Irma Patricia Pérez Páez lleva 12 años gritando su dolor por la desaparición de su hijo Porfirio Adrián Galván Pérez. Lo volvió a hacer un año más —junto a otros cientos de madres buscadoras— este viernes 10 de mayo en las calles de la Ciudad de México.

Al grito de “el 10 de mayo no es de fiesta, es de lucha y de protesta”, las mamás de todo el país comenzaron a concentrarse en el Monumento a la Madre pasadas las 9 de la mañana, a donde ella también llegó para reclamar la inacción de las autoridades del Estado de México, tras la desaparición del joven en Ixtapaluca.

Desde ese momento, los grupos de madres les recordaron a todas las demás, en su día, que si su hijo desapareciera, también les dolería y también lo buscarían. La unificación nacional de colectivos y el reclamo a un presidente que —acusaron— se va sin cumplir fueron dos de los puntos centrales de su pronunciamiento en el Zócalo capitalino.

“Usted ya se va, y se va sin resolvernos, se va sin atendernos, se va sin escucharnos”, reprochó María Herrera, madre de cuatro hijos desaparecidos –dos en Guerrero y dos en Veracruz–, al presidente Andrés Manuel López Obrador frente a un Palacio Nacional que las recibió con vallas y elementos de seguridad desde su llegada.

Ahí en la plancha de la capital se concentraron todas las deudas de la administración actual, a unos meses de que termine, con las madres que buscan a sus hijos desaparecidos: un censo paralelo que redujo las cifras sin justificación, el nombramiento de Teresa Guadalupe Sahagún Reyes, sin experiencia, al frente de la Comisión Nacional de Búsqueda; la crisis forense, las fallas de las fiscalías, la indolencia de todo tipo de autoridades.

“Nosotras, sí que sí, le traemos otros datos. Esta es la realidad que vivimos las madres mexicanas. No tenemos este día, como las demás madres, para celebrar, nosotras no tenemos nada que celebrar, y usted reconozca que nos falló, no nos ha cumplido. Exigimos nos ayuden a buscar a nuestros hijos, quien quede en el gobierno, no nos interesa quién; lo que sí queremos es exigir nuestros derechos, y exigir los derechos de nuestros hijos”, agregó Herrera.

“Nosotras le traemos otros datos”

Irma Patricia forma parte de esos otros datos. Mientras esperaba la salida de la Marcha de la Dignidad Nacional Madres buscando a sus Hijas, Hijos, Verdad y Justicia en el Monumento a la Madre –que este año, por primera vez, se encaminó al Zócalo capitalino en lugar de al Ángel de la Independencia–, narró cómo al buscarlo recientemente en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, se dio cuenta que lo borraron, desapareciéndolo por segunda vez.

Las autoridades no la han ayudado, al MP lo cambian con frecuencia, las administraciones cambian y la búsqueda solo sigue desgastándola. “Más que nada yo quiero justicia y saber en dónde está mi hijo, qué pasó con él… Ahora con eso de que ya desaparecieron por segunda vez a mi hijo, cuándo lo voy a encontrar. Lo desaparecieron ahora que el presidente dijo la suma de desaparecidos”, añadió.

Irma Patricia se refiere al Programa nacional de búsqueda generalizada, conocida como “nuevo censo”, que instruyó López Obrador y con el que el Gobierno de México incumplió diversas disposiciones previstas en la ley, luego de que el 31 de julio del año pasado el presidente dijera que la cifra de desaparecidos en realidad era menor a la oficial y ordenara a los servidores de la nación realizar un censo “casa por casa”.

Pasadas las 10 de la mañana, los primeros contingentes salieron hacia Reforma y tras un breve titubeo por el cambio de ruta, tomaron la dirección hacia el centro con las consignas “La gente se pregunta, ¿y esas quiénes son? Somos buscadoras y buscamos por amor”; “Dónde están, dónde están, nuestros hijos dónde están”; “Hijo, escucha, tu madre está en la lucha” y “Únete, únete, que tu hijo puede ser”.

A gritos, las madres también recordaban que “¡Jalisco es una fosa!, ¡Guerrero es una fosa!, ¡Tamaulipas es una fosa!”. Una de las pancartas lanzaba una agridulce felicitación: “Feliz 10 de mayo a todas las mamás que tienen a sus hijos completos porque a mi mamá le falta uno”.

