Todos tenemos sensibilidad, unos más que otros. Pero hay personas con alta sensibilidad, las PAS, cuyo sistema nervioso funciona de forma más reactiva frente a los estímulos, viven las emociones con más intensidad. Se trata de un rasgo de la personalidad que es necesario identificar y gestionar para poder extraer todo su potencial, pero también para evitar consecuencias negativas en la salud mental y física.

“Las personas con alta sensibilidad tienen mayor conciencia de los estímulos, tienen un procesamiento cognitivo más profundo, pero también una sobreestimulación y una mayor reactividad emocional y fisiológica”, explica a EFEsalud la psicóloga e investigadora de la Universidad de Sevilla, Manuela Pérez Chacón, también presidenta de la Asociación de Psicólogos y Profesionales de la Alta Sensibilidad – PAS España.

Este rasgo de la personalidad, que no es un trastorno psicológico, se denomina científicamente “Sensibilidad de Procesamiento Sensorial” (SPS) y lo describió la psicóloga estadounidense Elaine Aron en los años noventa basándose en cuatro pilares:

  • Profundidad de procesamiento de la información. Se trata de un análisis profundo/exhaustivo de los estímulos percibidos, que derivan en una respuesta más intensa.
  • Gran emocionalidad y capacidad de empatía. Se muestra con reacciones algo más extremas debido a vivir y sentir de manera intensa.
  • Sensibilidad ante las sutilezas del ambiente. Cada PAS tiende a percibir determinadas sutilizas del entorno de manera más eficaz, a veces son los olores, otras veces los sabores, texturas o bien, la estimulación visual y el ruido.
  • Saturación mental y sobre-estimulación sensorial. Debido al exceso de información y la sobrecarga de estímulos, las personas con alta sensibilidad se saturan y sobreestimulan.

Según diferentes estudios científicos, más del 20% de la población son personas de alta sensibilidad y dentro de eso puede haber niveles bajos, medios y altos.

Nacemos ya PAS

Aunque la investigación todavía no ha concluido que tenga una base genética, sí se ha verificado que se trata de un rasgo de la personalidad que pasa de padres a hijos.

“Nacemos con ello, es un componente que viene de serie pero que va a ser matizado por el ambiente que nos acompañe. Según cómo se entienda esa sensibilidad, esa mayor reactividad, cómo nos enseñen a gestionarlo y sacarle partido, el rasgo puede ser algo que te potencie o que te de la lata”, señala por su parte la psicóloga Clara Ramiro Guzmán, presidenta de la Asociación para todas las Personas con Alta Sensibilidad de España (APASE).

Cómo identificar a una persona con alta sensibilidad

Los niños y niñas, por ejemplo, muestran reacciones más claras que nos ponen en la pista de la alta sensibilidad.

“Hay niños que se asustan mucho ante los ruidos o que, en el tacto, no soportan las etiquetas de la ropa o que les molestan las costuras de los calcetines. Niños que a la hora de explorar se toman su tiempo, necesitan más tiempo de jugar en solitario…”, indica Clara Ramiro.

Pero aunque en los menores este rasgo de la personalidad puede ser más visible, también puede haber otros factores que pueden esconderla, “como que opte por callar y por guardar los miedos que se generan en la infancia”, apunta Manuela Pérez Chacón.

Por eso, estas dos asociaciones, la de los profesionales (PAS España) y la de personas con este rasgo (APASE), persiguen profundizar en la alta sensibilidad y dar a conocer este rasgo a nivel social y profesional con el fin de poder gestionarlo.

Ser PAS tiene potencial

La empatía, ponerse en los zapatos del otro, es uno de los aspectos positivos que muestran las personas con alta sensibilidad y se debe, según estudios con resonancia magnética funcional, a la mayor actividad que muestran sus neuronas espejo. Pero cuidado con gestionar mal esa empatía y caer en el sufrimiento o en el sentimiento de culpa.

También si se gestiona correctamente ese procesamiento más intenso de la información se produce un pensamiento analítico. De lo contrario, puede derivar en un pensamiento rumiativo, en darle vueltas a las cosas.

