Dentro del torrente de lucha armada que significó la Revolución Mexicana, el inicio de la invasión del Partido Liberal Mexicano (PLM) a Baja California, el 29 de enero de 1911, representa un episodio polémico porque incorporó a facciones revolucionarias e intereses políticos y económicos de diversa índole que engrosaron sus filas; asimismo, en la historiografía del PLM y el magonismo, es el momento que marca —en su acción insurreccional— su vínculo con movimientos internacionalistas y el sindicalismo revolucionario.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través de los institutos nacionales de Antropología e Historia (INAH) y de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), organizó una mesa sobre el 110 aniversario de la campaña del PLM en la entidad norteña, en el marco del foro virtual “El Partido Liberal Mexicano: raíces, pensamiento y acción armada”.
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En el encuentro digital, realizado en colaboración con la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH, y como parte de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura, los investigadores Jacinto Barrera Bassols, Lawrence Douglas Taylor y Margarita Vasquez Montaño, analizaron este hecho que, desde la historiografía de corte nacionalista, ha sido calificado como una campaña separatista, filibustera, de servir a los capitales estadounidenses y de haber sido orquestada por militares extranjeros, ajenos a la idiosincrasia nacional.
El profesor-investigador de El Colegio de la Frontera Norte, Lawrence Douglas Taylor, abrió el diálogo transmitido por las redes sociales del INEHRM, apuntando que es ridículo pensar que los magonistas hubieran recibido apoyo de parte de los capitalistas estadounidenses. Uno de los aspectos a examinar, dijo, es el legal, dado que el filibusterismo tiene connotaciones distintas en México y su vecino del norte, donde desde finales del siglo XVIII fue conformándose un andamiaje jurídico para evitar este tipo de actividad.
Caso distinto fue el de nuestro país, donde el noroeste y el noreste fueron regiones vulnerables a expresiones filibusteras aún en los inicios del siglo XX, “hablamos de áreas que no tenían el apoyo por parte del gobierno federal, de modo que tenían que echar a los filibusteros (grupos unidos a los rebeldes mexicanos que cruzaban la frontera) con los recursos que tenían a la mano, por ejemplo en Sonora y Baja California”.
Sobre el caso de este último estado, acotó, “los grupos de magonistas que lucharon en el norte de la península fueron integrados mayormente por extranjeros, y se explica, entre otros factores, porque Baja California contaba con poca población, de ahí que los dirigentes del movimiento debieron reclutar fuera del territorio nacional y para el pensamiento de Ricardo Flores Magón, esto no tenía nada de malo, los extranjeros podían ser combatientes por la libertad y el mejoramiento de la clase obrera”.
El propio Francisco I. Madero y Francisco Villa tampoco mostraron reticencias en la participación extranjera en la movilización armada, no así Venustiano Carranza, quien consideraba que debía ser una lucha netamente nacional y rechazaba el reclutamiento activo de foráneos. Respecto a si la campaña militar del PLM recibió financiamiento, el especialista sostuvo que no hay bases para afirmarlo, “salvo armas anticuadas y el uso de un parque limitado; la queja constante de los combatientes era que no tenían dinero. La gente los veía como héroes populares”.
Por el contrario, lo que sí constituyó una expedición militar filibustera, fue el refuerzo que recibieron los federales mexicanos de parte del entonces cónsul en San Diego, California, Joaquín Díaz Prieto, quien envío un contingente a proteger el puerto de Ensenada, citó Douglas Taylor.
En opinión del investigador de la DEH, Jacinto Barrera Bassols, los acontecimientos en Baja California fueron “el corto verano de la anarquía magonista”, el cual tuvo una entrada y un final casi trágico. “El asalto lo efectuó un primer grupo, constituido por una veintena de personas y un solo norteamericano; era febrero de 1911, cuando la mayoría de los miembros de la junta tenía pocos meses de haber salido de prisión, por lo que no tenían capacidad organizativa.
“El desarrollar distintas fuerzas que se inscribieran dentro del proceso insurreccional, propuesto por Francisco I. Madero, hacia noviembre de 1910, tenía pocas posibilidades de triunfar o tener una participación relevante en el país. De manera que este ‘corto verano de la anarquía’ en Baja California tuvo un alto costo para el PLM y para el magonismo, siendo, incluso, cuestionado por los círculos anarquistas de Estados Unidos a través de su vocero, Luigi Galleani, editor de Cronaca Sovversiva.
“Ese mundo anarco encontró en Baja California una manera de hacer que la propuesta magonista quedara fuera de la mirada de la solidaridad internacional que, en general, tanto los trabajadores italianos como de otros orígenes, solían otorgarle a propuestas y movimientos como el PLM”, explicó el historiador Jacinto Barrera.
Por último, la investigadora de El Colegio Mexiquense y especialista en la historiografía del PLM, Margarita Vasquez Montaño, destacó que la incursión en Baja California en 1911, estuvo inmersa en una serie de disputas por la historia de ese acontecimiento, pero que también lo trascendía. Una posición se incrusta en la consolidación de la figura histórica de Ricardo Flores Magón en la memoria colectiva nacional y nacionalista; en contraposición con otra construida desde lo regional por los defensores de Tijuana, sus descendientes y promotores.