El día de hoy terminan los seis años de la gestión presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Y al concluir su gobierno deja dos visiones encontradas en el país: una, la visión de la gente que lo apoya ciegamente y le agradece las transformaciones ocurridas en México. La otra, la visión de diferentes grupos de la sociedad que no concuerdan con sus modos y decisiones y tampoco le reconocen los resultados que él afirma haber conseguido en su mandato. 

Dos visiones de la sociedad mexicana, dos modos de ver las cosas, donde ambos grupos poblacionales insisten en tener la razón con argumentos, y muchas veces con gritos, con insultos, o con dichos, amenazas o actos desesperados que muestran algún tipo de violencia. Y esa violencia lamentablemente ha ido creciendo al paso de los años.

El obradorismo en general, que se autocalifica como mayoría, da como ciertos y positivos los datos que proporciona el aparato gubernamental para legitimarse y dejar como verdad todo aquello que se habla en la conferencia mañanera, en lo referente al bienestar de la población, al manejo de los principales problemas de la nación, a la seguridad pública, a la “disminución de la deuda”, a la lucha contra la corrupción, a la austeridad, a la inflación, a las estadísticas de palacio, al empleo y al crecimiento económico.

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Del otro lado, la oposición y el sector inconforme que no se moviliza ni se pronuncia, ni acudió a votar (y que en conjunto es un porcentaje relevante, considerando que en junio pasado Morena y sus aliados obtuvieron 36 millones de votos, de un total superior a los 97 millones de personas del padrón electoral) no han sido convencidos de esos resultados “sobresalientes” que presume AMLO, y que Claudia Sheinbaum recalca machaconamente en todas las oportunidades que ha tenido.

Al final del día y del sexenio, la sociedad mexicana está peligrosamente polarizada, en ocasiones pareciera que a punto de explotar y enfrentarse, y si esto continúa apoyado o fomentado por un discurso estilo andresiano, que pudiera surgir de la próxima jefa de la nación a partir de mañana, que separe aún más a la población, ese manejo podría conducir a escenarios de riesgo en varios puntos del territorio. Varios son los ejemplos, pero basta con señalar los más representativos.

Chiapas es una entidad donde el pueblo en todas las clases sociales sufre las omisiones, carencias e irresponsabilidades atribuidas a una mala gestión de la presidencia de la república en las administraciones previas y en esta. Sinaloa es otro caso con focos rojos, así como el estado de Guerrero, mal atendido en sus desastres naturales, en la gobernanza y en la inseguridad. En el estado de Guanajuato conviven con alfileres el desarrollo económico con la inseguridad pública y los grupos delincuenciales que nadie quiso o pudo parar. Ojalá y el gabinete entrante ayude a la mandataria mexicana a corregir todos estos casos y los demás que pudieran aparecer.

De Claudia Sheinbaum dependerá una reconciliación nacional o una separación definitiva, que se está observando incluso al interior de las propias familias, debido a las estrategias desintegradoras del discurso maniqueo que usó el intemperante López Obrador, y también mediante las acciones y subsidios para el desarrollo social (ahora llamado bienestar), un mecanismo político electoral que regala apoyos económicos a cualquiera que reúna requisitos mínimos, sin una verdadera supervisión y auditoría social o de tipo oficial. 

Los medios de comunicación, la oposición y diversas ONGs han acusado duplicidades y personas fallecidas entre los beneficiarios.

Los ninis apoyados con becas, generan disgusto en los jóvenes que sí se esfuerzan o son “aspiracionistas”, el grave pecado de los jóvenes esforzados y trabajadores, que Andrés Manuel castigó utilizando sus huestes leales y aplaudidoras que viven del subsidio gubernamental. Los millones de pesos gastados en médicos cubanos, ofende a los estudiantes y egresados de nuestras universidades y genera profundo disgusto social.

Muchos sectores consideran que debe apoyarse a Claudia Sheinbaum, pero al mismo tiempo recuerdan con precaución y desconfianza las palabras que el presidente saliente pronunciaba y olvidaba pronto, cambiando de opinión y generando informaciones no ciertas para confundir y sostener su régimen, apoyándose con un grupo de “comunicadores” y youtubers que recibían la consigna de apabullar en redes sociales a aquellos que se atrevieran a cuestionar lo que el comandante decretara según su humor o convicción.

Dos visiones de país y de expectativa tienen hoy los mexicanos que miran atentos y preocupados hacia donde se conduce el barco nacional. A partir de mañana veremos cómo sostiene y maneja el timón la presidenta Sheinbaum

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