¿Cómo se logra salir del laberinto de la violencia de género sufrida durante toda una vida, romper la barrera del silencio y pedir ayuda para lanzarse de nuevo al mundo y vivir una vida en plenitud? ¿Dónde se encuentra apoyo para apuntalar los pilares de nuestra fortaleza interior, levantarse, seguir adelante y emprender el nuevo viaje? La psicóloga Raquel Tomé nos ofrece un nuevo reportaje de su serie “Resiliencia ante la adversidad”.
La resiliencia es la capacidad que tenemos todos los seres humanos para seguir proyectándonos hacia el futuro tras una agonía psíquica provocada al enfrentarnos a experiencias de la vida difíciles, traumáticas y devastadoras, como la violencia de género, en este caso.
Y, es cierto que, todos podemos ser resilientes, pero también es un activo que podemos perder. Brongenbrenner (1998) la define como un proceso dinámico que no depende sólo de las cualidades de la persona, sino que éstas interaccionan con las influencias que nos llegan del entorno como la familia o el contexto social.
Pero es difícil que alguien emprenda un camino de trasformación vital si no puede proyectarse a sí misma hacia un futuro esperanzador o visualizarse en un mejor espacio emocional necesario para poder seguir hacia adelante, quizás trasformada en una mujer mucho más sabia y dueña por fin de su propio destino.
Por eso, desde la Fundación Ana Bella defienden que es importante contar con los testimonios de mujeres que lograron escapar de las garras de la violencia y mostrar modelos positivos de recuperación.
Partiendo del hecho de que cuando hablamos de violencia de género cualquier experto te dirá que cada mujer enfrenta un proceso personal de reconstrucción frente a la devastación interior, la gravedad del trauma y sus consecuencias para la que no hay tiempos estrictamente definidos, pero sí elementos positivos que pueden ayudar a que la persona pueda iniciar un nuevo desarrollo.
Resiliencia y violencia de género
Por ello, hemos entrevistado a Rosalía Vicente, referente de la Fundación Ana Bella en Madrid, que opera sobre las grietas del sistema y da cobertura a mujeres vulnerables que no han denunciado (un 80 % en total de las atendidas) y para que nos explique en primera persona su historia de reconstrucción personal transitando de “víctima” a “superviviente”.
Rosalía forma parte del conjunto de mujeres que sufre violencia de género en España pero que puede tardar una media de 8 años en interponer una denuncia,
De hecho, sólo un 27 % lo hace. El resto, más de millón y medio, deciden no denunciar. Son mujeres cubiertas por el manto de la invisibilidad de un sistema poco flexible que da extensa cobertura a quienes denuncian, pero quienes no lo hacen les resulta mucho más difícil ser ayudadas.
Rosalía, una mujer estupenda de 72 años, de sonrisa eterna esculpida en el rostro y grandes dosis de amabilidad, desgrana el principio de su historia que comienza con una violencia que la lleva a transitar por diferentes fases.
Reflexiona acerca de cuáles fueron los puntos de inflexión que la ayudaron a sacar fuerzas para trasformar por entero su vida. En definitiva, cuáles fueron los “recursos resilientes” que contribuyeron a ella.
Raquel Tomé entrevista a Rosalía Vicente: resiliencia y violencia de género
(Esta es la entrevista de Raquel Tome a Rosalía Vicente, en la que la psicóloga intercala, en negrita, valoraciones sobre la violencia de género).
Imagino que te habrán preguntado muchas veces acerca de los motivos por los que te resultaba complicado dar el paso de marcharte pese a todo el sufrimiento.
Sí, cuando me preguntan por qué no me fui antes simplemente respondo que porque no pude. Pensaba en mis hijos, que no habían pedido venir a este mundo y era mi obligación quedarme allí. Para mí misma era difícil entender por qué un hombre que se mostraba a veces tan maravilloso y me decía que me echaba mucho de menos en sus viajes, cogía después un cuchillo, lo ponía encima de la mesa y nos gritaba: ¡ahora se hace lo que yo digo!
