Entradas a 5 dólares, un coqueto bar de billares en una de las arterias principales de Los Ángeles y emitidos en una cadena local. Así fue la primera ceremonia de los prestigiosos premios Emmy, que el jueves cumplen 75 años de reconocimiento a la élite televisiva.

Aquel 25 de enero de 1949, la Academia de la Televisión de EE.UU. apenas repartió un puñado de galardones en el Hollywood Athletic Club que, entre otros, fueron a parar al concurso ‘Pantomime Quiz’ como el programa más popular y a Shirley Dinsdale como la personalidad del año en la pequeña pantalla.

Era el inicio de todo pero también el final de un proceso en el que sus fundadores debatieron arduamente si llamarlos premios ‘Ike’, por el tubo iconoscopio que usaban las cámaras entonces, o ‘Immy’, en honor al orticón, un instrumento fundamental en el desarrollo técnico de este formato.

Se acabaron decantando por la segunda, pero en una versión feminizada -‘Emmy’- debido a que la estatuilla fue creada por el ingeniero Louis McManus y usó a su esposa como modelo para el diseño definitivo de una musa alada elevando un electrón.

La popularidad de los Emmy crecía cada año ante un público fascinado por la televisión, escasos canales donde elegir y galas con performances medidas al milímetro para ser recordadas.

“La televisión ahora está cada vez más especializada. Cuando había unas pocas cadenas, los programas se diseñaban para un público general (…) Ahora son raros los momentos en los que el país participa en una experiencia de visionado compartida”, detalla a EFE Christopher Chávez, profesor de Publicidad en la Universidad de Oregón.

Para la historia quedan el premio a la personalidad televisiva en 1951 para Groucho Marx; la aparición de Richard Nixon -que aún no era presidente- dando paso al dúo cómico Nichols y May en 1959; o la victoria ese mismo año de Harry Belafonte, primer afroamericano en ganar un Emmy.

A principios de los setenta comenzó una diversificación de los premios con los Emmy Internacionales, para producciones emitidas inicialmente fuera de EE.UU., y a mediados de esa década surgen los Daytime Emmy, que se mantienen aún para laurear a programas diurnos.

Se acercaba el auge de la televisión por cable, que cristaliza en los ochenta en EE.UU., y la Academia de la Televisión amagaba con productos nuevos como los Super Emmy, que enfrentaron únicamente en 1974 a ganadores de drama y comedia para decidir el premio al actor del año.

Desde que se permitiera en 1988 a los programas emitidos por cable competir en los Emmy, hasta entonces reservados a canales comerciales (públicos), las producciones del nuevo modelo impusieron su dominio.

David Thorburn, profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts enfocado en estudios de medios, sitúa el cambio de paradigma en el estreno de la serie ‘The Sopranos’ en 1999.

“‘The Sopranos’ supuso la culminación del primer programa por cable con mayor audiencia que uno de cadena comercial”, rememora a EFE.

Comedias como ‘Frasier’ o ‘The Simpsons’ iniciaban entonces su legado como las series más premiadas en la historia de los Emmy -37 reconocimientos cada una- que más tarde sería superado por ‘Game of Thrones’, con 59 galardones.

Así se llega al contexto actual de un mercado de ‘streaming’ con gran variedad de series que ha repartido las audiencias mientras la Academia de la Televisión toca fondo: la última edición registró su mínimo histórico de cuota de pantalla.

Joe Saltzman, de la Universidad del Sur de California, achaca parte de esta falta de interés a que el jurado “rara vez ve todos los programas” debido al enorme abanico y solo elige “al que más les ha gustado y a todos sus participantes”.

“Esto hace que la entrega sea tediosa y no siempre justa”, sentencia.

Otros expertos como Robert Thompson, fundador del Centro Bleier para la Televisión, deslizan a EFE la “remota” posibilidad de que desde ahora los Emmy puedan “considerar producciones o programas realizados en plataformas como TikTok”, YouTube o Twitch para conectar con nuevas generaciones. 

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