De fondo, se escuchaba una interpretación de la canción La Llorona, entre música producida por diversos instrumentos de batucada. “Este dolor se canta, Llorona, cuando llorar no se puede”, era la estrofa que seguía al pase de lista que sostenía el contingente previo, que tras cada nombre, consignaba: “Presente, ahora y siempre”.

La honra era también para las madres que han sido asesinadas durante y por su labor de búsqueda, que desde el jueves por la noche fueron recordadas en el Monumento a la Madre: más de 20 desde 2010.

“Es momento de unir esfuerzos y exigir a las autoridades que hagan su trabajo”

Rosa Laura Martínez Guerrero es una de las tantas mujeres que marcharon para que el eco de su voz se replique. Vino de Ciudad Valle, San Luis Potosí, y pertenece al colectivo de Voz y Dignidad por Nuestros Desaparecidos.

“Yo busco a mi esposo desaparecido el 17 de marzo del 2010; él viajaba en un autobús de la empresa Pirasol junto con 27 personas más y dos choferes. Ellos desaparecieron en Valadeces, Tamaulipas. Desde hace 14 años continuamos en la búsqueda”.

Al igual que las otras madres, Rosa Laura portó el rostro de su esposo en su playera. También cargaba una cartulina, la misma que la ha acompañado en estos años de búsqueda en campo y en las Fiscalías.

Ella acudió a marchar con el colectivo al que pertenece para mandar un mensaje a Palacio Nacional de que las madres buscadoras de diferentes estados están unidas, provienen de lugares donde ha aumentado la violencia y con ella, las desapariciones.

“Aparte, hay más de 52 mil cuerpos en los Semefos que no han sido identificados. Exigimos también que se reconozca que las cifras de desaparecidos existen y que no son las que el gobierno dice. Aquí está la prueba, somos miles de personas que seguimos en esta lucha porque no los hemos encontrado”.

Al llegar al Zócalo de la Ciudad de México, entre las madres que corrieron frente a las vallas que bordeaban el Palacio Nacional para colocar sus mantas, una reclamó al Presidente por cambiar las cifras de personas desaparecidas:

“Sólo queremos saber dónde están nuestros hijos. No venimos a hacer desastre. Señor presidente, nos abrió las puertas del Palacio y nos las cerró, jamás nos volvió a recibir y usted prometió que las cosas iban a ser diferentes y ahora quiere cambiar las cifras y desaparecer a los desaparecidos. Nos es justo, queremos saber dónde están nuestros hijos, nuestras hijas”, dijo una mamá.

A unos pasos estaba Ana Luisa Romo Díaz, quien busca a su hijo, Noé Antonio Méndez Romo, desaparecido el 27 de junio del 2010 en Torreón, Coahuila: “Les digo que este es nuestro 10 de mayo, peleando para que se hagan investigaciones para el regreso de nuestros hijos, buscando nuestro 10 de mayo con pala con pico entre piedras, en montes y pues aquí haciendo esta marcha del 10 de mayo como decimos 10 de mayo, no es de fiesta. Nosotros no tenemos un 10 de mayo que festejar; este es nuestro festejo, buscar a nuestros hijos desaparecidos”.

“Somos parte de una historia de largo aliento”: madres buscadoras

“Somos parte de una historia de largo aliento; solo hay ojos que no nos han querido ver”, recordaron las madres buscadoras en el Zócalo capitalino, después de enfrentarse a las puertas resguardadas de Palacio Nacional para reclamar “Dónde están, dónde están, nuestros hijos dónde están”.

Unos momentos antes, se habían enfrentado a un Zócalo que les cerraba el paso por las obras de peatonalización. Cuando ya venían por 5 de mayo, tuvieron que virar sobre Palma para después continuar por Venustiano Carranza y encontrar el mismo impedimento en 20 de noviembre. Pero para quienes buscan a sus hijos con sus propias manos, no hay obstáculos: retiraron las vallas y se limitaron a decir a los elementos de seguridad: “Vamos a entrar por aquí, con permiso”.

