Semanas después del inicio de su gobierno, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, está dando señales de que se pondrá del lado de Estados Unidos por encima de China, si se ve obligada a elegir.
Que eso sea suficiente para evitar que Donald Trump la arrolle con los aranceles punitivos con los que ha amenazado en su segundo mandato, es otra cuestión.
Mientras Sheinbaum asiste a la cumbre del Grupo de los 20 en Brasil, los otros líderes estarán deseosos de sondear a la nueva presidenta sobre su papel en la primera línea de lo que amenaza con convertirse en una guerra comercial global.
Después de todo, es la primera líder mexicana que se presenta en un G20 desde 2018 —cuando Trump estaba en el poder—, después de que su famoso predecesor, Andrés Manuel López Orbador, reacio a viajar, enviara habitualmente a su secretario de Relaciones Exteriores.
Su agenda en Brasil sugiere dos cosas: no quiere quedar mal con Trump y está evitando tomar partido abiertamente. Hay encuentros individuales con ocho líderes, pero ni Joe Biden ni Xi Jinping están entre ellos, aunque el secretario de Relaciones Exteriores de México dijo que China había pedido una reunión.
Sheinbaum está caminando por una línea muy fina al mostrar su voluntad de cooperar con EE.UU. en temas como el freno a la inmigración y el enfriamiento de las relaciones con China, sin parecer pusilánime. La realidad, sin embargo, es que Washington es el socio comercial número 1 de México y Pekín viene muy por detrás.
Es un contraste con el anfitrión del G20, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que aún no ha llamado a Trump y está abriendo la puerta a una avalancha de inversiones chinas en Brasil. El comercio de Brasil con China ya duplica con creces el volumen del que mantiene con EE.UU.
Desde el verano, el gabinete de Sheinbaum habla de la necesidad de reducir las importaciones chinas, que representan alrededor del 20% del total nacional. El secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, afirmó que si Norteamérica produjera el 10% de lo que actualmente importa de China, la economía mexicana crecería un 1,4% y el producto interno bruto estadounidense, un 0,8%. El aumento de empleos, dijo, sería de 600.000 para EE.UU., 560.000 para México y 150.000 para Canadá.
La oficina del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha estado trabajando con las principales empresas que importan de China —incluidos el fabricante de productos electrónicos Foxconn, el fabricante de chips Intel Corp., los fabricantes de automóviles General Motors Co. y Stellantis NV y el grupo logístico DHL— para identificar qué productos podrían fabricarse en México, según el periódico local Reforma. El plan también buscaría dejar fuera productos de Malasia, Vietnam y Taiwán, dijo Reforma.