Hemos llegado al cierre de campañas políticas de los candidatos a presidentes municipales en Veracruz. Quedarán los días de silencio que marca la Ley para que la población medite el destino de su voto este cuatro de junio.

Por eso resulta oportuna la reciente colaboración del periodista Álvaro Belin Andrade, en la que se refiere a la campaña de Ana Miriam Ferráez, cuando dice que “la desesperación del equipo gobernante porque su candidata no levanta ni el polvo, está obligando a acciones de aparente impacto mediático, pero sin ningún efecto a nivel urnas”.

La falta de impacto y efecto que este agudo columnista observó en la señora Ferráez, en realidad es algo que vienen sufriendo muchos candidatos en todos los partidos. A su pobre desempeño, hay que sumarle la escasez de combustible. Ante la difícil situación económica de estos tiempos, son muy pocos los que tienen las condiciones de holgura financiera para inyectar recursos y mover sus campañas.

Pero además han influido otros factores. Como pocas veces antes, en esta ocasión los aspirantes pudieron acceder de manera más fácil a las candidaturas. A varios de ellos, sólo la coyuntura política actual les permitió ser nominados, porque en condiciones más competitivas, jamás hubieran sido tomados en cuenta.

Otro aspecto a considerar, es el desinterés de muchos operadores que viven en las colonias y comunidades, que día a día fueron perdiendo la motivación para participar en apoyo a las campañas. Además de la ausencia de fondos para moverse en los territorios municipales, la poca trayectoria de los candidatos los ha ahuyentado de los eventos proselitistas.

Esta ausencia de cabezas pensantes y conocedoras de los grupos, provocó la aparición de sesudos pero inoperantes “estrategas políticos”, sacados de la manga y de universidades patito, que en lugar de ayudar a sus jefes, parece que poco les importó para desbarrancarlos y sepultarlos en el terrero.

Así hemos podido observar un despliegue de imágenes publicitarias donde los candidatos estaban solamente con cuatro o cinco personas invitadas para la foto. También hemos leído o escuchado propuestas inviables y ridículas de varios de ellos, soltadas de manera infantil en este, su glorioso tiempo, frente al micrófono.

Otros candidatos están creídos que sólo el apellido los hará alcanzar las sillas municipales. Con exceso de holgazanería y petulancia realizaron las campañas, destinando tiempo y esfuerzo mínimo. Algunos de estos ilusos creen que los llevará al triunfo, el simple rumor boca a boca que impulsaron en ciudades como Xalapa o Veracruz.

Huelgan los comentarios sobre aquellos contendientes acusados de corrupción o de la comisión de diversos delitos.

En casi todos los casos se dio un pobre manejo periodístico y un excesivo manejo de redes sociales, y a decir de ellos, de sus coordinadores y de encuestas elaboradas a modo, tienen asegurado el triunfo. La verdad es que muy pocos candidatos lograron penetrar en el ánimo de la población, por lo que es factible que el domingo venidero tengamos resultados sorprendentes.

Facebook se ha convertido en el principal canal de comunicación en las ciudades. Pero, cuidado, porque en esa red social se están verificando las formas y estilos que recuerdan los grandes eventos masivos de antaño, donde todos iban a comer y a bailar, y a la hora de la votación, esos “posibles votos” no aparecían en las urnas, ocasionando tristes decepciones y cuantiosas pérdidas económicas y de egos. Dar un “me gusta” en esa red social, no significa ir a dar un voto. Ojo con esto.

En las zonas rurales, sigue siendo efectivo el caminar diario por sus calles y caminos, haciendo la consabida visita domiciliaria. Pero el problema es exactamente el mismo: muchos de esos entusiastas visitantes que sonrieron por primera vez a los forzados y asombrados anfitriones, carecen de simpatía y credibilidad.

Salvo contadas excepciones, la gente huele mediocridad en los candidatos. Unos, se mueven desesperados; otros, con actitudes desesperantes.

Pero es lo que hay.

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