“La España de Franco es, ante todo, una España de tebeo” (historietas ilustradas), con el intento de la dictadura franquista de “asfixiar” al cómic con normas que prohibían militares en las viñetas para evitar que “a alguien le diera por reírse del caudillo”, explica a EFE el coautor de ‘Historia de los cómics en España’, Manuel Barrero.
“Ni militares ni sacerdotes que puedan suscitar chascarrillos (bromas). Las historietas tenían que ser ejemplarizantes y las mujeres, bondadosas y buenas esposas”, cuenta en una entrevista el director de Tebeosfera y coautor del libro (ACT Ediciones), una visión panorámica de siglo y medio de historieta en España, en las librerías españolas desde este mes.
“Esposas, bondadosas y hombres, valerosos” en una España “de hambre y sopas de ajo, pero también de censura bajo el control de La Falange” si bien algunas editoriales, como Bruguera, consiguieron colar críticas durante un régimen que se extendió desde el final de la Guerra Civil (1939) hasta la muerte del dictador (1975).
Ejemplo de ello es Carpanta, un hombre que pasa hambre todo el día, los oficinistas frustrados que no llegan a fin de mes o Zipi y Zape, los traviesos hermanos a los que se aplicaban castigos terribles.
Contra la censura
Barrero explica que la censura fue sobre todo feroz en los sesenta. Sacó de las viñetas “a personajes blandiendo espadas o cortando cabezas”.
Una década antes se había constituido la Junta de Prensa Infantil que dictó unas “normas” que prohibían “cuentos de crímenes que pudieran perjudicar el sistema nervioso de los niños”.
Quedaban así fuera de las historietas descripciones que pudieran despertar “curiosidad malsana”, poner en ridículo a la familia o mujeres que hicieran trabajar al marido en menesteres caseros mientras ellas descansan.
Pero la falta de medios para hacer cumplir tantos preceptos hace que “los escenarios de miserias queden exentos de intencionalidad política”.
Las historietas de adultos
Tras la muerte del dictador, España llevaba años cerrada al exterior y, de repente, todo entra. “Todo lo que queríamos de Europa llega a la vez, pero no hay público para tantas publicaciones”, dice Barrero.
En la Transición política que se abrió tras el fin de la dictadura, los cuadernos de aventuras prácticamente dejan de publicarse y las revistas infantiles de humor entran en declive.
Sin embargo, aparece ‘El Jueves’, una revista satírica que supuso un espaldarazo a la historieta para adultos y ‘El Víbora’. Se había sembrado el germen para la historieta de adultos.
En los noventa las ventas caen y los dibujantes de cómic emigran a Francia y EEUU.
“Las razones son evidentes, la televisión y los videojuegos copan el ocio de los españoles”, explica Barrero.
También hay una transformación en el mercado: “Hasta 1996, la mayor parte de los cómics se producía en España, ahora la mayor parte viene de EEUU y Japón.
Y en esa transformación tiene un papel importante el público femenino. En los años 40, España se llenó de niñas que querían leer historietas, un fenómeno que se repite en el siglo XXI con el cómic japonés, con un éxito arrollador entre las adolescentes.
El manga gusta a las mujeres, especialmente la corriente Boys Love, historias de romance de chicos gais que entusiasman al público femenino.










