Jesús Lezama
La mentira y el engaño juegan siempre un papel importante en la política; su uso es para destruir cualquier razonamiento fundado, que, desde luego, siempre favorece a alguien. Quizá sean como los aplausos, a veces, en contra de alguien.
Los engaños suelen tener éxito cuando se refiere al futuro. Siempre estamos en busca de algo que nos llene de esperanza, porque la imaginación ahí cobra vida hasta que el paso del tiempo muestra una realidad distinta.
Quizá por ello los actuales gobernantes de México conducen a los ciudadanos bajo sus propias reglas y usan su poder para crear una nueva sociedad que vive de la esperanza, pero peor aún, de la ilusión. Con culpas de papel y sin argumentos reales el presente sólo es culpa del pasado. De esa manera evaden la responsabilidad de su investidura o cargo público.
Por ejemplo, en Veracruz se ve un gobierno gelatina: se mueve mucho, pero no puede avanzar. A través de las redes sociales se busca crear en el imaginario colectivo que se trabaja “mucho, muchísimo” para “poner de moda” a la entidad. No obstante, la percepción a ras de piso es completamente diferente a lo que pretenden fotografías alegres de resultados nulos.
Estos hechos difícilmente se modificarán. Obedecen a una ideología plasmada en un libreto que se sigue a pie juntillas. Así que si lo que se quiere es flotar o mantenerse dentro de la estructura gubernamental, hay que cumplir cabalmente con ello, de lo contrario los vilipendios y/o separaciones serán el próximo pago, sin importar que sean acciones anómalas.
Otra más es la enorme irresponsabilidad de los gobiernos actuales con el gasto público y con la deuda nacional que generan, lo que hace, sin sombra de duda, que sean las generaciones del futuro quienes habrán de pagar las generosidades ciegas de las administraciones morenistas con los programas sociales.
Y qué decir de los proyectos quiméricos como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto ‘Felipe Ángeles’, la mega farmacia, el Instituto de Salud para el Bienestar, o la compra de Mexicana de aviación, donde no importa el descalabro que producen a muchos ciudadanos en el presente. Además de esas insensatas iniciativas, se mantiene la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace, en referencia al “no robar, no mentir, no traicionar”, lo que día tras día se descubre o redescubre.
La política maniquea de Morena y sus gobernantes considera “enemigos” a todos los que no comulgan con sus creencias -cuando las tienen- sus políticas y sus propósitos. Cuando eso sucede no faltan los mentecatos que salen a defenderlos con un criterio demencial que considera que a los buenos, que son los nuestros, y a los malos, que son los demás.
En el caso de la oposición, si es que la hay, presume que saben hacer mejor las cosas que los actuales gobernantes, pero no presentan proyectos o alternativas sustentadas en propuestas relacionadas a una mejora en las políticas públicas, es decir, no explican cómo llevarán a cabo el milagro de derrotar a Morena y sólo están dedicados a hacer la maldad al adversario.
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y Morena han pasado un tremebundo ‘verano peligroso’. Para muchos, los de ahora salieron peor que los de antes, pero los que siguen descobijados, en una enorme y peligrosa indefensión, son los ciudadanos.
El mundo de los necios crece en un país polarizado. Competir con un necio es inútil y sólo sirve para dejar al más troglodita con una enorme sensación de victoria. Ojalá que la confrontación política haga un clima más benigno y propicio y no se haga realidad la conseja popular: “cuando un tonto sigue una linde, la linde se acaba, pero el tonto sigue”.










