El acoso sexual, el acoso laboral por razón de sexo o la brecha salarial son algunas de las violencias a las que se enfrentan las mujeres en el entorno laboral y que tienen consecuencias para su salud mental. Una campaña visibiliza las secuelas psicológicas y lucha contra la violencia machista en el trabajo.
Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre, en este artículo de EFESalud se exponen importantes consideraciones para luchar contra la violencia machista en el trabajo, situación que desencadena importantes secuelas psicológicas en las mujeres.
La iniciativa refleja también algunas consecuencias psicológicas provocadas por sufrir violencia machista en el trabajo.
Estas se traducen en trastornos del sueño, depresión, ansiedad, estrés e incluso trastorno de estrés postraumático.
También pueden aparecer problemas a la hora de relacionarse con las personas del entorno, generando aislamiento y soledad.
Maternidad y acoso sexual
El Informe sobre el “Estado de los Derechos Humanos en Salud Mental, 2022“, de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, indica que, en una sociedad cada vez más competitiva y demandante, un ambiente laboral tóxico es altamente perjudicial para la salud mental y, entre otros efectos, produce un aumento de personas que acuden a las consultas psicológicas por problemas en el trabajo.
En el caso de las mujeres, la situación puede complicarse aún más en los procesos de embarazo y maternidad, cuando la falta de adopción de medidas en el lugar de trabajo puede terminar por apartarlas del entorno laboral.
En este sentido, la encuesta ‘Las invisibles’, realizada en 2020 por el Club Malasmadres a 94.182 mujeres de España, reveló que el 22 % pierde su puesto de trabajo al ser madre y casi cuatro de cada diez aseguran haber sufrido discriminación directa en su empresa tras haber tenido hijos o hijas.
Además el acoso sexual es, quizá, la violencia más evidente y abarca desde los comentarios obscenos o bromas de carácter sexual, hasta el contacto físico no consentido y la agresión sexual física, pasando por el envío de mensajes de contenido sexual, o propuestas sexuales a cambio de mejoras laborales o bajo amenaza de despido.
Según la última Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer 2019, realizada por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, el 40,4 % de las mujeres en España ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida; el 17,3 % de ellas, en el entorno de trabajo.
Menstruación y sobrecarga de trabajo
También se produce discriminación o acoso laboral por tratar de conciliar, o, por ejemplo, en el caso de solicitar una baja por menstruación.
El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones informa que esta baja es un derecho reconocido en 2023 y que desde que entró en vigor solo se han producido 2.327 situaciones especiales de Incapacidad Temporal derivadas de menstruación incapacitante secundaria.
De junio de 2023 a junio de 2024 se iniciaron en España 10,6 millones procesos de baja, en general, por lo que las relacionadas con la menstruación supondrían solo un 0,02 % del total.
Detrás de este bajo porcentaje, podrían estar el infradiagnóstico y el temor a la discriminación laboral.
La sobrecarga de trabajo es otra forma de violencia machista muy común, desencadenante de problemas de salud mental.
Presionar hasta que la mujer no puede más y, o se la despide, o se va ella, voluntariamente, por desbordamiento.
La brecha salarial y la pobreza
Por otro lado, la brecha salarial es una forma de violencia, reprobada pero más institucionalizada y, con resignación, aceptada.
Según datos del Gobierno, en 2022, la diferencia salarial mensual bruta entre hombres y mujeres fue del 15,7 %.
Menores salarios y oportunidades de desarrollo, junto a las responsabilidades extra en el ámbito familiar que habitualmente afrontan ellas, son un causante de malestar que deriva en bajas laborales por depresión o ansiedad.
A esto se suma que menores ingresos conllevan una menor capacidad económica, pensiones más bajas cuando las mujeres son mayores y, en consecuencia, un aumento del riesgo de pobreza y con él, el de desarrollar un problema de salud mental.
De hecho, la pobreza y la desigualdad económica están entre los principales factores de riesgo para contraer problemas de salud mental.
Destacan, en lo relativo a la precariedad salarial, los trabajos feminizados, que tienen peores condiciones laborales y salarios.
El trabajo doméstico es el más feminizado y donde se dan las situaciones de abusos más flagrantes, debido a la mayor vulnerabilidad de las mujeres que están en este sector.
La triple discriminación
Frente a las mujeres que desarrollan un problema de salud mental derivado de la violencia en los entornos laborales, se encuentran las mujeres con un problema de salud mental, que ni siquiera tienen la posibilidad de acceder a un puesto de trabajo.
La confederación SALUD MENTAL ESPAÑA explica que sufren una triple discriminación: por ser mujer, por tener una discapacidad y por llevar el estigma de tener un problema de salud mental.
Para María Isabel García Peña, socia de Salud Mental Euskadi, es llamativo el alto índice de desempleo que hay entre las mujeres con problemas de salud mental, sobre todo en el ámbito rural.
“Considero que este hecho es violencia contra las mujeres ya que es discriminatorio, merma la autonomía y la posibilidad de emancipación, y puede desencadenar en ansiedad, irritabilidad u otras situaciones más graves”, señala,
Al respecto, García Peña recuerda la importancia de contar con una red social, personas de confianza con las que puedas hablar y profesionales que puedan ayudarte.
Vanesa Solana, socia de ASCASAM, en Cantabria, actualmente tiene trabajo, pero, al igual que su compañera denuncia las dificultades añadidas por las que pasan muchas mujeres con problemas de salud mental, como ella, para conservarlo o conseguirlo.
“No puedes decir con claridad que tienes un problema de salud mental por el estigma y por ser juzgada por los demás”, indica.
Según explica Vanesa Solana, para ellas no existe la conciliación familiar, que les permita compaginar el trabajo con la maternidad, y, ante una baja laboral, cuando la coges ya es demasiado tarde por todo lo que has tenido que aguantar por miedo a perder el puesto de trabajo .
A pesar de todas las barreras, “las mujeres con problemas de salud mental llevamos años visibilizando estas situaciones y revindicando nuestros derechos”, asegura García Peña, quien celebra que “se están consiguiendo dar pasos adelante, y cada vez son más las empresas, entidades y asociaciones del movimiento asociativo de salud mental que disponen de planes de igualdad”.