Jesús Lezama

Las tormentas en Veracruz están apareciendo en el cielo, en el territorio, en la sociedad, en el gabinete, en la burocracia, y en el ánimo de los principales actores políticos de Veracruz, comenzando por la gobernadora Rocío Nahle. La prueba de que esas son las circunstancias que permean en el estado la dan la serie de ocurrencias, decisiones sin meditar y el sentir negativo que se percibe en los ciudadanos de a pie y en las personas que ejercen algún tipo de poder en todas las áreas de la vida. Todos están deseosos y dispuestos de dar una opinión sobre lo que está ocurriendo, y si tenemos que ser claros, las opiniones no están resultando favorables a la 4T, al obradorismo, al morenismo y a la figura suprema que engloba todo esto en Veracruz, Rocío Nahle.

Las opiniones periodísticas, y más que otra cosa, lo que se percibe en las redes sociales es abrumador, sea esto el tema de los festivales que tanto agradan en estos tiempos, sea el tema de las observaciones y auditorías de la ASF y el ORFIS, sea el tema de las denuncias en el sector salud, sea el desbarajuste que dejó Cuitláhuac García en el estadio Luis “Pirata” Fuente, sea el esqueleto del “Nido del Halcón” o sean las extorsiones o desapariciones de personas. La opinión pública en el estado seguramente no deja descansar a Rocío Nahle.

Los terremotos políticos en Veracruz, como el caso de la mini refinería o mezcladora -entre muchos más-, los enfrenta sola la primera gobernadora de Veracruz. Y en esto hay mucho de teatro porque las sacudidas siempre tienen nombre propio.

Debemos recordar que, desde los primeros meses del gobierno de AMLO vino a Veracruz a decretar la honestidad de Cuitláhuac García. Y esa afirmación la hizo, cuando menos, 15 veces. ¿Será que a Rocío Nahle le ha dado un trato similar la presidenta Sheinbaum o la doctora ha preferido callarse?

Otrora el gobernante era protegido por un blindaje político y mediático que no permitía conocer los rincones del palacio. Hoy dirán que hay una nueva forma de concebir y hacer política, que son diferentes a los de antes, aunque ese discurso esté deshecho.

La historia registra la lista de políticos -de periodistas también- que han robado, mentido, traicionado, timado y avergonzado al pueblo con sus actos. Y esto no ha dejado de crecer. Hoy existe una nueva “clase política” y un montón de comunicadores-propagandistas de redes sociales, zalameros con el régimen, que son una fuente inagotable de sinvergüenzas.

Lo anterior se reflexiona porque la inestabilidad en la administración del gobierno de Rocío Nahle está llenando espacios mediáticos, aunque hay que reconocer que cada vez son menos. Unos porque están subvencionados por el gobierno y, otros, por miedo a que sean reprimidos o perseguidos desde el poder.

Parece que los escándalos y abusos de algunos funcionarios nahlistas se están acumulando y, más temprano que tarde, aparecerán. Y no es que se esté pudriendo el liderazgo de la primera gobernadora de Veracruz, sino la concepción que están teniendo sobre el poder, es decir, la corrupción estructural, el secuestro institucional, la cultura política clientelar, son foco social.

Las señales de implosión al interior del gobierno de Veracruz, igual al que vive su partido Morena, son notorios. En ambos casos, la encarnizada lucha por el poder no tiene como fin una convicción trasformadora, por el contrario, son símbolos de ambición y podredumbre política.

En un régimen de gobierno no todo es negocio. Reconocer que la política es un arte que no cualquiera puede desarrollar y que es necesaria para ponerse de acuerdo en el desacuerdo, evitaría que hasta los “influencers” saquen provecho de esta descomposición. La putrefacción resulta rentable para demasiados, no para un politíco (a) estadista.

En la mafia el problema no era la avaricia de los capos, sino los personajes y la cultura que los rodeaba. Un relevo hacia algo más presentable, dejar el chisme a los chismosos, asumir que sí la política ha degenerado en un negocio es porque muchos han aprendido a vivir del cuento y llamar a las cosas por su nombre evitaría que se diga insistentemente que, hasta el momento, Veracruz no va bien.

La buena política no consiste en no meterse en líos, sino en saber hacer política. La firmeza y constancia de la gobernadora Rocío Nahle para regresar a Veracruz su potencial no está en duda. 

Reaccionar y tomar la dirección correcta sería una muestra de amor por Veracruz. Pero, cómo avanzar en esa dirección sí la que encabeza el gobierno estatal está parada en un verdadero cochinero.

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