Las personas con alta sensibilidad están más atentas, “perciben más detalles, son más conscientes de las sutilezas del ambiente. Es una forma de tener más información para gestionar su vida, es un potencial”, apunta la presidenta de PAS España.

“Y tener emociones positivas intensas también hace que disfrutes más de la vida siempre que sepas gestionar las emociones negativas que inevitablemente aparecen en la vida”, señala la psicóloga de la Universidad de Sevilla.

La creatividad es otro rasgo característico de las PAS “y puede ser un gran potencial a la hora de enfocar la vida para disfrutar de los hobbies o de trabajos que les llenen”.

Las posibles repercusiones en la salud

Esa montaña de emociones, si no se controla, puede derivar en una peor salud, fundamentalmente por el estrés que conlleva y que puede acabar en ansiedad e, incluso, en depresión.

Unos problemas emocionales que tienen su espejo también en la salud física al suponer problemas de sueño, migrañas, reacciones dermatológicos o intolerancias.

“Pero todavía tenemos que seguir investigando en este ámbito”, advierte la psicóloga Manuela Pérez Chacón.

Pautas para actuar con niñ@s con alta sensibilidad

Las expertas coinciden en señalar que en primer lugar es necesario validar a nivel emocional al niño o la niña.

“No juzgar si la reacción de mi hijo está siendo desproporcionada; empatizar con él; entender lo que le está pasando y acompañar desde el respeto, poniendo los límites cuando sea necesario hacerlo”, afirma Clara Ramiro.

Enseñarle estrategias de regulación emocional es necesario. Desde técnicas de respiración que les ayude a relajarse, a que aprendan a poner palabras a lo que sienten y encauzarle para que busque soluciones o alternativas que le hagan sentir más tranquilo.

“Pregúntale qué necesita y, si no lo sabe, genera alternativas y dile si quiere que le abraces, si quiere quedarse tranquilo a tu lado, que sepa que estás ahí, interésate por su mundo y por cómo él lo está viendo. Es una siembra lenta y constante”, detalla la presidenta de APASE.

Según la experta, “hay investigaciones que han demostrado que cuando un niño con alta sensibilidad crece en un entorno de protección, de aceptación y con respeto a su forma de ser llega a la edad adulta sin desarrollar trastornos psicológicos concretos e, incluso, destacan por sus habilidades como líderes”.

“En los casos -añade- que crecen en un contexto de desprotección, en un abandono físico o emocional y su sensibilidad o reactividad no ha sido acompañada de una forma sana, esos niños sí tienen más probabilidades de tener estrés o ansiedad”.

Pero, apunta, ser PAS no supone necesariamente tener problemas que te lleven a consultar con un psicólogo: “Un adulto que ha aprendido a autorregularse de una forma sana puede acompañar a su hijo desde la naturalidad”.

Soy adulto PAS

Es muy probable que un adulto llegue a la consulta del psicólogo con determinados problemas y descubra que es una persona con alta sensibilidad.

“Es entonces cuando la gran mayoría de los adultos entienden muchas cosas de las que les pasan y ven que se les puede poner remedio. Y entonces se crea un ambiente de colaboración para la gestión emocional y la gestión de las habilidades sociales”, explica Manuela Pérez Chacón.

Para Clara Ramiro, es necesario que la persona adulta aprenda a regularse emocionalmente: “Eres más sensible y si no te conoces, ante cualquier cosa que pase y no has aprendido a gestionar tu emocionalidad, puedes vivir en una montaña rusa emocional”.

Y para ello quizá ayude el test orientativo que elaboró la doctora Elaine Aron, pionera en el estudio de la Sensibilidad de Procesamiento Sensorial, con una escala de siete puntuaciones y 27 enunciados relacionados con la sensibilidad como, por ejemplo, ¿Te molestan los ruidos fuertes? O ¿Te afecta mucho tener que hacer gran cantidad de cosas en poco tiempo?.

Quizá tú seas una persona con alta sensibilidad y todavía no lo sepas.

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