Luego de parar brevemente en el asta, se dirigieron a Palacio Nacional para intentar, otra vez, lo que les ha sido negado durante tantos años: un diálogo que quedó de nuevo sin respuesta. Pronto, las mantas con fichas de búsqueda comenzaron a llenar la plancha y las madres tomaron el micrófono para dejar salir la rabia y la indignación, pero también la lucha que no termina.

Recordaron que el pasado 21 de marzo más de 300 familias de personas desaparecidas anunciaron el inicio de un proceso de unificación familiar, como respuesta a la profundización en el país, durante los últimos 17 años, de la problemática en materia de personas desaparecidas. “Les incomodamos y se dan cuenta que persistimos en nuestra búsqueda incansable por encontrar a nuestras hijas e hijos que fueron desaparecidos”, se escuchó en el micrófono.

“Hoy queremos recordar a todas las madres que desde la década de los 60 han luchado por la búsqueda y localización de sus hijos e hijas desaparecidos”, dijeron en memoria de quienes han sido asesinadas. Apenas en 2024, Lorenza Cano Flores, Angelita Almeras León y Noé Sandoval Adame.

Lamentaron ver con tristeza cómo el gobierno cada día se niega a escuchar la voz de las familias y termina atropellando la búsqueda. Sin embargo, advirtieron que, a pesar del Estado, seguirán en la búsqueda con sus propias manos, guiadas por sus corazones. Igualmente, reiteraron su llamado a las familias que aún no son parte del proceso de unificación y subrayaron que no hay una única persona que represente a todos los colectivos.

“Reiteramos a los partidos políticos, y a sus candidatas y candidatos: no somos un botín político. Les exigimos que respeten nuestros procesos y no los manchen con sus disputas electorales. A los gobiernos les exigimos que no quieran evadir sus responsabilidades con mentiras y politiquerías, pues están en el puesto por decisión propia, a diferencia de nosotras”, subrayaron luego de que ayer el Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos difundiera una carta abierta a los partidos políticos con un mensaje similar.

Abrazaron desde la plaza capitalina a las madres migrantes de Centroamérica que buscan a sus hijos en nuestro país, porque “este dolor atraviesa fronteras”, así como al campamento por la libertad de Palestina que sostienen estudiantes y académicos en Las Islas de Ciudad Universitaria. Al Estado mexicano le exigieron la búsqueda y localización inmediata de todas las personas desaparecidas y el cese de esa práctica. Los institutos de ciencias forenses, señalaron, podría mitigar el dolor de miles de familias.

Fue en ese momento cuando subrayaron algunas de las deudas: los obstáculos de la Fiscalía a la consolidación del Banco Nacional de Datos Forenses y no asumir con dignidad su responsabilidad de investigación, así como la imposición de la actual comisionada de búsqueda, Teresa Guadalupe Reyes Sahagún, que ha desmantelado lo construido. Finalmente, exigieron la destitución del fiscal general, quien –dijeron—se ha convertido en un “procurador de impunidad”. A las fiscalías y comisiones de búsqueda estatales les exigieron mejorar sus procesos y empatía.

Yolanda Morán cerró sosteniendo desde su silla de ruedas las fichas de búsqueda de dos figuras públicas: el presidente Andrés Manuel López Obrador y el fiscal general Alejandro Gertz Manero. Del primero dijo: “No nos recibe, no nos atiende, no le gusta ver a las lloronas y nunca nos ha recibido cuando es su responsabilidad todo el país. Por eso lo ando buscando; si alguien lo ha visto, díganos, porque nunca nos ha querido recibir, se asusta al ver a las víctimas”.

Al señor fiscal, espetó, se le busca también, y “si alguna vez sale de su búnker, díganos para poder encontrarlo y hacerlo responsable por el sueldo que cobra por un trabajo que no hace. No investiga, no identifica, no hacen su trabajo; ambos también están desaparecidos, y desaparecen a nuestros hijos doblemente con su mentado censo, ofensivo para nosotras”.

Por primera vez desde el Zócalo en un 10 de mayo, las voces indignadas de las madres buscadoras volvieron a llenar el vacío de justicia –como lo llamaron durante la velada de la noche anterior— con los motivos que las mantienen persistiendo en su lucha: “¿Por qué les buscamos? Porque les amamos. ¿Hasta cuándo? Hasta encontrarles”.

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