También estaba mi hijo pequeño que no quería marcharse de casa, porque era él quien se tenía que ir. En aquel entonces estaba muy deprimida, incluso había tenido varios intentos de suicidio. Sufría sus humillaciones: “Si no traes dinero a casa, es que no trabajabas” o me decía “donde vas a ir si no tienes dónde caerte muerta”.
Yo había trabajado de secretaría de dirección, pero lo dejé para cuidar a mis hijos que nacieron con problemas. El no me daba dinero, y cuando ya pasados los años comencé a trabajar cuidando niños, vivíamos con el que yo ganaba y el de mi hijo mayor. Estaba muy sola, todo era culpa mía y, si tenía una amiga, me acusaba que estaba enamorada de mí y que era lesbiana.
Comprendo que no debió de ser un paso sencillo, ¿qué te impulsó a decidirte?
Llevaba muchos años en tratamiento con el equipo de salud mental (fue en el año 2009) y no sabía por qué ellos, si sabían lo que pasaba, no denunciaban, incluso la psiquiatra en aquel entonces me dijo que, si yo no denunciaba, que dejaba de tratarme, pero tras una noche aciaga en la que mi marido me amenazó de muerte, mi hijo mayor me dijo: “Mamá, nos vamos, esto se acabó”. Llamó a la policía y denuncié.
¿Qué pasó después?
Me llevaron a una casa de acogida y me trataron con muchísimo cariño. Estuve durante dos meses, el tiempo suficiente para buscar una vivienda e irme con mi hijo mayor a vivir, quien me apoyó económica y afectivamente porque el pequeño se quedó con su padre.
Pero no fue fácil, cuando a los seis meses me dicen que le dejaron de funcionar los riñones por un problema de diabetes crónica, me fui al hospital dispuesta a donarle el mío; pero, cuando estábamos con la médica, en ese preciso momento sonó un pitido que indicaba que se agotaba la batería del dispositivo que llevaba en ese momento, porque el juez había decretado una orden de alejamiento de 500 metros.
¿Qué sucedió entonces?
Se lo tuve que contar a la doctora. Me dijeron que no era mi bebé. Que él estaba así porque él no se había cuidado y que no era la responsable.
Todo esto que dices parece que tiene relación con el mandato femenino que el patriarcado inculca a las mujeres y que tenemos tan interiorizado sobre que somos nosotras las “responsables” del bienestar de los hombres, incluso si nos maltratan, y que debemos preocuparnos de que ellos estén bien, de corregirlos si hacen algo mal, de calmarlos si se vuelven agresivos o violentos. Y, bueno, como madres sí tenemos la responsabilidad de educar a los hijos, no así a las parejas. Parece que todo el tiempo el foco está en que debemos: “cuidar de ellos”, pero, ¿dónde estamos nosotras?, ¿qué clase de amor es éste?
Hoy en día siguen siendo muchas las mujeres quienes renuncian a denunciar por varios motivos como la dependencia emocional o económica, porque ellas mismas no se reconocen como víctimas, o porque fruto de la violencia ejercida sobre ellas tienden a culpabilizarse, a justificarla o minimizarla y, por lo tanto, no buscan ayuda.
Pero también se suman otros motivos que las disuaden a la hora de adentrarse en el sistema como dar con profesionales que no estén suficientemente sensibilizados con la complejidad del problema, lo que acrecienta su miedo a no ser creídas o a ser cuestionadas. Y, porque saben que a la hora de pasar por un proceso judicial deberán revivir y verbalizar los hechos que para muchas fueron traumáticos y, francamente, no se sienten preparadas.
Rosalía, ¿qué te pasó cuando denunciaste?
Yo siempre digo a las mujeres que no vayan solas, que vayan con un abogado. A mí el policía me dijo: “A ver señora, como a Vd. parece que no se la ve nada, le voy haciendo la denuncia. ¡Qué dices! Será que tú no lo ves. No eres nadie para decirme algo así”. – recuerda todavía dolorida por el comentario.
Si a todo esto le sumamos las campañas publicitarias en los medios de comunicación contra la violencia de género que muestra a mujeres llorando, destruidas, bombardeadas por noticias en las que las matan después de denunciar y que las lleva a pensar que si dan el paso todo puede empeorar, podemos imaginar que muchas no se sientan animadas.
