El papa Francisco pidió desde Luxemburgo el compromiso de los gobernantes “a llevar adelante negociaciones” para conseguir la paz y a la acogida a los migrantes, durante un discurso a las autoridades del país, donde pasó apenas ocho horas antes de trasladarse a Bélgica.

Tras reunirse con el gran duque Enrique de Luxemburgo, la gran duquesa María Teresa y el primer ministro, Luc Frieden en el palacio Granducal, el pontífice se trasladó al centro cultural “Cercle Cité”, donde dirigió un discurso a las autoridades y en el que afirmó que “no se debe expoliar y degradar nuestra casa común ni debe dejar al margen a pueblos o grupos sociales”.

“La riqueza no lo olvidemos, es una responsabilidad. Por esa razón, pido una vigilancia constante para no descuidar a las naciones más desfavorecidas, es más, para que se les ayude a salir de sus condiciones de empobrecimiento”, afirmó el papa en el país más rico del mundo con un producto interno bruto (PIB) per cápita de 143 mil 304 dólares, según datos de 2023 del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Por otra parte, Francisco indicó que Luxemburgo, con algo menos de la mitad de sus habitantes procedentes de otras partes de Europa y del mundo, “sea una ayuda y un ejemplo en el indicar el camino a seguir para la acogida e integración de migrantes y refugiados”.

Y recordando que Luxemburgo es un país miembro fundador de la Unión Europea y sede de varias instituciones europeas, lamentó que hay “que constatar el resurgimiento, incluso en el continente europeo, de desavenencias y enemistades que, en lugar de resolverse sobre la base de la buena voluntad mutua, la negociación y la labor diplomática, desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte”.

Afirmó que para evitar “la vuelta irresponsable a cometer los mismos errores del pasado, agravados además por el mayor poder técnico del que ahora dispone el ser humano” es necesario que “la vida cotidiana de los pueblos y de sus gobernantes esté animada por elevados y profundos valores espirituales, que impidan el extravío de la razón”.

“Luxemburgo puede indicar a todos las ventajas de la paz en contraste con los horrores de la guerra, las ventajas de la integración y promoción de los migrantes frente a su segregación, los beneficios de la cooperación entre las naciones frente a las nefastas consecuencias del endurecimiento de posiciones y la búsqueda egoísta y miope, o incluso violenta, de los propios intereses”, aseveró.

Y recordó que “la guerra es siempre una derrota” y señalo que es muy triste que en un país europeo las mayores ganancias vengan de la venta de armas. Por ello, llamó a los gobernantes a “que comprometan, con constancia y paciencia, en llevar adelante negociaciones honestas con vistas a resolver los desacuerdos, con ánimo dispuesto a encontrar compromisos honorables que no socaven nada y que puedan, en cambio, construir seguridad y paz para todos”. 

Entre los asistentes, además de las varias autoridades belgas y embajadores, estuvieron expresidentes de la Comisión Europea como Jean Claude Juncker y Jaques Santer y la presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), la española Nadia Calviño.

Por su parte, el primer ministro luxemburgués, el cristianodemócrata Luc Frieden, agradeció “de todo corazón” a Francisco la primera visita de un papa al Gran Ducado en 40 años y aseguró que el pontífice se ha desplazado a “una de las tres capitales de la Unión Europea, un cruce de caminos de las poblaciones europeas”.

“Debemos, cada uno de nosotros, trabajar en favor de esa dignidad todos los días”, agregó el jefe de Gobierno, que defendió “el mensaje de paz, de amor al prójimo y de dignidad humana, que es común a todas las religiones y que debe ser la ambición de todo ser humano, creyente o no” y defendió también la “libertad de conciencia” para seguir o no una religión.

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