El libro más reciente de la poeta gallega Yolanda Castaño, Premio Nacional de Poesía 2023, es un ensayo sobre la necesidad de profesionalizar la literatura, de que los escritores reciban una remuneración acorde al valor de su trabajo, viendo en el número de poetas que pueden vivir de su oficio como un indicador de desarrollo del país.
“Creo que el número de personas que pueden vivir de la literatura, o en concreto de la poesía, puede ser un cierto termómetro del nivel de desarrollo de un país y de su cultura. Si te fijas en países más desarrollados, el caso de Alemania o (Suecia), hay una serie de individuos que pueden vivir de la literatura, tienen medidas que todavía soñamos en nuestras latitudes”, dice en una entrevista a EFE la autora.
Esas medidas pueden ser “ayudas a la creación, que no son otra cosa que un sueldo mínimo para poder dedicarte en cuerpo y alma a la literatura”, explica Castaño (Santiago de Compostela, 1977), que publicó el mes pasado ‘Economía e poesía: Rimas internas’ (Editorial Galaxia), Premio Ramón Piñeiro de ensayo 2023, donde expone precisamente lo que denomina como “índice de civilización”.
La poeta, que se encuentra en Panamá participando esta semana en la Feria Internacional del Libro, con España como país invitado, destaca iniciativas de países como México, donde existen becas y ayudas a la creación, que pueden ser “un camino paralelo” para no dejar la escritura solo en manos “de quien se puede permitir no ser remunerado por ello”.
El ensayo se basa en “casi 20 años de reflexiones al hilo de lo que ha sido para mí vivir de la poesía, de todas las situaciones que me he encontrado al querer desarrollarme como poeta, teniendo una relación más profesional con mi oficio”, afirma.
“Creo que hay muchos lastres de herencia, probablemente romántica, que asocian la poesía a una suerte de espiritualidad o de misticismo, y que la separan de las condiciones materiales en las que debe desarrollarse cualquier oficio creativo”, defiende.
Y añade: “Hay ese divorcio entre economía y poesía sobre el que yo quería poner un poco luz (…) y reivindicar que las personas que nos dedicamos a la literatura, y en concreto al género de la poesía, también debemos ser remuneradas por nuestro trabajo”.
Porque “si dejamos la creatividad en manos de quien se puede permitir no ser recompensado por ello, acabaremos cayendo en una brecha de clase, acabaremos dejando fuera muchas voces interesantes”.
Menos individualidad
Castaño lamenta que el poeta muchas veces no reivindica la remuneración por su trabajo por “miedo a perder relaciones y contactos” que podrían ser positivos en su desarrollo profesional, pero afecta a otros compañeros que no se pueden permitir carecer de esos ingresos, llevando a destruir “el tejido”.
“La solución creo que pasa por actitudes quizás menos individualistas (…) creo que deberíamos tener un sentido más comunitario, más de lo colectivo, una mayor conciencia gremial y actuar siendo conscientes de que estamos contribuyendo a un patrimonio”, subraya.
En ese rol de profesionalización, “las instituciones públicas son muy importantes”, se tienen que dar cuenta de que hay ciertas disciplinas creativas que “no pueden sostenerse solo por el mercado”, porque si quedan a merced de la ley del más fuerte prevalecerán solo “las manifestaciones masivas”, como los reality show o el fútbol.
La escritora en lengua gallega expone en el ensayo cómo incluso hace ocho siglos, el número de personas que vivían de la lírica en Galicia durante la época de los trovadores era mayor que el actual, aunque aquella era una sociedad menos “monetarizada”. Galicia, un lugar donde su icono nacional es la poeta Rosalía de Castro y se suele decir que el idioma gallego, debido a su sonoridad, está hecho sobre todo para la poesía.
Proyectos para fomentar la poesía
En esa batalla para incentivar la poesía, Castaño desarrolla proyectos con otros poetas como gestora cultural, entre los que destaca ‘Poetas Di(n)versos’, en A Coruña, el único ciclo en España con poetas internacionales de manera regular, a razón de una vez por mes desde hace 15 años, en el que reciben a premios Pulitzer americanos de poesía o premios Cervantes que recitan al lado de una voz en gallego.
También dirige el Taller Internacional de Traducción Poética en la isla de San Simón, en la ría de Vigo, donde seis poetas se traducen los unos a los otros a través de una lengua común, o la apertura de su propia residencia para escritores en el casco histórico de A Coruña, la ‘Residencia literaria 1863’, que recibe cada mes a un autor “para que pueda apartarse de sus obligaciones, de sus quehaceres y de sus distracciones y pueda profundizar en su obra de creación, concentrarse de lleno 24 horas al día”.
Por ahí han pasado escritores de República Dominicana, Honduras, Georgia, República Checa o de otros lugares del territorio español como Asturias, un proyecto en el que necesita el apoyo de instituciones que patrocinen esa estancia, por lo que no desaprovecha ninguna oportunidad para promoverlo, a la espera de que Panamá también se una, sabedora de la importancia de estas residencias.
Castaño, que ganó el Premio Nacional de Poesía con su obra ‘Materia’ (2022), y que antes había escrito otros poemarios como ‘La segunda lengua’ (2014) o ‘Profundidad de campo’ (2007), en un proceso meticuloso de escritura en el que no se permite “la más mínima frivolidad de dejar un texto banalmente inacabado”, defiende la poesía como un modo de encontrar “nuevas formas de decir la realidad”, lo que permite encontrar “también nuevas maneras de pensar el mundo y de pensar la vida y a nosotros mismos”.
“A veces el lenguaje poético alcanza donde no alcanza el lenguaje más técnico, más teórico, más racional, mediante esa manera de visibilizarlo gracias a palabras resignificadas con la poesía, creo que encontramos también maneras de calmar y de apaciguar y de encontrar solución a muchos conflictos emocionales”, concluye. EFE
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