Este es un cuento oriental de un mendigo misterioso que llegó a Damasco y fue conducido ante el tribunal:

¿Quién eres?- le preguntó el juez.

Soy alguien más importante que el jeque -contestó el mendigo.

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No puede ser. Más importante que el jeque es el emir -le dijo el juez.

Soy alguien más importante que el emir -replicó el mendigo.

Más importante que el emir es el califa -le dijo el juez.

Soy más importante que el califa -insistió el mendigo.

Más importante que el califa sólo es Dios -le dijo el juez.

Soy más importante que Dios – exclamó el mendigo.

Nada es más importante que Dios -gritó el juez lleno de ira. Entonces el mendigo se levantó del banquillo de los acusados, humilló la cabeza y dijo en voz baja:

¿Nada? Yo soy Nada, señor.

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