El silencio no siempre indica prudencia, sencillez o disciplina. Lo vimos durante la administración duartista en la persona del ex contralor Ricardo García Guzmán. Guardó silencio casi toda su gestión, callando las tremendas irregularidades que se cometían en muchas áreas, incluso la que él encabezaba.
Todavía se recuerda que después de tantos meses de silencio, fue a hacer el ridículo en cadena nacional para defender a su jefe de la acusación por las empresas fantasma, que hizo en su momento el portal de noticias Animal Político y que llevó al gobierno de Duarte ante la Procuraduría General de la República.
En este gobierno de 24 meses, la sociedad espera información frecuente de todas las instituciones públicas, esperando que no ocurra otra sorpresa como la que sufrieron los veracruzanos con ese personaje.
En 23 días de esta administración hemos conocido las frecuentes conferencias de prensa del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares y las entrevistas de varios de sus secretarios de despacho. Pero extraña la poca difusión de lo que está haciendo Guillermo Moreno Chazzarini, el nuevo Contralor General del Estado, uno de los colaboradores con más amplio currículum en temas de administración.
El silencio de su gestión no es congruente con la situación de crisis y desorden que dejó la gestión de Javier Duarte.
Tampoco, el mutismo sobre el incompleto expediente de Rogelio Franco, que orilló al desaseado trámite de su título profesional para poder llegar a la Secretaría de Gobierno; o el asunto del cuestionado perfil de quien se dice será el Fiscal del Estado. O es que acaso el contralor general no debe hablar del tema ético en esos asuntos que han abochornado a algunos.
Tampoco se percibe bien su silencio con respecto a las serias denuncias de sus compañeros Guzmán Avilés, Rementería o Téllez Marié, sobre las fuertes irregularidades que dicen encontraron en las Secretarías de Desarrollo Agropecuario, Infraestructura y Obras Públicas o Seguridad Pública.
Mucho menos su mirada al infinito, respecto a la actitud asumida por los nuevos funcionarios que están empujando a la calle a burócratas con años de antigüedad y que podrían demandar masivamente al gobierno estatal por despidos injustificados. Será necesario recordarles a estos jefes, que las finanzas públicas no están para pagos de liquidaciones o de laudos por conflictos laborales.
Su silencio tampoco ayuda a dilucidar la veracidad de la existencia de los “cientos o miles de aviadores” que hay en las diferentes secretarías, como han afirmado varios de sus compañeros de gabinete y que parece pretexto para despedir trabajadores.
Aunque pensándolo bien, quizá el silencio del nuevo Contralor, se deba a que está estudiando cómo cuadrar las cosas para cumplir con lo señalado en el Plan Veracruzano de Desarrollo (PVD).
Por ejemplo, recordando a Franco y a Winckler, en el primer párrafo de la página 15 del Capítulo Gobernanza del Plan, publicado en la Gaceta Oficial número 476 extraordinario, Tomo III, el 29 de noviembre anterior, en el apartado Valores y conductas de los servidores públicos se dice: “…es necesario que en el proceso de renovación de las instituciones, los funcionarios y empleados públicos que se designen, sean personas con altos valores éticos, conductas intachables y comprometidas con su servicio.”
Su silencio también puede obedecer a que ya está trabajando en la propuesta del Sistema Estatal Anticorrupción de alcance público y privado, que se plantea en la página 17. O bien, calla no por estrategia, sino por estar diseñando el sistema para la presentación de las 3 declaraciones (patrimonial, fiscal y de conflicto de interés) de los nuevos servidores públicos, establecidas en el Plan. O por estar repasando las disposiciones que aparecen en las páginas 33 a 35, relativas a los Retos y Compromisos para renovar la Gobernanza y regenerar la competitividad gubernamental.
Por lo pronto, y apelando a lo práctico, en la Contraloría General hace falta actualizar la información de su página web, para que la ciudadanía, a la que tanto se invoca en el PVD, pueda enterarse de los nombres de sus funcionarios, así como de los programas, problemas y avances de las áreas.
Si leen el Plan, en su página 17 de ese Tomo III, el Contralor y su equipo descubrirán que “…no hay necesidad de crear más leyes, reglamentos o códigos de ética, únicamente hay que actualizar y aplicar las normas existentes y no permitir que la impunidad impere”. Más claro, ni el agua.
La sociedad veracruzana espera que el flamante Contralor no se haya contagiado del opaco mal de su antecesor o del espíritu navideño de la época, y que cuando se le cuestione por los problemas de carácter administrativo que ya corresponden a esta gestión, nos dé una explicación como la del romano Poncio Pilatos, con lavada de manos incluida.