Jesús Lezama
Las lluvias recientes en Veracruz no solo dejaron inundaciones y daños materiales: también evidenciaron las carencias de un gobierno que, tras más de seis años en el poder, sigue sin construir una estrategia sólida de prevención y respuesta ante desastres naturales.
El gobierno estatal, encabezado por la morenista Rocío Nahle, ha enfrentado una vez más las consecuencias de su propia improvisación. La ‘leve’ respuesta de la gobernadora hace evidente su desconexión con la realidad queriendo minimizar los hechos. La tormenta de reclamos ciudadanos que recibió la presidenta Sheinbaum, en su visita a Poza Rica, y el ‘mucho, muchísimo’ repudio a la gobernadora son los primeros síntomas de que Morena también se está ahogando. La irresponsabilidad gubernamental y el pobre nivel de los funcionarios arrasa con Veracruz.
Las imágenes de calles anegadas, viviendas destruidas y comunidades incomunicadas contrastan con el discurso oficial que insiste en que todo está “bajo control”. La realidad muestra otra cosa: una estructura de protección civil debilitada, municipios sin coordinación y una burocracia que reacciona tarde y comunica mal.
Las lluvias, aunque intensas, no fueron inesperadas. Los reportes meteorológicos se conocían con días de anticipación, pero las acciones preventivas fueron mínimas. En muchos casos, los refugios temporales se habilitaron después del impacto y la escasa ayuda llegó cuando los daños ya eran irreversibles. La población veracruzana no solo enfrenta las consecuencias del clima, sino de la desatención institucional.
El discurso de austeridad, que Morena ha sostenido como bandera, parece haber justificado recortes en áreas clave como infraestructura hidráulica y mantenimiento urbano. Los presupuestos para obras pluviales se han reducido, y los proyectos anunciados no se concretan o avanzan con lentitud. Esa omisión se traduce hoy en pérdidas humanas, económicas, deterioro social y desconfianza hacia un gobierno que prometió cercanía, pero que se mantiene distante en la emergencia. Aumentará la simulación y la mentira de los burócratas morenistas y de los comunicadores que se venden por un puñado de lentejas.
El costo político de esta negligencia será inevitable. La ciudadanía observa, compara y toma nota. Las lluvias son cíclicas, pero la falta de planeación no debería serlo. En Veracruz, la tormenta más fuerte no proviene del cielo, sino de la ineficacia gubernamental.










