El senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara no pudo cerrar los ojos sobre la deteriorada red de carreteras en el estado de Veracruz, que conocen con detalle los afectados viajeros, turistas y transportistas locales y nacionales. 

Hace pocos días tuvo que aceptar los malos o nulos trabajos de mantenimiento de los caminos estatales en la administración cuitlahuista. Hasta habló de auditorías a esas obras y se aventuró a decir que la próxima gobernadora podría estar preocupada por esa anómala situación, reconociendo que a Cuitláhuac García “se le resbala todo”.

Y no podría ser de otro modo, porque a la red de carreteras veracruzanas no le alcanzó aquello de que “nosotros somos diferentes” que tanto presumía AMLO, tampoco las promesas de éste, cuando en sus primeros años como presidente, vino a decir que atendería las carreteras del norte de Veracruz, promesa que nunca cumplió. 

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Ni tampoco a esos caminos olvidados o poco atendidos antes, llegaron los presupuestos federales y estatales de esta administración, que sí se gastaron, pero que no fueron aplicados en tal mantenimiento, salvo dos o tres excepciones.

Pero el problema de la obra pública en Veracruz, no se limitó a la infraestructura carretera, las deficiencias se observan en innumerables pavimentaciones rurales y urbanas que sólo duraron meses, porque evidentemente los presupuestos fueron rasurados o se utilizaron para fines opacos y distintos a los programados.  

Ahí se tiene materia de sobra para iniciar auditorías integrales, es decir, revisando física y financieramente los aspectos legales, de proyectos y permisos, de las licitaciones, de los costos, de las resistencias y durabilidades de pavimentos y obras adicionales, de los informes de supervisión  y de las garantías de cumplimiento que marca la Ley, entre otros.

Y esa mala calidad en la obra pública que debiera auditarse, pudiera estarse repitiendo en obras de otro tipo, como hospitales, escuelas, edificios públicos, infraestructura hidráulica, agua potable y saneamiento. 

En el Arco Sur de Xalapa está un edificio del sector educativo (Cobaev), recién construido en una loma, que pudiera venirse abajo, por estar en una ladera sin muro de protección, que ahora, después de la lluvia se está construyendo a marchas forzadas y obstaculizando parte de la vialidad. En este habría de revisar el diseño estructural y se planteó una adecuada solución de aguas superficiales por lluvias en arcillas expansivas.

Quizá ese tipo de desconocimientos, impericias y bajas habilidades técnicas en el gabinete estatal formado por muchos improvisados, fue la razón por la que el gobernador Cuitláhuac decidiera apropiarse de obras construidas en otros sexenios, para poder hacer ruido y entregar algunas nueces, y no sólo palabrería y papel malgastado en sus seis informes de gobierno. 

Obras o instalaciones consolidadas de otros sexenios, a las que con mucho cinismo cambió de nombre y realizó “adecuaciones cosméticas” u ocurrencias, como fueron los casos de el Acuario de Veracruz, ahora llamado pomposamente Acuarium (con quién sabe cuántas sorpresas financieras en el futuro), el Museo de Ciencia y Tecnología, desde hace cinco años Museo Kaná venido a menos, o el Parque Natura, ahora Naturalia (por “inaugurarse” según las redes sociales del gobernador).  

Y de las obras que no se terminan, o se buscará terminar de manera urgente, están dos costosos esqueletos, que parecieron sendos caprichos cuatroteros. El Estadio Luis Pirata Fuentes en Veracruz y el Nido del Halcón en Xalapa. Del estadio de los tiburones rojos, se dice que dos mil millones de pesos de inversión, que se duda concluyan con buena calidad antes del 30 de noviembre. El Nido del Halcón, con 800 millones de pesos, un enorme y metálico esqueleto blanco que se observa desde la avenida Arco Sur en Xalapa, que quién sabe cuándo y por cuantos recursos más podrá ser terminado.

De estas dos obras, sería importante que la gobernadora Nahle ordenara el análisis estructural, aprovechando que no están concluidas. No vaya a ser que con el bajo expertís de los actuales funcionarios proclives “a la austeridad” simulada y a las “obras históricas” y mal hechas, cuando dichas edificaciones estén terminadas, por mal diseño y supervisiones al vapor, se pudiera poner en riesgo la seguridad e integridad física de los espectadores.   

La gobernadora Rocío Nahle tendrá que revisar las obras, las cuentas y los excesivos cuentos, y sobre todo, levantar para su causa, una imagen seria y profesional al frente del aparato de gobierno estatal a partir del primero de diciembre próximo. Ella y los veracruzanos lo merecen.

El cuitlahuismo atanasiano y los más de 40 ladrones que lo encabezan, deben estar muy preocupados porque su fracasada y oscura gestión termina en 41 días y se les acabó el festival continuo y la protección obradorista.

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