Daniel Arjona/Zenda

Nació como una suerte de experimento de escritura a cuatro manos de una pareja de novelista negro y poeta, sobrevivió a la pandemia y ahora, con su tercer0entrega, la inspectora Manuela Mauri se ha ganado su consolidación definitiva abriendo las puertas a todo un botín de historias por venir.

Sus creadores, el matrimonio sentimental y profesional formado por Lorenzo Silva (Madrid, 1966) y Noemí Trujillo (Barcelona, 1966), han decidido que en su última novela, La innombrable (Destino), inspirada como las anteriores por un caso criminal real, Mauri viva un auténtico viacrucis personal mientras investiga la turbia muerte de una menor prostituida. Viacrucis que, sin embargo, podría ser el activador de su renacimiento personal.

—¿Cuándo y cómo se dan cuenta de que van a escribir La innombrable?

—LORENZO SILVA (LS): Son dos las chispas. Por un lado, cuando sacamos Si esto es una mujer, la primera novela, nos encontramos con que el personaje era bien recibido y se ganaba a los lectores. Nos planteamos entonces contar al menos dos historias más para tratar de ver si Mauri se consolidaba. Nació como un personaje en uno de mis cuentos y no estábamos seguros de su potencial. Mi experiencia con Bevilacqua es que un protagonista de ficción se gana su continuidad en la tercera entrega. Parece que Mauri también lo ha conseguido. La segunda chispa tiene que ver con el hecho de que esta saga busque siempre inspirarse en un crimen real que no ficcionamos, cuidado, más bien nos interesan los móviles. En esta ocasión, la idea prendió cuando supimos hace once años de la terrible noticia de la trama de prostitución de menores tutelada en Palma de Mallorca. Porque la normalización de la prostitución deja un río revuelto en el que pescadores sin escrúpulos se llevan por delante vidas humanas.

—NOEMÍ TRUJILLO (NS): Cuando pienso en un nuevo libro de Manuela Mauri, no olvido que es marca de la casa incluir un homenaje a un escritor del siglo XX. En la primera entrega, Si esto es una mujer, honramos al antifascista italiano y superviviente del Holocausto Primo Levi. En la segunda, La forja de una rebelde, al republicano exiliado español Arturo Barea. Hay un camino en nuestros homenajes y pensamos mucho quién podía recoger el testigo en esta tercera parte. El elegido fue el irlandés Samuel Beckett, quien luchó con la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, aunque advierto que la novela suya a la que alude el título de la nuestra, El innombrable, es dificilísima. Si hubo, como nos dijeron, quienes leyeron a Levi o a Barea por nuestros libros, esta vez van a encontrarse con un hueso duro de roer. También le digo que en la cuarta novela de Manuela Mauri, que ya está prevista, no sabemos si continuaremos estos homenajes.

—Después de tres novelas, ¿lo de escribir a cuatro manos ya les sale solo? ¿Cuál es su método?

—NT: Llevan cinco años haciéndonos esa pregunta y me sigue encantando contestarla. Nada es más bonito que hablar del proceso creativo, que siempre es lo más interesante del trabajo de escribir. ¿Cómo lo hacemos para escribir a cuatro manos? No somos los primeros ni seremos los últimos. Y cada pareja tiene su método. Algunos lo preparan todo al detalle y se dividen estrictamente el trabajo. Nosotros no. Y cada uno de estos tres libros lo hemos escrito de una manera. En realidad, no tenemos método, sino más bien una actitud: saber ser humildes cuando el otro plantea una idea mejor que la tuya. Y su contraparte: saber ser valiente cuando crees que tu idea es mejor y debes defenderla.

—LS: ¡Algo de método sí tenemos! Ja, ja, ja. Siempre nos aseguramos de que el motor de la realidad que nos mueve sea el mismo para ambos y a partir de ahí construimos la ficción después de pensar bien la evolución del personaje dentro de una investigación concreta. También reflexionamos acerca de cómo trabajar la referencia literaria, que en esta saga suele tener que ver con la deshumanización del otro. Todos los totalitarismos se basan en esa misma idea. Y también las dinámicas criminales, como aquí las menores explotadas. Por último, con la historia ya desarrollada, escribimos cada uno más o menos la mitad del texto según lo que cada cual pueda aportar mejor. Una de las cosas que más me ha gratificado de esta saga es escribir ideas originales de Noemí.

—No encontramos aquí a la inspectora Manuela Mauri en su mejor momento… ¿No han sentido en ningún momento la sensación de estar siendo demasiado crueles con ella?

