Franco González Aguilar
El domingo ocho de enero a medio día, en el Teatro Ignacio de la Llave, la gente reconoció la calidad del grupo, solicitando con su aplauso la repetición de tres canciones del disco. Antes de cada tema, Bernardo narraba una breve semblanza de su autor. Un dirigente estudiantil me dijo: Víctor, te felicito por el trabajo realizado; desde hoy me convierto en promotor del disco; vamos a llevar estas canciones a toda la cuenca, a las escuelas para que se conozca la obra de sus poetas. Me gustó mucho la poesía de Manuel Carpio, quien nació en mi tierra, también la que hace alusión a Tlacotalpan y la de Rubén Bonifaz Nuño, extraordinario poeta cordobés y uno de los grandes orgullos de Veracruz.
Los Tres de Coatepec eran acompañados por la Orquesta de Música Popular, dirigida por el maestro Mateo Oliva, quien con sus arreglos enriqueció el sonido de cada una de las canciones. Entusiasmado por el resultado de ese ensamble, me preguntaba si existiría la posibilidad de que en un tiempo futuro, las poesías musicalizadas fueran incluidas en algún programa de la Orquesta Sinfónica de Jalapa, la cual tenía su sede en el teatro donde nos encontrábamos. La sinfónica contaba con prestigio nacional y su participación multiplicaría la difusión de la poesía contenida en el disco.
Juan Simbrón, el dirigente de los pueblos totonacas, escuchó con atención todo el concierto. Cuando cantaron El Niño Lucero, de la papanteca Lázara Meldiú, brindó un efusivo aplauso. Como le habíamos regalado un disco, se lo mostraba orgulloso a su compañera de lugar, quien miraba con atención la portada. La poeta, que estaba dos filas adelante, se observaba satisfecha y emocionada. Aureliano Hernández volteó a verme con un gesto aprobatorio. Junto a él, Rubén Bonifaz Nuño se mostraba visiblemente conmovido. Al otro lado María Enriqueta, concentrada en cada una de las interpretaciones. Al terminar de cantar Paisaje y El Afilador, a un gesto del Rector de la Universidad, todos nos levantamos de los asientos, brindando un nutrido aplauso en homenaje a la anciana escritora coatepecana, quien no pudo más y acabó llorando.
Atentos también, los muchachos del Albergue estudiantil Salvador Díaz Mirón y las señoras del grupo Amigas de María Enriqueta. Cesar Eloss, funcionario del área cultural de la universidad, había invitado a varias personalidades de los municipios que dieron vida a los poetas. A la salida del teatro, la gente hacía comentarios positivos de las canciones A Gloria, Paisaje y Alguna vez te alcanzará el sonido.
Los músicos y todos los que participamos en la producción, nos sentíamos complacidos por el resultado obtenido y por la respuesta de la gente. Jorge, acompañado por una atractiva dama, se acercó a felicitarme por el éxito de la producción. Le agradecí la asesoría y los consejos que me brindó en todo el proceso. Quedamos en vernos unas semanas después en el Distrito Federal, donde me acompañaría a la embajada de Cuba, para promover la difusión del disco en ese país.
Al otro día, Omar Piña, escritor y editorialista cultural de un importante diario nacional, afirmaba lo siguiente: “Cualquier intención por difundir y defender la obra de los poetas es siempre vista con el entusiasmo que provoca atisbar el proyecto de los arriesgados que se atreven a invertir en un fruto que no pasa de moda, pero que, claro está, en su soporte de papel (en libro, pues) se vende cada vez menos. Y es que uno se aturde entre las demasiadas definiciones que se dan acerca de la poesía o ante las ideas que el público lector guarda sobre ella. Que es cursi, de antaño, que nadie se deja enamorar con versitos al oído, que únicamente la repiten los locos o que el trabajo del poeta sirve para que los demás se lo plagien sin mencionar siquiera por decoro –o no sería “plagio”- el título original”.
Y continuaba: “Entonces, al aire, cual moneda, queda la espinita para creadores y editores: ¿cómo hacerle para que la poesía circule fuera de sus ámbitos de capellanía y lugares de culto? Más adelante señalaba: “Y de que el intento, ensayo o experimento se produce, da muestra el disco Poetas veracruzanos que trascienden en el tiempo…poesía que se vuelve canción, en el cual se transponen creaciones de Salvador Díaz Mirón, María Enriqueta Camarillo, Rubén Bonifaz Nuño, Manuel Carpio, Ignacio Miguel Luchichí, Lázara Meldiú, Aureliano Hernández Palacios, José Sebastián Segura y Rafael Delgado. Cantados por los Tres de Coatepec, los poemas traspasan a la letra para convertirse en tonada. Víctor Roble, productor, compositor y compilador del material, apuesta, fuerte y bien”. Y remataba con lo siguiente: “ Quizá el mejor peligro con el que Víctor Roble puede darse por satisfecho, sea que estas canciones se dejen ir de los oídos a los pies y que por ejemplo, su transposición A Gloria -“hay aves que cruzan el pantano y no se manchan, mi plumaje es de esos”-, de Díaz Mirón, sea bailada por una pareja que empieza a compartirse las bocas y que ignora y no le importa quién o cuando la escribió. Porque, ah, cuando la poesía llega al verdadero pueblo, a él pertenece”.
La prensa estatal, por su parte, daba como una de sus principales noticias, el rescate cultural de los viejos poetas veracruzanos. Los diversos medios de comunicación destacaron también la excelente calidad del disco. El Diario de Jalapa titulaba una de sus planas de la siguiente manera: “La música popular anda de viaje con poetas”.
El artículo finalizaba de este modo: “los poetas seguramente están de plácemes”.
Continuará…