Jesús Lezama
Por fin llegó el día en que a Cuitláhuac García Jiménez le caerá su propio cadáver encima. No es más el gobernador de Veracruz, y como en una ocasión lo comenté con un compañero de oficio, hoy comprenderá -si es que lo comprende- que fue el titular del poder ejecutivo.
Por sus obras los conocerás, reza el mensaje bíblico. Y han sido otros 6 años en que Veracruz estuvo desatendido, en gran parte del territorio y en las distintas áreas de gobierno. Solo algunos, como es normal, han aprovechado y abusado de las mieles del poder.
Cuitláhuac García refrendó que siempre fue un fiambre humano rodeado de un montón de incompetentes, rapaces y miserables de la política. No podría ser de otra manera. Nunca entendió ni respetó la investidura que debe cuidar un gobernante.
A partir de este momento, él podría percatarse de que se vio rodeado de personas y cosas inútiles que en el fondo no se interesaban en nada. Quedará en su interior la sensación de haber estado rodeado de elementos estúpidos que sólo cortaron su espacio como gobernador.
La psicosis angustiosa, por alcanzar un puesto decoroso en el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum también le alcanzará si la gobernadora Rocío Nahle decide actuar, “Por amor a Veracruz”, conforme a la ley y respetando el Estado de Derecho, lo que terminaría por estrangular a Cuitláhuac.
El ingenioso exgobernador nunca decidió hacer limpieza en su gobierno ni realizó algún trabajo heroico. El baile, el maquillaje, el chapeo, las ocurrencias y sus “loquios” fue lo importante de su administración; ahora inician las horas de la nostalgia. En tanto, él seguirá pudriéndose con su diminuto cerebro.
Veracruz no aguanta otro gobernante de esta estatura.