—NT: Después de cinco años acompañando a Manuela Mauri, yo diría que es mi personaje de ficción con más entidad. Y tiene cosas tanto de Lorenzo como mías. Siempre tiene la moral alta, como él. Y luego, no le gusta planchar y es madre, como yo.

—LS: ¡A mí sí me gusta planchar!

—NT: ¡Es verdad! Ja, ja, ja. En fin, esta última novela puede entenderse, de hecho, como la historia que una madre le cuenta a su hijo. Y no pienso que hayamos sido crueles con ella, pero sí le digo que hemos apostado por hablar sin tapujos del cuerpo y de la enfermedad. En la tradición clásica de la novela negra a veces parece que los detectives no tienen cuerpo, no enferman. No te imaginas a Sherlock Holmes en el urólogo. Beber sí que beben, sin embargo, sin parar. Nuestros personajes, sin embargo, no son invulnerables. Y Manuela ha sufrido problemas de salud mental, ginecológicos… o el más serio que le golpea en este tercer libro y que le hace replanteárselo todo. Nosotros hacemos novelas de personajes, no true crime.

—Ahora que citan el true crime, ¿qué opinan de la polémica reciente sobre el desprecio que denuncia el entorno de las víctimas en las producciones de este género, como en el caso de los crímenes de Asunta o de Gabriel Cruz?

—LS: La perversión principal que ha originado este debate es la conversión en espectáculo del dolor ajeno con nombres y apellidos. Yo tengo muchas reservas éticas al respecto de esa trivialización. Por eso nosotros partimos de historias reales, pero tomando todas las distancias y precauciones necesarias. Cambiamos lugares, caracteres de las víctimas… Lo que nos interesa son los motivos criminales. Somos conscientes del dolor que rodea estas historias, que siempre cuenta con nuestro respeto. A mí llegaron a ofrecerme escribir sobre el asesino de la baraja en términos que no me gustaron nada, y me negué.

No podemos cometer el error de meterlo todo en el mismo saco. Lo audiovisual es una cosa y la literatura otra. Nosotros nunca reproducimos los detalles de un caso real, pero sí nos inspiramos en la realidad. Soy poeta, me gusta mucho Lorca y recuerdo cómo se inspiró en un crimen real para escribir Bodas de sangre. Podemos decir que nosotros usamos el «método Lorca». Nuestra víctima lo es en realidad del sistema prostitucional español.

—La enmienda a la prostitución es aquí a la totalidad. ¿En el futuro sólo cabe su abolición, como dice la propia Manuela Mauri?

—NT: Yo, como Manuela Mauri, soy abolicionista. ¿Por qué somos tan condescendientes con la prostitución? La sociedad española necesita hablar seriamente de esto. Los escándalos de prostitución de menores tutelados se multiplican en Baleares, Canarias, Asturias… ¿De verdad vamos a asumir como sociedad esto? ¿No somos capaces de hacer nada? La trata no para de subir, según los informes oficiales. ¿Nos da igual todo esto?

—Aquellos que defienden la legalización del llamado oficio más antiguo del mundo, entre ellos algunas asociaciones de prostitutas, alegan que nunca desaparecerá, debido al carácter de la sexualidad masculina, y creen que la prohibición desprotegerá aún más a estas mujeres.

—NT: No estoy de acuerdo. Para mí la prostitución no se puede legalizar, porque no es un trabajo.

—LS: Noemí lo tiene claro desde siempre. Yo debo reconocer que he hecho un viaje en este asunto. Siempre me pareció que la prostitución era una actividad que partía de una situación de indefensión de la persona prostituida. Mujeres traficadas, menores o vulnerables socioeconómicamente. Ese arquetipo de la mujer empoderada que ejerce la prostitución es posible pero residual. Siempre me pareció una actividad socialmente indeseable que la ley debía dificultar, pero dudaba acerca de cómo dificultarla. ¿Si prohíbes la prostitución de forma extrema se la entregas, como la heroína, a las redes criminales? Eso me hacía dudar, pero me sacó de dudas comprobar las experiencias de otros países. En Suecia o Francia la prostitución es un delito penado y ha bajado radicalmente la prostitución. El río es más pequeño. La versión opuesta es Alemania, donde la prostitución es legal, hay tarifa plana, te regalan el bocadillo, etc. ¿Qué ha ocurrido? La prostitución y el tráfico de mujeres has aumentado de forma descomunal. La prostitución es un mal socialmente indeseable y hay que estorbarla con decisión.

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