Pero, si entre todos hacemos el esfuerzo de visibilizar a mujeres empoderadas, supervivientes que como Rosalía dejaron atrás la violencia y dieron una vuelta de tuerca al destino. Entonces quizás sí consigamos ayudarlas. Necesitamos decirles que se puede salir de la violencia, que no hay que aguantar, que hay ayudas y necesitamos sus testimonios valientes para que otras vean que sí es posible y no se dejen abatir.
A partir de ese momento, ¿qué sucedió? ¿quiénes te ayudaron?
En la casa de acogida me trataron con muchísimo cariño. Tenía una trabajadora social del Ayuntamiento que me buscaba muchos cursos, hacía de todo para poder acceder a un empleo.
También tenía una doctora maravillosa y me decía que no me podía quedar en casa llorando. Me consiguieron trabajo para Danone como consejera para que las señoras les compraran en el supermercado sus productos, informábamos y vendíamos.
Fuimos las mejores. Tenía 58 años y, debí de ser tan buena que bajó un jefe para conocernos. Reunió a todos los empleados y nos felicitó – relata Rosalía llena de orgullo y con ojos chispeantes -.
Pero lo más emocionante fue cuando Ana Bella me consiguió un trabajo completo en El Corte Inglés, con un sueldo digno. Tenía 60 años. Para mí era algo impensable. Entonces vi por primera vez, que era real, que lo había conseguido, que no dependía de nadie, que no tenía por qué pedir dinero para vivir. Era autosuficiente, manejaba mi vida y mi dinero – relata emocionada.
¿Qué más te ayudó?
En cuanto salí lo primero que sentí es que había paz. Venían mis amigos a casa sin problema. Había serenidad. Disfruté las primeras Navidades tranquilas, mi hijo y yo. Sin jaleos, sin cuchillos volando, sin platos rotos.
¿Qué le dirías a una mujer maltratada?
Que en la Fundación Ana Bella se las ayuda, que no hace falta que hayan denunciado si no están preparadas porque muchas de ellas tienen miedo porque piensan: ¿y al día siguiente qué? No voy a tener dinero o trabajo. No saben qué va a ser de ellas. Les diría también que no hace falta que las pegue tampoco y que con la nueva ley ya no tienen por qué preocuparse porque usen a los niños como arma arrojadiza. Les diría que no se preocupen, que se las ayuda.
Porque muchas veces estás tan asustada, que no puedes pensar. El maltrato te deja fatal del coco. Que se las comprende. Y, que estamos nosotras como una buena amiga para ayudarlas en todo.
Red de apoyo por la resiliencia
En un problema tan complejo como es la violencia de género es importante lograr una comprensión integral de los variados factores que contribuyen a ella y “pensarnos que como mujeres”, nos construimos en interacción constante con un entorno del que emerge una violencia estructural a diferentes niveles que, en muchas ocasiones, nos cuesta identificar, analiza Raquel Tomé.
Así, a nivel del círculo social y familiar más cercano, contar con una red social de apoyo es fundamental para romper el “control” ejercido por el maltratador hacia la víctima que trata de aislarla.
En definitiva, nada nos hace más vulnerables a todos que no contar con ayuda cuando la necesitamos.
Por eso es tan necesaria tender una “mano amiga” dispuesta a estar a tu lado sin juzgarte para aminorar el estrés de la situación, aunque diciéndote si es necesario, que puede no estar de acuerdo con tu visión o percepción de las cosas, pero que te estimule a fomentar las emociones positivas como el optimismo, el significado, el valor de lo que haces, la confianza en ti misma y la autoeficacia, que constituyen esos “recursos de resiliencia” que ayudan a la reparación afectiva necesaria para volver a emprender el viaje hacia un destino feliz.
Rosalía en su peregrinaje encontró un valioso tesoro, una misión vital destinada a ayudar y apoyar a las mujeres que sufren violencia de género, porque al fin y al cabo, el sentido de la vida no se descubre, se crea.