Crecer en un hogar con violencia de género impacta en la personalidad, la seguridad, la confianza y la autoestima de niños y niñas: el maltrato llega a dañar el vínculo que mantienen con sus madres. Para repararlo, España cuenta con un programa específico que trabaja en la regeneración de esa relación resquebrajada.

El maltrato machista daña siempre a los menores, tanto si el maltratador los agrede directamente como si dirige la violencia hacia sus madres porque en ambos casos no van a poder desarrollarse plenamente al vivir en un contexto que no es protector, sino agresivo.

Esto desata en niños y niñas el miedo, la desconfianza y una gran dificultad para pedir ayuda. En ocasiones, el sufrimiento hace aparecer el trauma.

Conscientes de que la violencia de género daña también el vínculo entre las mujeres víctimas y sus hijos e hijas, y tras detectar que no había recursos para trabajar esta cuestión, Cruz Roja y la Fundación Mutua Madrileña pusieron en marcha la iniciativa ‘Creando ilusiones’.

Libres y lejos de la violencia

Su objetivo es que tanto las madres como sus hijos menores de edad tengan entornos donde puedan interactuar de manera libre y lejos de la situación de violencia gracias al ocio terapéutico, explica a EFE la responsable de Mujeres en Dificultad Social de Cruz Roja, Lara Gavilán.

“Cuando en una casa hay una relación de violencia, por mucho que las madres intenten que los hijos e hijas no la padezcan, la están sufriendo. Son madres y protectoras. No es una figura externa, es su padre el que ejerce la violencia y eso hace que se dañen las relaciones. Los niños y las niñas no entienden por qué en su casa tiene que haber violencia”, señala.

“Es muy complicado que puedan volver a confiar en que su casa pueda ser un entorno seguro”, añade.

En ‘Creando ilusiones’ participan tanto mujeres que se encuentran en proceso de ruptura de la relación violenta (para lo que reciben apoyo complementario) como víctimas que ya han roto con el agresor.

“La vida se desmorona con la violencia. Se trabaja para que se regenere la relación maternofilial, el vínculo, para que tengan una relación positiva con sus hijos e hijas. Es un trabajo complicado. Hay que fomentar que esas relaciones sean sanas y se hace a través de actividades lúdicas”, precisa Gavilán.

Volver a confiar a través del juego

El juego es un entorno de confianza en el que se pueden sentir a gusto, afirma, y entender que su madre es una persona segura que va a apoyarles y ayudarles y que no tienen que temer que se les vaya a hacer daño.

“Hay veces en que nos encontramos a niños y niñas muy dañados por la violencia, sienten mucho miedo e inseguridad”, relata.

‘Creando ilusiones’, que nació en 2018, ya funciona en 23 provincias y en el último año atendió a 900 familias.

El programa está integrado por equipos multidisciplinares: psicólogas, educadoras, trabajadoras sociales. Todas ellas formadas en violecia contra las mujeres. Cuentacuentos, excursiones, meriendas, gincanas, teatro, tirolinas, equinoterapia, actividades al aire libre,…

La fórmula de trabajo es variada para abordar la violencia de “forma muy sutil”, para perder el miedo y para fomentar el cuidado propio y el ajeno.

“Es una forma muy bonita de conectar. Si ellas están bien y tienen estabilidad, sus hijos e hijas van a estar mejor. Se muestran muy agradecidas porque tienen un espacio para hacer cosas normales, algo muy importante porque en una situación de violencia estas situaciones normales no las puedes vivir porque el agresor se lo impide”, declara Gavilán.

“Han sufrido violencia, están dañados por haber vivido en entornos muy inseguros y tienen miedo porque no conocen algo bueno, algo normal. Aquí llegan a un espacio donde están seguros, pero tienen que crear vínculos, volver a confiar, y es complejo. Ver a iguales, niños y niñas que han pasado por este proceso y ya están recuperados, les ayuda mucho.”, reconoce.

Sentirse libres contribuye a su bienestar y recuperación. Pero son procesos largos que suelen alargarse hasta los dos años: “Hay que hacerles sentir seguros y que sientan segura la relación con su madre”, incide.

“Salir adelante”

María (nombre ficticio) lleva seis meses participando en el programa con sus hijos, una chica de 13 años y un chico de 9. Huyó de México el pasado diciembre para poder liberarse de la violencia que ejercía contra ellos el padre de los menores y cuenta a EFE que el proceso migratorio fue muy complicado, particularmente para los menores.

“He hecho actividades tanto yo sola como acompañada de mis hijos y otras mamás en situaciones parecidas. Ellos han conocido otros niños y se han relacionado bien con ellos además de tener nuevas experiencias”, declara. Clases de defensa personal, baile, fútbol han sido algunas de ellas.

“No está siendo fácil, pero gracias a todas cada día me encuentro mejor y estamos saliendo adelante”, concluye. 

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