15.03.2016
Los tiempos de renovación soplan en toda la entidad veracruzana. Se desea que todo termine para que todo comience. Si es antes, mejor. Muchos preguntan cuándo o en qué momento se perdió la fama y la altura política de la que era modelo Veracruz. Las reflexiones son muchas.
Es infame lo que ha sucedido en la política Veracruzana. Se engendró un tiburón con carta blanca para atentar con todo lo que tuvo enfrente. Los resultados a la vista; huelga repetirlo. Sin embargo, el domingo ese tiburón nadó sobre la mesa principal de la convención de delegados. Asentía que es necesario acabar con todo aquello relacionado con la corrupción, con los corruptos, pero la mirada estaba perdida, veía todo sin observar nada.
En los ojos de los políticos, las palabras no pueden compararse al lenguaje de los ojos. El brillo en la pupilas expresa el odio, el miedo o el desdén que se disimula. La mirada dispersa es símbolo de la soledad del poder.
Javier Duarte enseñó un rostro de intranquilidad, de fatiga, no podía examinar a la persona que tenía delante. Cuando se lanzó el duro ataque contra todo aquello que transgrede a Veracruz, los ojos parecían más pendientes de algún riesgo que pudiera sobrevenir de cualquier lado.
Los gladiadores políticos que se congregaron para la asunción de Héctor Yunes, rumiaban cada palabra que era pronunciada por el candidato del PRI en Veracruz. Algunos echaban las orejas hacia atrás para detectar cuál carnicero estaba dispuesto a echar la zarpa encima cuando los vea caerse. Abajo de cada guayabera o camisa blanca los sudores eran fríos y cada uno sabrá la humedad que recorría su cuerpo.
Muchos de los jóvenes políticos, no los jóvenes mañosos, conservan todavía los ojos limpios, pero cada día los irán endureciendo. Quizá no piensan en quién puede atacarlos por la espalda. Yunes Landa sabe que el adversario está enfrente, pero no sabemos si su visión le permitirá calcular bien la distancia al momento de lanzarse al vacío o dar el zarpazo definitivo.
Si los ojos son el espejo del alma y la mirada el reflejo de un sentimiento, los priistas deberán alzar los ojos, levantar el vuelo y renovar el espíritu. Nunca está demás rezarle a la patrona de la buena angustia.
Olvidar los resentimientos es buen comienzo. Hacer a un lado los reconocimientos que se creen merecer y dejar de pensar que la culpa la tienen los otros, es la mejor forma de observar las cosas que los rodean. Por ello, cada político tiene los ojos que se merece. (AF)