No son pocos los intelectuales y analistas políticos que piensan que estas elecciones pueden constituirse en el punto de inflexión, a partir del cual podría darse una transformación de muchas cosas en México.
Como nunca antes en la historia moderna de nuestro país, la población ha visto acumularse una serie de circunstancias negativas que obligan a una transformación profunda en gran parte de las instituciones nacionales.
Justamente ahora que en cuatro entidades federativas estamos iniciando el periodo de silencio que obliga la Ley, previo a la elección del domingo 4 de junio, ante ese cúmulo de circunstancias infortunadas, la población puede ya estar pensando en tomar una decisión a través del voto, que realmente incida en el ansiado cambio.
Por qué se afirma lo anterior. Principalmente, por la terrible inseguridad que se sufre en zonas urbanas y rurales, que ha permitido la muerte y desaparición de miles de personas a lo largo y ancho del territorio nacional, donde igual caen bajo las balas, criminales de la delincuencia organizada, que miembros del ejército y policía, así como personas indefensas, afectadas por esta guerra que ya superó la década de existencia.
También, por las altas tasas de desempleo que se disimula a través del comercio y actividades informales, que sólo proporcionan raquíticos ingresos que no alcanzan para que las familias adquieran los satisfactores más elementales. A este mal, hay que agregarle los incrementos a las gasolinas y a los servicios básicos, y la alta inflación que tenemos desde enero pasado, similar a la que hubo a inicios de este siglo.
Si tenemos que decir algo del aparato burocrático que sostiene a los tres órdenes de gobierno, debemos reconocer que conforme transcurren los años, mayor número de afectaciones y robos a las arcas públicas tenemos, haciendo más grandes los niveles de impunidad, que han disparado los casos de corrupción. Y las muestras están en todas partes, encabezadas por un elevado número de gobernadores acusados por la desaparición de miles de millones de pesos del erario.
En el ámbito estatal, los veracruzanos vivimos uno de los ambientes preelectorales más críticos. Un ex gobernador en prisión. 35 mil millones de pesos que no aparecen. Varios ex funcionarios en el reclusorio. Una enorme lista de políticos que se defienden con fueros, uñas y dientes para no ir a la cárcel. Impunidad y corrupción desmedida, encabezando las listas nacionales. Un gobierno de seis meses que no tiene recursos ni un camino para llevar a Veracruz a mejores tiempos.
Qué pensarán en estos días previos a la elección del domingo, los familiares de los miles de muertos y desaparecidos en la entidad; los jubilados y pensionados que reclaman pagos pendientes; los miles de ex empleados despedidos por el gobierno yunista; los otros miles a quienes les recortaron los sueldos para pagar a los nuevos elegidos; los empresarios y proveedores a quienes no pagaron las obras que construyeron o los productos que vendieron, y sus trabajadores despedidos por insuficiencia financiera.
Qué pensarán los veracruzanos que llevan seis años y medio, esperando obras públicas en sus colonias y pueblos, o programas sociales distintos a las raquíticas despensas preelectorales; o aquellos a quienes les dieron medicinas falsas, o los que las siguen esperando.
Todos esos veracruzanos, igual que los ciudadanos de los otros estados que tendrán elecciones, meditarán seriamente su voto este 4 de junio. En cada uno de los estados y municipios donde hay elecciones, seguramente están pensando con sus familias, como nunca antes, en cómo van a votar este año y a quién le darán su respaldo.
Por eso, este año, puede ser un año que nos indique, que nos anuncie, que el próximo 2018, durante la elección presidencial, puede haber un viraje para caminar en otra dirección.
El silencio de estos días, más el silencio y el sufrimiento dolorido e imborrable de los meses y años previos, puede ayudar a impulsar un cambio verdadero en el timón, en la conducción, distinto al cambio demagógico de los discursos o de las redes sociales.



