado de aquel experimento le gustó y se tradujo al japonés, poniendo así  «la primera piedra del millón de páginas de sintaxis escolar que le conocemos”, -apunta el periodista Alberto Olmos con su agudeza habitual-, es más: “su simpleza es enternecedora por lo que es normal que sus novelas se lean a toda velocidad: lo que se escribe a toda prisa se lee también a toda prisa”.

De ahí que los intelectuales de su país no le tuvieran -al principio- mucho aprecio al consagrase como autor de best-sellers. Y es que como se suele calificar a Murakami, es uno de los pocos autores que dieron el salto inverso de escritor de prestigio a autor de super ventas en todo el mundo. 

Pero él, a sus 75 años, cuando acaba de publicar (en Japón) ‘La ciudad y sus muros inciertos’, Murakami, equilibrado, sigue sin salirse de sus rutinas, de lo que se espera de él. Humilde como pocos, sin darse la menor importancia a pesar de la máquina de hacer dinero, en la que se han convertido sus novelas, este hombre tranquilo, sencillo, inalterablemente cotidiano, se considera como un funcionario de la escritura: “escribo mis diez páginas a diario como cualquier persona que ficha a la entrada y a la salida del trabajo.”

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