Para muchas de nosotras, el 8 de marzo es ese día en que salimos de la oficina con una rosa o recibimos decenas de imágenes en Whatsapp celebrando que somos “la creación más hermosa en el universo” :

Sin embargo, como repetimos cada año hasta el cansancio, el 8M no es una celebración sino la conmemoración de una tragedia, además de un recordatorio de que estamos lejos de alcanzar las condiciones de igualdad laboral que muchas personas dan por hechas.

En 1911, el incendio de la fábrica de camisas Triangle cobró la vida de 123 mujeres y 20 hombres, lo que puso en el ojo público las condiciones de explotación en las que muchas mujeres eran forzadas a trabajar. Desde ese año se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y, desde 1975, el Día Internacional de la Mujer.

Hoy en día, aunque se han ganado luchas para que múltiples tratados internacionales reconozcan los derechos de las personas trabajadoras, muchas mujeres continúan trabajando en condiciones precarias: desde las costureras que murieron en el edificio Rana Plaza de Bangladesh en 2013, hasta las trabajadoras del hogar mexicanas, sin contrato ni seguridad social, que cubren jornadas de más de ocho horas diarias.

Las mujeres trabajadoras no somos solo las que ocupamos espacios históricamente masculinos y recibimos remuneración por eso. A todas las mujeres, sin excepción, nos es endilgado en mayor o menor medida el trabajo emocional, de cuidados o de reproducción.

Sí, las mujeres nos hemos incorporado al espacio laboral público. Tenemos mucho que agradecerle a aquellas que lucharon por que las mujeres de nuestros días pudiéramos estudiar, trabajar y administrar nuestro propio dinero, y una prueba es que yo misma estoy escribiendo esta columna: algo impensable si hubiera nacido en el siglo XIX.

No obstante, como señala Silvia Federici, es una trampa que el trabajo remunerado sea la clave de la emancipación de las mujeres. No solo seguimos percibiendo menos salario por el mismo empleo, sino también llevamos una doble jornada: del espacio de trabajo al trabajo del hogar.

No importa que aún haya quien se resista a considerar las actividades que se realizan en el espacio privado como un empleo. Mientras éstas sigan recayendo desproporcionadamente en nosotras, todas las mujeres somos y seremos trabajadoras.

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