Bajo la mortecina luz de la vieja lámpara, observaba a sus pequeños hijos que dibujaban dinosaurios en unas hojas amarillas que consiguió en la biblioteca cercana al hostal. Habían llegado a la provincia de Orense en Galicia. Pese a su ajada vestimenta, el pueblo de Avión los acogió sin demasiadas preguntas.

El largo viaje le hizo descubrir que estaba cansada de sacar el pecho por su marido; conocía bien su fragilidad de hombre. Cuando el régimen terminó, él acabó hundido en un mar de temores. Desde que se casaron, supo que era ella la que tenía la responsabilidad del bienestar de la familia.

Recordó las conversaciones con su padre. Tienes que convertirte en una mujer fuerte y práctica. Nosotros descendemos de gente con estirpe; debes grabarlo en tu mente. Para nosotros no hay límites, hay escenarios. No sabes cuántas veces te he soñado con tu propia cuadra de caballos pura sangre, vestida como amazona. Debes saber que mis abuelos tuvieron una gran estancia ganadera en la Patagonia. Me gusta imaginar que vas caminando orgullosa junto a tus percherones en la Feria de Sevilla.

Dejó las añoranzas juveniles a un lado. Habían pasado muchos años desde entonces. Pensó en el papel que había jugado junto a Alex cuando empezó a codearse con las esferas del poder. Su atinada decisión de convertirse en colaboradora de la mujer del presidente. Los consejos diarios y el respaldo que tenía que infundirle a su marido cuando se iba al ministerio. Y al final de la jornada, lo de siempre. Su hombre se comportaba como niño, comiendo hasta la media noche. Gabriela, deja de perseguirme, pareció escuchar. Duérmete, quiero ver mis películas. De acuerdo, buenas noches, gordo. Maldito.

Evocó la entrada triunfal al centro de convenciones para dar su primer discurso junto a Alex. Era el nuevo presidente de la Xunta. Su presidente, el que la llevaría a lugares que ella merecía. Las mujeres que estaban allí no la igualaban en donaire y frescura. Reflexionó en las virtudes del poder. Y en el valor de mis virtudes, se dijo para sus adentros. Recordó que se llegó a sorprender aquella ocasión que vio a su marido, gallardo y más inteligente. El mando viste, reconoció. Hacían una gran pareja. Pero las grandes parejas requerían siempre una buena dirección.

Después, repasó en voz alta los nombres de los elegidos. La palabra cierta de Jose El Chulo. Tomás de la Reguè, con todo lo necesario sobre finanzas y economía. El tesorero Cuevas de Almanzora y su lealtad a toda prueba. Mouriño y Cisneros, los entrañables hermanos de la universidad. Con ellos completaron el primer círculo. Siete eran suficientes, como en el cine. Todos comulgaban con el proyecto y bebían del mismo vino. Los demás, eran sólo niveles inferiores y piezas de desecho.

Su memoria le trajo los secretos más preciados. Subió y bajó los elevadores del edificio de Dubái, el chalé de Ibiza, el hotelito de Zanzíbar, el piso en Bariloche, las casas de Punta Cana y Playa del Carmen, los departamentos de Londres y Nueva York, …ah, y el acogedor sitio de la Rue de Seine en París. Recordó las inversiones en Suiza y Hong Kong, los certificados del tesoro…La clave de acceso a la caja de seguridad…su seguro porvenir.

El silbato de un sereno cortó el silencio. Sus hijos dormían plácidamente. Buscó respuesta a una inquietud que la taladraba. Cómo habían descubierto el entramado que tanto tiempo costó diseñar. Acaso había algún traidor dentro del círculo. Prefirió pensar en los caballos. En la alzada de Jimador. Las crines azabache de Bruja. En el porte de su entrenador. Tranquilizó sus pensamientos. Pronto le llegaría el equipaje completo y el guardarropa de montar.

Mientras llegaba el sueño, se dispuso a pensar en las opciones de Alex… ¿y de ella misma?,…las suyas… no, ni pensarlo. Las de su padre y sus hermanos, quizá. Los demás… ¡Que Dios los ayude! Repasó las negras alternativas que un enviado le comunicó esa mañana a su marido. Te entregas a la policía nacional y te quedas con un quinto; me das tres quintos y uno a Hacienda. También puedes decidir de esta forma: me quedo con tres quintos y dos para hacienda, pero te pierdes en el mapa. Si no tengo respuesta hoy por la noche, vamos por ti y te quedas sin nada. Para esa salida, el consejo es que desaparezcas en el éter.

En Europa, el sueño sería diferente, afirmó con afán de convencerse. Una lágrima rodando por su mejilla la hizo recordar la pérdida de peso que sufría Alex. Se estremeció al pensar en lo que más convenía a todos.

A lo lejos, el enviado entraba diligente a la oficina principal de La Moncloa.

Continuará…

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