Muchos se estremecieron el sábado anterior por la noche cuando el juez federal que lleva el caso Javier Duarte, dispuso un plazo de seis meses para que la Procuraduría General de la República complemente las investigaciones necesarias para integrar debidamente el expediente acusatorio del exgobernante veracruzano.

El asunto de las cuentas bancarias en Suiza, los informes adicionales de la Comisión Nacional Bancaria, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y la Secretaría de Finanzas y Planeación de Veracruz, y otros temas que tienen que ver con los caminos que siguieron los recursos millonarios que no aparecen, van a ser revisados con lupa, a efecto de conocer la verdad contable y jurídica, y sobre todo, quienes fueron los beneficiados con esos recursos públicos o de otras fuentes no confesadas.

Los que no tienen nada que ver con el delito aplaudieron esa decisión. Pero los implicados en la trama, deben estar temblando por lo que intuyen que les viene encima. En resumidas cuentas, saben que sobre ellos empezó a caer una tupida lluvia veraniega y que desde ese día son presas del miedo y de quien sabe cuántos depredadores, ya que se han convertido en simples y vulnerables presas de caza.

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Pero en este escenario de captura masiva, existe un camino o dos por donde los involucrados perseguidos pudieran conseguir libertades. Todos ellos saben que 2018 es un año de muchas elecciones, donde entre otras, se busca una presidencia de la república y una gubernatura veracruzana. Por ello, quizá haya alguna posibilidad de intercambiar, de permutar, de negociar o de tranzar para avanzar en libertad.

Quizá algunos de esos cabezones puedan librarla, siempre y cuando no pretendan hacerlo en paguitos. Para ello, pudieran estar decidiendo entregar algunas de sus mal habidas cajas de huevo, conteniendo los consabidos 10 kilos de billete grande en cada una de ellas.

Otros que pecarán de tacañería y simplismo político, sienten que es momento de intercambiar espejitos con los del poder. Que pueden escapar por el camino de la delación, llevándose entre las patas a otros y en el cuello la medalla protectora del perdón superior.

Apellidos como Aguirre, Abdalá, Benítez, Carvallo, del Castillo, Deantes, Ferrari, García, Gómez, Jaramillo, Lagos, Mota, Navarro, Nemi, Rodríguez, Sandoval, Silva, Solís y decenas de funcionarios más, que fungieron o fingieron como secretarios, subsecretarios, directores generales, directores jurídicos, de administración, o de obra pública, están sufriendo para dormir por las noches y para caminar con tranquilidad por las calles.

Y es que son sensaciones normales. Para ellos. Son como presas disponibles en temporada de caza, que haciendo gala de conveniente gatopardismo, tratan de camuflarse en el ambiente, mientras pastan con poca hambre en la sabana veracruzana.

En esa fauna duartiana en peligro de extinción, hay bestias de todas las especies. Hay lobos con piel de oveja, tiburones, osos, monos, pollos gordos, gallinas y uno que otro pato. Eso sí, muchos de ellos creen que continuarán sin problemas mientras escondan el metálico. Que podrán seguirse haciendo patos y que, si no muestran tanto nerviosismo, podrán seguir pasando desapercibidos.

La temporada de caza en Veracruz continuará, y no desde la otrora poderosa Casa Veracruz.

 

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